Resumen Ejecutivo
Bajo el panorama actual de desaceleración y estancamiento económico, cobra de nuevo importancia revisar el futuro del aparato productivo nacional.
Se puede decir que la economía de un país tiene “éxito” si a lo largo del tiempo logra producir más riqueza a medida que mejora su aparato y técnica productivo y sus prácticas económicas, mientras que en el caso contrario “fracasa”. Es decir, depende de las políticas que se ejecuten y cómo se ejecuten que a través del tiempo la estructura económica puede modificarse (que es lo que se denomina en la literatura económica del crecimiento “cambio estructural”) para acercarse o alejarse a unas metas de generación de riqueza que conllevan mayores o menores niveles de bienestar.
Es necesario entonces conocer la generación de riqueza de largo plazo de un país. Aunque es posible generar y agregar valor en todos los sectores de la economía, la literatura económica señala que el sector industrial cuenta con ciertas ventajas naturales que lo constituyen como un sector prioritario para la creación de riqueza de un país y como el sector con mayor capacidad de agregación de valor, de sofisticación y contendido tecnológico, así como el que más genera externalidades positivas- beneficios del aprendizaje- al resto de la economía. Es por esta razón que se ha demostrado una correlación positiva entre la profundización industrial de un país y su crecimiento de largo plazo, hacia sendas de mayor crecimiento[1].
¿Cuál ha sido el desempeño de crecimiento de largo plazo?
Así las cosas, la tendencia o el crecimiento de largo plazo de la economía colombiana se puede descomponer en 4 grandes periodos históricos de aceleración y desaceleración económica para comprender su comportamiento:
- La primera etapa es La Gran Depresión Mundial, de 1928 a 1932, donde la tendencia de crecimiento colombiano cae y se ubica en promedio en el 2,25%.
- Le sigue el periodo de la gran aceleración económica, desde 1932 a 1975, en el que se acelera la tendencia del crecimiento económico, con su punto más alto en 1971 con un crecimiento de largo plazo del 6.2%, y en el periodo de 43 años con un crecimiento promedio de largo plazo de 5.3%.
- Continua la otra desaceleración económica, en la que comienza el declive de la tendencia del crecimiento hasta que llega en la recesión de 1999 a su nivel mínimo. En este periodo el crecimiento promedio de largo plazo fue de 3,3%.
- Finalmente, hay una recuperación reciente desde el año 2000, que aumenta nuevamente la tendencia de crecimiento, pero sin retornar a los niveles de principios de la década de 1970, en esta última etapa el crecimiento de largo plazo se ubica en el 3,6%, explicado principalmente por la bonanza minero-energética y el fortalecimiento del sector financiero.
[1] Sarmiento, Eduardo (2011) Transformación productiva con equidad: después de la crisis. Editorial Escuela Colombiana de ingeniería.
Conclusiones y propuestas
Existe abundante evidencia que demuestra el pobre desempeño económico de Colombia en las últimas tres décadas. Esta tendencia ha sido camuflada por una bonanza minero-energética que no se aprovechó para crear riqueza productiva, sino que -por el contrario- fortaleció la especulación financiera y la corrupción.
El aparato productivo y el empleo vinculado a él se han deteriorado, como se evidencia en la pérdida de participación en el PIB, en el empleo total y en abultado déficit comercial manufacturero. Asimismo, es una prueba de los malos negocios realizados por Colombia con el mundo.
Análisis académicos demuestran que si Colombia no hubiera adoptado el modelo fallido de la década de 1990, la producción total del país sería 2,5 veces mayor que la actual, así como un PIB per cápita más parecido al promedio de los países de la OCDE y no unos exiguos USD 6000 actuales que impiden cualquier dinámica saludable.
La economía del país se debe repensar, con el objetivo de diseñar herramientas capaces de propiciar crecimiento económico de largo plazo. Para ello es indispensable recuperar la capacidad de producción real en la agricultura y las manufacturas, acompañado de servicios de alta generación de valor. Lograrlo implica que el Estado asuma nuevamente su función de dirigir la economía para conservar y estimular sectores estratégicos, de la mano con el sector privado. Un paso necesario, es la renegociación de los lesivos tratados de libre comercio.
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