Desde cuando el tango surgió a finales del siglo XIX, con raíces negras y bailado por marineros, vagos y gauchos expulsados de la pampa, hasta mediados del siglo pasado, cuando ya se difundía y apreciaba en los salones de baile de Tokio, Paris y toda Europa, este ritmo ha seguido una variada y rica evolución que ha cautivado la sensibilidad tanto de los habitantes de buena parte de Colombia, como de un culto público europeo y norteamericano. Su riqueza musical, su complejidad instrumental y la forma como en sus expresiones más auténticas ha testimoniado la problemática del desarraigo y la melancolía, le han ganado un sitial en la música mundial, que en Latinoamérica no se compara sino con la salsa y la zamba brasileña. Astor Piazzolla ocupa un papel central en la última etapa de la historia del tango, emparentándolo con la música clásica y el jazz y en cierta forma actualizándolo, al vincularlo con las corrientes más avanzadas de la música mundial.
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