Duque empezó su mandato con el respaldo de los gobiernos neoliberales como el de Piñera en Chile, Peña Nieto en México o Macri en Argentina, lideró un plan internacional que él mismo denominó el «cerco diplomático». Una estrategia que buscaba por medio de la presión internacional acabar con el mandato de Nicolás Maduro en Venezuela, para así respaldar al autodenominado presidente interino Juan Guaidó. Terminó por convertirse en un espectáculo mediático sin ningún efecto real en la política y la crisis venezolana, pero sí tuvo consecuencias negativas para el Estado colombiano y para la integración de la región. Colombia rompió relaciones diplomáticas con Venezuela, lo que deterioró el comercio exterior y agravó aún más la crisis humanitaria que se vive en la frontera colombo-venezolana. Este fracaso, sumado a su famosa frase en la que aseguraba que el mandato de Maduro «tenía las horas contadas», fue uno de sus tantos ridículos internacionales.
El fracaso en la intervención de Venezuela y el giro a la izquierda en algunos países en Latinoamérica hicieron que en la segunda parte de su mandato Duque se desconectara de la región. En este cuatrienio no se promovieron avances significativos en la CAN. El capricho de Iván Duque y otros jefes de Estado acabó con la Unasur, un mecanismo de cooperación política de América del Sur que sumaba dos décadas de aportes a la integración y desarrollo de la región. Fue reemplazada por Prosur, integrada por 8 países de Suramérica y liderada por el presidente colombiano, quien tuvo la presidencia pro tempore sin ningún resultado significativo. En el último encuentro, en julio del presente año, sólo estuvo un presidente, el paraguayo Mario Abdo quien fungía como anfitrión. Los cambios de gobierno en Argentina y Chile alejaron a estos países de esta iniciativa regional.
Colombia fue de los pocos países en América Latina que no aprobó el Acuerdo de Escazú. El partido de Gobierno se encargó de entorpecerlo. También fue una voz para hacer oposición a los dirigentes de Nicaragua y de Cuba. Así mismo, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) falló en contra de Colombia en la disputa marítima con Nicaragua.
Aislado de la región, Duque intentó tener incidencia fuera de ella. Se envaneció de ser declarado como «Aliado Estratégico de la OTAN», lo cual pone las fuerzas militares nacionales al servicio de intereses extranjeros. Tuvo conflictos diplomáticos con Rusia e Irán, países con los que Colombia no había tenido problemas. Las disputas realizadas se dieron para buscar halagar a Estados Unidos e Israel. Sin embargo, el partido de Gobierno buscó intervenir en la política electoral de Estados Unidos. Apoyó al candidato perdedor y generó distanciamiento con la administración Biden, que duró tres meses ignorando al presidente de Colombia, algo que llevaba décadas sin ocurrir.
Los organismos internacionales, como la ONU o la Corte Internacional de Justicia, fueron críticos con la situación política interna del país. Hicieron reparos frente al manejo del estallido social y la defensa de los Derechos Humanos, recomendaciones que el presidente desconoció. La lucha contra los delitos financieros no tuvo ningún efecto relevante frente a los flujos financieros ilícitos. Las transnacionales mantuvieron sus privilegios y el Gobierno se concentró en cumplir las exigencias mínimas de la OCDE y el Grupo de Acción Financiera Internacional.
Fiel a la política comercial de las últimas tres décadas, el Gobierno desatendió los intereses de la nación y las demandas del cambiante entorno comercial. Como si no fueran evidentes los marcados desajustes que esta política está teniendo en la estructura productiva, en bloque con la Alianza del Pacífico culminaron rondas negociadoras con Singapur para la firma de un nuevo tratado para introducirse en el mercado del Sudeste-Asiático sin mayores resultados. También se negoció el TLC con Emiratos Árabes, el cuál se quería firmar a las carreras.
La entrada en vigencia de nuevos acuerdos y la avalancha de manufacturas asiáticas (chinas) continuaron desplazando actividades determinantes para la generación de empleo como la industria textil, química y automotriz. Durante el gobierno Duque entraron en vigencia 3 nuevos tratados: con Panamá e Israel y Corea, que ya se habían negociado desde el gobierno Santos, y se hizo una réplica con el Reino Unido del TLC ya firmado con la Unión Europea.
Entre 2018 y 2021 las exportaciones se redujeron en $517 millones de dólares[1] por cuenta de los estragos del fin del superciclo de los precios internacionales de las materias primas, el desaceleramiento de China y el impacto del COVID en las cadenas de abastecimiento y suministro en los mercados internacionales. Mientras tanto, las importaciones crecieron $7.704 millones de dólares, principalmente porque se reforzó la dependencia de insumos importados que está desindustrializando el aparato productivo. Las importaciones manufactureras explican el 89.6% de ese crecimiento y el 95% de las importaciones totales. En consecuencia, el déficit comercial se multiplicó por 2.2, pasó de $7.039 millones de dólares a $15.262 millones.
Ante este panorama el gobierno no adelantó acciones efectivas, no se hicieron esfuerzos por diversificar la canasta productiva y no se atendieron de manera adecuada las consecuencias de la Pandemia. La principal política de innovación fue la mal llamada «economía naranja», que tenía como principio fomentar el emprendimiento y la tecnología para convertir a Colombia en una economía competitiva ante los mercados internacionales. Sin embargo, fue una política que no despegó y se quedó en anuncios.
Las medidas de apoyo a la industria fueron limitadas, tardías e ineficientes. El manejo de las vacunas fue errático, a puerta cerrada, bajo las condiciones de las gigantes farmacéuticas. Poco se hizo para fomentar negociaciones regionales o el acceso a vacunas desarrolladas en la región.
El Gobierno Duque implicó un retroceso en materia de política exterior. Utilizó el cambio climático y el Acuerdo de Paz para lograr alguna audiencia en escenarios internacionales. Su agenda se ciñó al cumplimiento de las orientaciones de la Casa Blanca que aislaron al país de los cambios en el contexto internacional y profundizaron el proceso de reprimarización de la economía. Los efectos del COVID en la economía revelaron la dimensión de problemas estructurales que reflejan los principales retos del gobierno entrante.
[1] Fuente: Microdato de exportaciones e importaciones DANE-DIAN. Valores en dólares estadounidenses FOB.
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