Dos de los mayores obstáculos en el desarrollo y la transformación productiva de Colombia han sido la corrupción y el clientelismo. Conductas que han sido funcionales al modelo económico de subdesarrollo del que se habló en la primera parte. Los grandes beneficiados de las condiciones actuales se perpetúan en el poder, y con ellos su visión económica, a través del clientelismo. A su vez, el atraso productivo y administrativo es caldo de cultivo de la corrupción.
Elección tras elección son continuos los casos de clientelismo. El caso más reciente es el de Nicolás Petro, hijo del presidente, de quien revelaron conversaciones en las cuales negociaba “cupos” en instituciones públicas. En el anterior gobierno, Iván Duque trató de modificar la Ley de Garantías durante las elecciones de 2022, para que se pudieran seguir celebrando contratos con las entidades durante la época electoral. Pero la Corte Constitucional declaró inexequible la modificación. Dos ejemplos de una lista larguísima.
La corrupción también es constante en el país. El Monitor Ciudadano de la Corrupción registra 967 hechos de corrupción entre 2016 y 2020, los cuales dejaron más de 14,5 millones de personas afectadas directamente y significaron más de 14,67 billones de pesos en pérdidas. Ese dato no incluye los escándalos finales del gobierno de Iván Duque como la pérdida de 70.000 millones de pesos destinados a proveer de internet al sector rural o la red de corrupción que lideró el ex senador Mario Castaño para asignar contratos a cambio de sobornos y que podría superar los 60.000 millones de pesos en pérdidas.
Desigualdades en el comercio mundial
Otra barrera para el desarrollo de Colombia son las enormes desigualdades en el comercio internacional. De manera que los países atrasados no compiten de igual a igual con los países avanzados, sino que tienen que disputar el mercado en condiciones desfavorables para los más débiles. Mientras los países desarrollados usan todo tipo de subsidios y ayudas para apoyar su industria y su agro, ponen trabas para que los demás países hagan lo mismo.
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Un ejemplo claro es el TLC de Colombia con Estados Unidos, que prohíbe los subsidios a las exportaciones colombianas y ha reducido el arancel de la mayoría de productos agrícolas. Los que quedan terminarán de desgravarse de aquí al 2031 (como el arroz y el pollo). Al mismo tiempo, Estados Unidos subsidió sus productos con cerca de 90 mil millones de dólares del 2018 al 2022.
Limitaciones para redireccionar la economía
Otra de las limitaciones que imponen los TLC tiene que ver con la inversión extranjera. Los capítulos de inversión de los acuerdos otorgan toda una serie de facilidades al capital para invertir en Colombia, entre las que se encuentran la libre repatriación de utilidades, el compromiso de no variar las condiciones iniciales de los negocios y llevar las controversias entre el Estado y las empresas extranjeras a los tribunales internacionales, por encima de la justicia nacional.
Para entender cómo los capítulos de inversión pueden entorpecer la transformación productiva, basta decir que a diciembre de 2022 Colombia tenía demandas por 59,6 millones de dólares que se amparaban en algún TLC. La mayor parte de esas demandas proceden precisamente del sector extractivo.
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