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Cuando el ADN señala al inocente

Ago 9, 2016

Por: Peter Andrey Smith Investigación y Ciencia, junio de 2016 Igual que otros tipos de pruebas forenses, la del ADN no es infalible En diciembre de 2012, teniendo en cuenta los resultados de las pruebas de ADN, un indigente llamado Lukis Anderson fue acusado del asesinato de Raveesh Kumra, un multimillonario de Silicon Valley. La […]

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Por: Peter Andrey Smith
Investigación y Ciencia, junio de 2016

Igual que otros tipos de pruebas forenses, la del ADN no es infalible

En diciembre de 2012, teniendo en cuenta los resultados de las pruebas de ADN, un indigente llamado Lukis Anderson fue acusado del asesinato de Raveesh Kumra, un multimillonario de Silicon Valley. La acusación implicaba una posible sentencia de muerte. Pero Anderson no era culpable. Tenía una coartada sólida: ebrio y casi en coma etílico, había sido hospitalizado y estuvo bajo supervisión médica constante la noche del asesinato en noviembre. Más tarde, los abogados de Anderson supieron que su ADN había llegado a la escena del crimen por vía del equipo sanitario que atendió la llamada de Kumra en su domicilio. Habían tratado a Anderson previamente y, de forma inadvertida, esparcieron la muestra de ADN en la escena del crimen más de tres horas después. Este caso, que fue presentado en febrero en la reunión anual de la Academia Americana de Ciencias Forenses en Las Vegas, es uno de los ejemplos definitivos de cómo la transferencia del ADN puede involucrar a una persona inocente. Muchos opinan que basar el sistema criminal judicial en pruebas de ADN, a menudo consideradas infalibles, entraña riesgos importantes.

Mientras que casi todos los campos de la medicina forense han sido revisados de modo exhaustivo en los últimos años, sobre todo aquellos basados en comparaciones, como las marcas de mordedura o el análisis microscópico de pelo, las pruebas de ADN han experimentado un auge, y con razón. Al estar basado en modelos estadísticos, el análisis de ADN es más definitivo y menos subjetivo que otras técnicas forenses. Se examinan regiones específicas, o locus, del genoma humano y así se evalúa la probabilidad de que una determinada muestra de ADN coincida o no con el perfil genético conocido de la víctima, el sospechoso o el presunto autor del crimen. Se puede incluso predecir cuán fuerte es la coincidencia contrastando la frecuencia con que aparecen ciertos patrones con bases de datos poblacionales. La organización sin ánimo de lucro Innocence Project, con sede en Nueva York, lleva analizando las muestras de ADN usadas como pruebas condenatorias en procesos judiciales desde mediados de los años noventa. Ha logrado casi 200 exoneraciones y ha promovido la demanda para reformar el sistema judicial criminal.

El ADN es, como cualquier otra prueba judicial, solo una parte del proceso. Según Erin E. Murphy, profesor de derecho en la Universidad de Nueva York y autor del libro Inside the cell: The dark side of forensic DNA («En el interior de la célula: el lado oscuro del ADN en criminología»), se suele confiar demasiado en que el ADN nos dará la solución, pero ello no siempre encaja en un sistema que sigue siendo defectuoso. Añade que, si no se muestra un mínimo de escepticismo y contención, los errores en la justicia están asegurados. Así, las muestras biológicas se pueden degradar o contaminar; los jueces y el jurado pueden malinterpretar las probabilidades estadísticas expuestas y, como en el caso de Anderson, las células cutáneas pueden ir a parar de un lugar a otro.

En 1997, los investigadores demostraron por primera vez que era posible obtener información genética de una persona basada en las células cutáneas que dejaba en un objeto al tocarlo. El número de pruebas de este tipo, llamadas de ADN de contacto, que se recogen de superficies como empuñaduras de arma o picaportes han ido aumentando. (En algunas jurisdicciones, como el condado de Harris, en Texas, se triplicaron las muestras de ADN de contacto enviadas a analizar entre 2009 y 2013, a menudo con el fin de identificar posibles criminales involucrados en robos y asaltos.) Se están comercializando kits que generan un perfil genético completo de una persona con tan solo entre tres y cinco células cutáneas. Las agencias del orden público los emplean, y también los laboratorios independientes y científicos que trabajan en proyectos de identificación de cadáveres.

Ese tipo de ADN se consideraba hasta hace poco una prueba irrefutable de contacto directo. Pero cada vez más estudios demuestran que el ADN no siempre es estático. Una investigación publicada en la revista International Journal of Legal Medicine expone que una persona, con tan solo coger un pañuelo que otra persona ha usado para limpiarse el cuello, puede transferir el ADN de esta última a un objeto que nunca ha tocado. Cynthia M. Cale, aspirante al máster en biología humana en la Universidad de Indianápolis, explicó en un artículo de la revista Journal of Forensic Sciences que una persona que utiliza un cuchillo de sierra tras haberle dado la mano a otra persona transfiere el ADN de esta al mango. De hecho, en una quinta parte de las muestras recogidas, la persona identificada como el contribuyente principal de ADN nunca había tocado el cuchillo. Cale y sus colaboradores, junto con otros grupos de investigadores, intentan determinar cuán fácil y rápidamente se pueden transferir las células, y cuánto tiempo perduran. «Lo que hallamos es lo que es», comenta Cale, «pero lo importante es manejar y presentar esta información con cautela.»

Kelley Kulick, abogado del estado del condado de Santa Clara, postuló en la reunión forense de Las Vegas que el ADN de Anderson había sido transportado en los uniformes de los técnicos sanitarios. No se sabe cuántos casos de transferencia de ADN conducen a acusaciones erróneas. «No son frecuentes los casos obvios, pero es probable que sean más comunes de lo que imaginamos», afirma Jennifer Friedman, abogada del estado de Los Ángeles y especialista en ADN. «El problema radica en lo difícil que es demostrar que la transferencia haya ocurrido.»

La interpretación errónea del ADN de contacto de Anderson se ha convertido ahora en un aspecto polémico también para otros dos acusados en el caso del asesinato de Kumra, explica Kulick. Es indudable que las pruebas de ADN son una herramienta fundamental. Sin embargo, tanto los científicos forenses como los letrados insisten en que deberían considerarse otros factores adicionales que puedan corroborar la culpabilidad o inocencia de un acusado. Al igual que otros tipos de pruebas, el ADN solo es una pista circunstancial. En este sentido, el caso de Anderson sirve para alertar que un puñado de células cutáneas descarriadas no deberían significar demasiado.

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