El periodista Harry Browne analiza el lado B de la filantropía que ha llevado al vocalista de U2 a acercarse a los círculos de poder
Sonia Corona
El País de España, diciembre 7 de 2013
Harry Browne (Italia, 1963) nunca ha ido a un concierto de la banda irlandesa U2 pero ha seguido de cerca la participación filantrópica de su vocalista Paul David Hewson, conocido como Bono. De hecho, Browne está convencido de que las acciones humanitarias de Bono están muy lejos de cumplir con sus objetivos de acabar con la pobreza y la desigualdad en el mundo, y que el ídolo de masas está más cerca del diablo que de dios. Lo ha plasmado en Bono: en el nombre del poder (Sexto Piso) y lo sostiene en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en donde promociona su libro como un texto lleno de datos “justos y críticos”.
La casa editorial de Browne le encargó la redacción del libro, pero él tenía claro desde mucho tiempo antes lo que quería demostrar y que aún no se había dicho sobre Bono: “Él es parte de una ideología que dice que si quieres ayudar a los pobres, hay que dejar que los ricos se hagan cargo. Que los poderosos como Bill Gates, Tony Blair, George Bush, Bill Clinton lo harán porque son inteligentes y les importa”, comenta en entrevista con EL PAÍS. El periodista reconoce que su decisión de exponer a Bono fue principalmente política y con la intención de mostrarle a la gente que admira a Bono que detrás de su imagen de moralidad e integridad hay una persona alineada con los intereses de tendencia neoliberal.
Browne descarta que exista una agenda oculta en la publicación de su libro o que la mano de Bruce Springsteen tenga algo que ver. “No soy su representante”, aclara ante las críticas que ha desatado su libro sobre Bono y su amistad con el crítico musical Dave Marsh, cercano a Springsteen, y que ha atacado sin reparo alguno al líder de U2. De hecho, Browne no se declara en contra de que las celebridades utilicen su popularidad y capital de influencia para intervenir en causas humanitarias, sino de que sus acciones dependan de los grandes capitales que se empeñan en perpetuar la pobreza.
“Siempre pensé que hay algo que no está bien con Bono y quería dar algunos hechos para conectar esa idea con preguntas políticas. Tal vez el problema no son su gafas, ni que es tonto, el problema es estos intereses que representa públicamente”, argumenta Browne. Porque la ayuda humanitaria que consigue de los poderosos llega a varios rincones de África, por ejemplo, e impacta en la vida de quienes lo necesitan, pero no resuelve el problema de raíz, razona.
En Bono: en el nombre del poder, el autor indaga la situación fiscal de Bono y cuestiona su decisión de trasladar sus negocios a Holanda cuando Irlanda eliminó la exención de impuestos a los artistas. Browne está convencido de que lo que los países pobres (y otros no tanto) necesitan es que los grandes capitales cumplan con sus obligaciones fiscales en lugar de enviar a una celebridad con la mochila cargada de ayuda patrocinada por ellos, así, el Gobierno podría hacerse cargo de resolver directamente los problemas de desigualdad. “Uno de los problemas con la filantropía es que actúa como un sustituto del Estado, no solo en una forma ideológica sino en la realidad. Muchas de las fundaciones filantrópicas están para que esta gente rica ponga su dinero en algún sitio donde no les van a cobrar impuestos”, sentencia.
Browne no esconde su preferencia por las ideas de izquierda y califica las acciones de Bono como “centristas y neoliberales”. Le parece agradable la música de U2 y alguna vez escuchó un concierto de la banda irlandesa afuera de un estadio. El autor imagina que Bono cree que está haciendo un bien a todos esos pueblos a los que ayuda con grandes conciertos caritativos o de las donaciones de medicamentos que ha recibido a través de políticos como George Bush, y que tal vez ignore que los caminos de la filantropía a veces son utilizados por grandes compañías para evadir obligaciones, pero que no puede esconder que los resultados de su ayuda han sido muy pocos.