María Antonia García de la Torre
La negación ha llegado a niveles absurdos, donde poco importaría que esta ciudad desapareciera de la noche a la mañana.
Entró a Google Maps y puso en el buscador ‘Buenaventura’. Nada. No existía. Su consternación creció como el poder paramilitar en el Valle del Cauca. Sufrió como los 5.000 desplazados que han generado enfrentamientos entre ‘Urabeños’ y ‘Rastrojos’. Lloró como las mujeres vallunas que son violadas sistemáticamente por ‘paracos’ y no pueden denunciarlo.
El puerto de Buenaventura había desaparecido. Se lo había tragado la tierra. Y lo más triste es que nadie se había dado cuenta. Ni el Gobierno, ni los medios, nadie. Luego revisó y se dio cuenta de que lo había escrito mal y repitió el ejercicio. Puso en el buscador ‘Malaventura’. Apareció de inmediato el mapa de Colombia con un puntico rojo que señalaba la ciudad costera.
Al parecer la habían rebautizado para ajustarla mejor a su realidad actual. Desde el año pasado –sí, hace solo pocos meses– la violencia ‘paraca’ y guerrillera ha dejado decenas de víctimas. Frase inerte y desteñida, usada cientos de veces por periodistas y leída otras tantas por miles de lectores que miran sin ver. Sí, la violencia había vuelto a Malaventura. O simplemente nunca se fue.
En esta ciudad es ley que las mujeres deben permitir manoseos de extraños, encuentros sexuales con paramilitares, deben dar vía libre a la prostitución de sus niñas de 12 años. Por eso se llama Malaventura.
Lo curioso es que el Gobierno le sigue diciendo ‘Buenaventura’ y la describe como una ciudad segura y como un triunfo de la democracia y de la presencia estatal. Pero esa Buenaventura ya no existe. Solo hay terror. Lo dicen informes que nunca tienen respuesta oficial (https://www.jrs.net/Assets/Regions/IOR/media/files/InformeBuenaventura.pdf) y lo gritan las mujeres negras, las indígenas, llorando golpizas diarias en silencio. ¿Sabrá Santos que se ha rebautizado esa ciudad? ¿Creerá que los partes de tranquilidad no son ciertos? ¿Cuántos días, meses o años de negación pasarán hasta que vuelva a reconocerse a los neoparamilitares como actores activos y nefastos del conflicto armado interno de Colombia? ¿Sabían que no se los reconoce como tales y esto significa que sus víctimas quedan a la deriva? Casos habrá donde se atenderán víctimas del horror paramilitar, pero muchos son los hombres que han muerto descuartizados y las mujeres forzadas a encuentros sexuales no consentidos, sin que el Estado diga “esta boca es mía”.
La negación ha llegado a niveles absurdos, donde poco importaría que esta ciudad desapareciera de la noche a la mañana. Poco importaría que un día intentáramos buscarla en Google Maps y apareciera un mensaje de error; 362.625 colombianos borrados del mapa de un plumazo.
Y tranquilos, que Buenaventura sí sigue existiendo, pero son muchos los que quisieran que un maremoto se la tragara. Triste ciudad negada, hondo e ininterrumpido el dolor de sus habitantes desnutridos e inermes. Mejor les iría llamándose Malaventura, al menos así su nombre no sería una dolorosa paradoja.
Opinión El Tiempo.