Óscar Hernández M., redaccion@elcolombiano.com.co, Medellín, martes 8 de febrero de 2011
SANTIAGO. Hoy saludo con un abrazo nada retórico a un nuevo, novísimo y excelente poeta: Santiago Espinosa. Joven como el que más, y dedicado de lleno a estas artes “marciales” de la poesía, de la literatura en general. Santiago encarna la nueva generación que entiende el mundo de manera clara y profunda cuando otros se han quedado en arrumacos, serenatas rimadas y sopas de letras seudofilosóficas, complicadas casi hasta los límites de la insanía.
Conmueve encontrarse con un poema de Santiago donde aparecen el abuelo y la madre. El abuelo que es “el mismo padre que ha dado la vuelta”, y la madre que es aquella cifra inmutable, invariable, plantada en la mitad del mundo que conocemos y que no conocemos. Es refrescante ver que un poeta joven recuerde que hubo alguien antes de que él llegara al mundo a decir sus palabras, las de su libro “Losecos”.
Espinosa, este poeta de hoy y que lo será por mucho tiempo, tal vez por todo el suyo, está vestido por dentro de su padre desde la punta del zapato hasta su más elevada neurona. De esas neuronas medio locas que deben habitar el corazón de los poetas. Su presente va ataviado con un imborrable traje del padre.
Es el hermoso tiempo tatuando sus memorias.