La situación económica mundial se caracteriza por una crisis económica generalizada que incluye a todos los grandes países capitalistas y de la cual no se sustrae el más poderoso: Estados Unidos. Este último trata de salir de ella por todos los medios, utilizando los métodos pacíficos cuando puede y la agresión brutal cuando la requiere. Su despiadado ataque contra el pueblo afgano, perpetrado en nombre de la lucha contra el terrorismo, comienza a atascarse en medio de la creciente oposición popular, mientras los jerarcas del imperio yanqui se aprestan a abalanzarse sobre otro pueblo postrado, el irakí. La fraseología sobre el libre comercio comienza a convertirse en algo del pasado, a medida que la Casa Blanca aprueba descaradas medidas proteccionistas. La lucha por el control del petróleo se destaca como el punto crítico de las contradicciones entre Estados Unidos, por un lado, y la Unión Europea, Rusia y Japón, por el otro. La resistencia contra las políticas del imperio norteamericano continúa aumentando y la arrogancia, prepotencia y militarismo norteamericanos promueven una creciente marea de descontento por todo el planeta.
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