Guillermo Alberto Arévalo
400 años ha que un hidalgo partió de algún lugar de la Mancha para desfacer entuertos, batallar con gigantes que parecen molinos, con la Iglesia toparse y ganar el amor de la muy fermosa Dulcinea. Hoy, cuando los orbes han completado innúmeros giros, la genialidad cervantina nos sigue haciendo reír… y pensar.
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