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Educación, ciencia y tecnología: Colombia, en la sima

Sep 26, 2012

Guillermo Guevara Pardo, Leído en Tribuna Magisterial, septiembre 25 de 2011 Los poderes económicos mundiales hace tiempo decidieron que Colombia sería un territorio destinado exclusivamente a la producción de bienes primarios. Cuando ayer el café era nuestro producto insignia, alguno de esos fantoches voceros del imperio estadounidense desde la Escuela de Negocios de Harvard recomendaba […]

Guillermo Guevara Pardo, Leído en Tribuna Magisterial, septiembre 25 de 2011

Los poderes económicos mundiales hace tiempo decidieron que Colombia sería un territorio destinado exclusivamente a la producción de bienes primarios. Cuando ayer el café era nuestro producto insignia, alguno de esos fantoches voceros del imperio estadounidense desde la Escuela de Negocios de Harvard recomendaba que el país se dedicara “a lo que sabe hacer bien, esencialmente producir café, pero no cometer el error de tratar de incursionar en temas más sofisticados en los cuales no tiene ninguna oportunidad”.

Los pusilánimes dirigentes que hasta hoy han gobernando esta nación, aceptan sin chistar toda orden que les imparte el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, debilitando hasta lo máximo posible nuestra soberanía nacional, condición necesaria para llevar a desastre el raquítico aparato industrial y arrasar además con el desprotegido sector agropecuario poniendo, de paso, en peligro la seguridad alimentaria de los colombianos. El país quedó sometido a la condición de neocolonia estadounidense, arrastrando el atraso que trae consigo la desgracia el ser una nación semifeudal.

La educación, la ciencia y la tecnología tampoco han escapado a tan lamentable destino. Las políticas gubernamentales han sumido a Colombia en el abismo del saber. A la nación se le ha negado la posibilidad de contribuir al desarrollo del conocimiento científico; la educación que se brinda a la gran mayoría de la población se ha planificado de tal manera que escasamente permite tratar de leer y entender la ciencia que se hace en otros países. Malvendemos a las metrópolis aquellos recursos naturales (hoy los mineros) con los cuales comprar toda la tecnología, ya elaborada, que se necesita en estos lares. Nos han condenado, por ahora, a cien años de atraso científico y tecnológico.

Para que esto no quede simplemente como un juicio de valor veamos las cifras que aporta el Academic Ranking of World Universities de 2011, elaborado por la Universidad de Shangai, una de las más prestigiosas de China, fundada en 1896. Las mejores universidades del mundo se ubican en los países más desarrollados del planeta: Estados Unidos, Japón, Francia, Alemania, Inglaterra y Canadá. En los 20 primeros puestos hay 17 estadounidenses, 2 inglesas y una japonesa. En América Latina las mejores son todas públicas: 7 en Brasil, la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad de Buenos Aires. El estudio de la Universidad de Shangai concluyó que para alcanzar tan privilegiadas posiciones, la causa fundamental tiene que ver con el presupuesto que cada Estado destina para la educación, la ciencia y la tecnología: según la Unesco, en 2007 Colombia dedicó a educación el 4,1% del PIB, mientras Brasil, por ejemplo, dedicaba el 5,1%. En el año 2006 el porcentaje del PIB per cápita que por alumno gastó Colombia fue de 19,6% mientras Francia destinaba el 33,3%. Por cada millón de habitantes había en Colombia, en 2006, 151 investigadores dedicados a Investigación y Desarrollo; para el mismo año Alemania contaba con 3392.

La reforma a la ley 30 que ha propuesto el gobierno de Juan Manuel Santos, su afán por hacer aprobar los TLC con Estados Unidos, la Unión Europea, Corea del Sur y otros, que es la profundización de la política económica impulsada durante los oprobiosos ocho años del mandato de Álvaro Uribe, seguirán llevando a la ciencia y la tecnología de Colombia hacia la oscura sima. Solamente el mandato de un gobierno verdaderamente democrático como el que proponen los candidatos del Polo, que consulte los intereses de la nación y no los de las multinacionales o los de una minoría parasitaria y apátrida, ubicará a la ciencia y la tecnología en la luminosa cima en que debe estar.

*Véase también el artículo “Colombia, en el abismo del saber” publicado en UNPeriódico, No. 148, del 11 de septiembre de 2011.

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