Javier Sáenz Munilla Periodista. Autor del blog sobre Latinoamérica http//:pepitorias.blogspot.com
Como si se tratara de una estrofa del poema “El sueño de las escalinatas” de Jorge Zalamea Borda, día tras día crece la audiencia del 15-M. Lo que se inició como una marcha de inconformidad en la Puerta del Sol de Madrid –que congregó a hombres y mujeres, sobre todo jóvenes, descontentos por la crisis española, el bipartidismo, la corrupción, el desempleo, los recortes a los salarios, a la inversión social y a la educación; la pérdida de las viviendas por la imposibilidad de pagar las hipotecas y la defensa del medio ambiente– se ha extendido a más de sesenta ciudades españolas, enfilando sus baterías contra el neoliberalismo y el “sistema”, y hoy se hace presente en diversas ciudades europeas y por lugares tan distantes de su punto de origen como Londres, Budapest, Edimburgo, Buenos Aires, Ciudad de México, Marruecos, Turquía, New York, Washington y Chicago, respaldando las protestas españolas pero, en muchos casos, enarbolando sus propias reivindicaciones. Los analistas atribuyen el movimiento los “Indignados” al libro Indignaos de Stéphane Hessel, quien recientemente publicó en compañía de Gilles Vanderpooten su complemento: Comprometeos. En España, bajo la coordinación de Rosa María Artal, un buen número de intelectuales y periodistas publicó igualmente el libro Reacciona. También se asegura que los “Indignados” son la prolongación previsible de los movimientos por la democracia en los países árabes del Norte de África. Para Ignacio Ramonet, el 15-M es otra versión del Foro Social Mundial. Sea lo que sea y así anotemos la ausencia de un programa revolucionario que vaya más allá de las reformas al sistema y la poca vinculación con los movimientos sociales, los sindicatos y los partidos de izquierda, lo que le da una debilidad intrínseca, es evidente que la raíz del movimiento los “Indignados” o “spanishrevolution” o sus nuevas versiones “Italian Revolution”, “Engagez-Vous” o la más general “europeanrevolucion”, hunden sus raíces reales en el descontento por las políticas neoliberales que en medio de la crisis económica europea y mundial ven una coyuntura favorable para desmontar en Europa y Estados Unidos lo que queda del “Estado de Bienestar”, es decir que los trabajadores paguen la bancarrota que suscitó el capital financiero. La acampadas, las marchas y las protestas no son sino un indicativo de la crisis universal suscitada por el neoliberalismo. No podemos predecir si el movimiento continuará, se consolidará o tendrá una muerte lenta. Lo que sí sabemos es que constituye una advertencia del descontento creciente contra los gobiernos neoliberales y una alerta del peligro que para la humanidad significa el gobierno de los bancos y las multinacionales. Deslinde
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