Aunque el aumento de los salarios en 2023 fue de 16,2%, esto no alcanza a contrarrestar todos los factores que determinan las alzas en el costo de vida. Están pendientes y no hay señales claras de que se adoptarán un conjunto de políticas que reduzcan la inflación, en contraste, las alzas en las tasas de interés y el acelerado aumento en los precios de los combustibles van en la dirección contraria.
El costo de vida en Colombia creció muy por encima del incremento del salario mínimo (10.07%) en 2022 por cuenta de los altos costos de los alimentos y los combustibles en los mercados internacionales. La inflación fue la más alta del siglo, una de las más altas de la región y, lo más preocupante, es que poco cedió en enero de 2023.
Más del 80% de la inflación tiene origen en gastos que los hogares de menores recursos no pueden evitar. Desde el segundo trimestre de 2021, los alimentos y servicios de alimentación han sido los causantes de aproximadamente el 50% de este fenómeno; los servicios públicos, del 14%; los costos de transporte, del 12%; y los artículos para el aseo personal y la conservación del hogar, del 5%.
Resulta paradójico que estos grupos de bienes sean los que más se han encarecido en un país como Colombia, reconocido por su potencial agrícola y minero energético. Todo porque el modelo de desarrollo impuesto hace más de tres décadas desindustrializó el aparato productivo mediante la desprotección comercial y financiera, las privatizaciones y la flexibilización laboral.
Aunque los fenómenos climáticos y el bloqueo de vías presionaron la canasta alimentaria al alza, particularmente en productos como el plátano, la papa o algunos frutos, el origen de la desbordada inflación de alimentos está en los productos importados. Bajo la idea de que la libre competencia especializaría la economía en sus ventajas competitivas, durante las últimas tres décadas los cultivos de productos agropecuarios clave que abastecen la industria alimenticia no fueron capaces de competir con las importaciones, disparadas por la Apertura Económica y los Tratados de Libre Comercio. Es aquí donde reside la principal debilidad del país en materia de precios, los alimentos que jalonan la inflación son los que más importa Colombia para abastecer su demanda interna de insumos agrícolas, pues compra en el extranjero casi el 100% del trigo, el 97% de la cebada, el 67% del Maíz, el 50% de otros cereales y el 30% de las legumbres.
Por otra parte, los elevados costos de la energía y otros servicios también son consecuencia del modelo neoliberal. Desde 1990 se han registrado por lo menos 21 ventas totales o parciales de empresas públicas por parte del Estado. La mayor participación del sector privado en actividades esenciales como los servicios públicos se aseguró con tarifas que garantizan la ganancia por encima de la calidad o cobertura, por medio de la inclusión de precios internacionales en los costos de generación, distribución y pérdida. En 2022, los servicios de electricidad y gas crecieron un 22%, el servicio de alcantarillado un 15% y el de suministro de agua un 12%.
Así mismo, los costos de transporte subieron 11.6%, impulsados principalmente por los combustibles, que crecieron un 13%. El valor del transporte de pasajeros por aire creció un 38%; el del terrestre intermunicipal, un 12%; y el del urbano, un 10%. Servicios que se encarecieron principalmente por la gasolina y los aceites y lubricantes derivados del petróleo, de los cuales Colombia debe importar el 22% y 52%, respectivamente, para abastecer su mercado interno. Estos insumos también golpearon bienes como los muebles y artículos para la conservación ordinaria del hogar que crecieron por encima del incremento del salario mínimo (18.3%).
A partir de 2021 los precios de las materias primas se encarecieron producto de la reactivación mundial. Los rebrotes en China y la guerra en Europa frenaron el retorno de los precios a niveles prepandemia, particularmente de insumos agropecuarios, cereales y combustibles. Como respuesta, el endurecimiento de la política monetaria de Estados Unidos, y de la mayoría de las economías occidentales posteriormente, para frenar la inflación, fortaleció el dólar frente a las demás divisas, lo cual encareció las importaciones.
Aunque la devaluación del peso implicó condiciones favorables para los productos de exportación, no compensó el incremento de los costos por el encarecimiento de los insumos y bienes finales importados. Ante esta realidad, la errada política del Banco de la República para controlar la escalada de los precios, subiendo las tasas de interés, resulta ser peor que la enfermedad, debido a que la mayor parte de la inflación tiene origen en la importación de productos que Colombia puede producir.
De manera que, la política monetaria no sólo no contuvo la escalada de precios, sino que incrementó el costo del crédito, lo cual frenó la reactivación al reducir la capacidad de consumo y de inversión de la economía. Tras 22 meses de crecimiento de precios y 16 meses de alzas de la tasa de interés, la inflación no da tregua. Mientras que los precios crecieron un 133% en 2022, las tasas de interés crecieron un 324%.
Para proteger la economía de las tormentas económicas internacionales, Colombia debe transitar hacia un nuevo modelo productivo que implica renegociar los Tratados de Libre Comercio, que amenazan la soberanía alimentaria; garantizar el acceso a recursos financieros de los sectores estratégicos para reindustrializar el mercado interno; ajustar las condiciones de participación del sector privado en la prestación de servicios básicos, particularmente frente al papel de las tarifas en la generación de utilidades; reducir los costos en las cadenas de suministro; entre otras tareas propias de una transformación productiva.
En el corto plazo, es imprescindible que el gobierno garantice costos justos para que los productores nacionales se recuperen tras dos años de actividad intermitente. La búsqueda de mecanismos para controlar o intervenir la tasa de cambio para reducir el precio de las importaciones, controlar los costos de comercialización de los insumos agropecuarios y promover la sustitución de insumos importados son las tareas prioritarias para frenar el avance de la enfermedad.
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