Amylkar Acosta, miembro de número de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas. www.amylkaracosta.net
LA CRISIS CAFETERA
El paro de los cafeteros puso en jaque al Gobierno nacional, fueron doce días durante los cuales se puso a prueba la capacidad de la Federación de cafeteros y del mismo Gobierno para encauzar sus demandas en procura de apoyo para enfrentar la peor crisis a la que se han visto avocados en décadas. Como nos lo recuerda el ex ministro Carlos Caballero Argáez, “el mundo cafetero de los sesenta años que transcurrieron entre los treinta y los ochenta del siglo pasado desapareció en 1989, cuando concluyó la era de los acuerdos internacionales del café, que se había iniciado en 1941. Esos acuerdos permitieron mantener altos los precios del grano mediante un esquema que establecía un precio de sustentación, retenía café en las épocas de precios bajos y lo soltaba cuando estos se elevaban”[1].
Desde entonces el café y los cafeteros quedaron a merced de un mercado imperfecto y expuesto a las presiones especulativas que le han imprimido una gran volatilidad a sus precios en la lonja internacional. A guisa de ejemplo, en febrero de 2012, por cada saco de café físico que se transó en el mercado se transaron 70 en el mercado de futuros. Así, en febrero de 2012, por cada saco de café físico que se transó en el mercado se transaron 70 en el mercado de futuros. Ah tiempos aquellos, dirán aquellos que siguen creyendo que todo tiempo pasado fue mejor.
Pero llama poderosamente la atención el hecho que, como lo acota un estudio del Banco de la República, “Colombia fue, tal vez, el único país que no logró aprovechar las ventajas y neutralizar las desventajas del rompimiento del Acuerdo mundial del café y el Pacto de cuotas en 1989”[2]. Prueba de ello es que entre 1989 y 2011 mientras Colombia perdió 7 puntos porcentuales de su participación en la producción mundial Brasil en cambio aumentó la suya en 13 puntos porcentuales. Y ello en un mercado en expansión, en un contexto en el que si bien aumentó la producción en ese mismo lapso de 90 millones a 131 millones de sacos, también aumentó en forma directamente proporcional el consumo y la demanda de este bebestible. Cabe preguntarse cuál fue el motivo para que los cafeteros colombianos no corrieran con la misma suerte de sus pares en otras latitudes.
El café llegó a tener tal importancia que al dar cuenta del comportamiento del PIB los reportes del DANE hacían notar la diferencia del crecimiento del mismo con trilla de café o sin trilla de café. Hoy, como lo dice el ex ministro “el café, quiérase o no, es un cultivo más, como las flores o el banano”[3], así de sencillo. Como nos lo recordó el propio Presidente de la República Juan Manuel Santos en su discurso en el acto especial con motivo de los 85 años de existencia de la Federación Nacional de Cafeteros, “hemos pasado de una participación porcentual de nuestro grano en el mercado mundial, de más del 15% en 1980, a apenas el 6.2% el año pasado”[4]. Colombia por muchos años fue prácticamente monoexportador de café, hasta que el renglón petrolero lo desbancó como primer producto de exportación y mayor generador de divisas. Eran los tiempos aquellos en los que los cafeteros a través de la poderosa Federación Nacional de Cafeteros ponían y quitaban presidentes, tenían asiento propio en la Junta Monetaria y a través de esta influían en la fijación de la tasa de cambio.
En las décadas del 60 y 70 las exportaciones de café llegaron a representar hasta el 20% del total, finalizando la década del 70 la caficultura tenía un peso en el PIB agropecuario del 25%. No obstante, ya para el año cafetero 2008/2009 a duras penas representó el 6.8% y en 2011/2012 6.3%, siempre a la baja y hoy en día sólo representan el 5% del total de las exportaciones colombianas.
LA TORMENTA PERFECTA
A partir de la abolición del Pacto cafetero el negocio del café es a otro precio, sobre todo después del desmonte de la banda cambiaria en la administración Pastrana, condición esta impuesta por el FMI e implementada dócilmente por el entonces Ministro de Hacienda y hoy Ministro de agricultura Juan Camilo Restrepo[5]. Desde entonces la tasa de cambio se ha convertido en el dolor de cabeza para los caficultores, como para los demás productores nacionales que se han visto afectados en los últimos años por la revaluación del peso frente al dólar. La caficultura en particular y la agricultura en general, al igual de la industria manufacturera, se han visto diezmadas por la enfermedad holandesa que ha traído consigo la reprimarización de la economía nacional[6]. La minería y los hidrocarburos han terminado desplazándolas y arrumándolas. Basta con señalar que la tasa de cambio del peso con respecto al dólar tuvo una apreciación del 24.58% entre el mes de marzo de 2009 y noviembre de 2012. Y la tendencia se mantiene; si bien en los dos primeros meses de este año dicha tasa ganó 2.61%, en el mes de marzo se revirtió dicha tendencia y volvió a la baja. Después que la cotización del dólar superó la barrera psicológica de los $1.800, el día de ayer cerró al $1.707.28, con tendencia a la baja, alejándose de la llamada “tasa Cárdenas”, en alusión al deseo del Ministro de Hacienda, de $1.900.
Pero, lo más grave ha sido la confluencia de la revaluación del peso con la caída de los precios y de la producción. En efecto, después de haber alcanzado unos niveles de precios atractivos y remunerativos en 2011 los cafés suaves colombianos, alcanzando el máximo pico en 34 años entre marzo y mayo de dicho año, el precio record de US $3.29 la libra –rozando los US $3.32, que ha sido el máximo histórico, del 14 de abril de 1977, debido fundamentalmente a un déficit de oferta en el mercado internacional y una súbita baja en los inventarios. El año 2011 cerró a la baja, con un precio de US $2.5 la libra, presionado a la baja en gran medida por la larga y profunda crisis de la Unión Europea, así como también por la lenta recuperación de la economía estadounidense. Ya para abril de 2012 el café se cotizaba a US $1.75. Y hablando de precios, por fortuna son cada vez más las fincas cafeteras que se han enfocado hacia la producción de cafés especiales, de origen, café orgánico y el denominado café gourmet, que tienen un nicho propio cada vez mayor en los mercados internacionales, cuyos consumidores están dispuestos a pagar una prima sobre el precio de los mismos.
Entre enero de 2005 y marzo de 2011 los cafeteros pudieron contrarrestar el efecto de la revaluación con el repunte de los precios del grano; pero en los últimos dos años el desplome de los precios en la Bolsa de Nueva York cayó desde los US $2.72 la libra a US $1.46. La cotización del día de ayer fue de un lánguido US $1.38 la libra. En cuanto a la producción ésta ha venido cayendo ostensiblemente; Colombia pasó de producir 17 millones de sacos de café en 1993 a sólo 7.6 millones en 2012, la menor en 30 años, de tal suerte que no pudo aprovechar la coyuntura de altos precios por la caída en la producción. Colombia pasó de ser el segundo productor y exportador de café del mundo después de Brasil (según la Organización Internacional de café, produjo 43.5 millones de sacos en 2011) al cuarto lugar con 7.6 millones de sacos, superada por Vietnam (24.1 millones de sacos) e Indonesia (8.6 millones de sacos), mientras que Perú nos viene pisando los talones.
Y lo que es peor, después de ser exportadores hemos pasado a ser importadores del grano, nuestro producto insignia: según informe del mercado cafetero mundial, del Departamento de Agricultura de EEUU, “Colombia depende de las importaciones de grano de Ecuador y Perú, para abastecer casi el 90% del consumo interno, frente a sólo el 20% antes de la caída de la producción”[7]. Increíble, pero cierto, no sólo hemos perdido participación en el mercado internacional del café sino que hemos venido perdiendo el mercado doméstico. Huelga decir que la contribución cafetera que pagan las importaciones y recauda la Federación de cafeteros no deja de ser un incentivo perverso de las importaciones de café al país. Dicho sea de paso, poco o nada viene haciendo la Federación de cafeteros para ampliar y profundizar el mercado interno, que permanece estancado en un consumo de 1.8 kilos por persona al año – un tercio del consumo en Brasil – y será muy difícil lograrlo mientras se siga abasteciendo con café de pésima calidad, como los que se importan o simplemente reciclando la pasilla para producir café instantáneo. Y mientras tanto seguimos alardeando y chicaneando inútilmente con el cuento que producimos “café excelso tipo Federación”, el mejor y más sabroso del mundo!
ATRAPADOS SIN SALIDA
Así las cosas, la caída en simultánea del nivel precios y del tamaño de la cosecha, del 40% en ambos casos, aunado al impacto de la revaluación (menos pesos por dólar) condujo a que los cafeteros produjeran el café a pérdida. Esta situación se tornaba insostenible, dado que al caficultor (96% de ellos pequeños productores) le ha tocado vender la carga de café por debajo de lo que le cuesta producirlo. Ellos, como todos los demás sectores productivos afectados por la revaluación le han pedido en todos los tonos al Gobierno que trate de contener la presión revaluacionista sin encontrar eco. El Presidente de la República por fin se pellizcó al percatarse tardíamente que la revaluación “comienza a golpear el crecimiento del país”[8] y le pidió ayer a los miembros de la Junta directiva del Banco de la República que deberían ser más “creativos”, para no decir agresivos, en sus intervenciones para lograrlo, dada la timidez de las medidas que hasta ahora han tomado y que por ello mismo han resultado inocuas.
Ante el efecto arrasador de la revaluación del peso, primero fueron los textileros, los confeccionistas los que solicitaron y obtuvieron del Gobierno una protección arancelaría. Ahora el turno era para los caficultores, que después de 12 días de paros y protestas obtuvieron de parte del Gobierno unas medidas compensatorias, las cuales les servirán de lenitivos para poder sobreaguar por ahora. Se trata de un subsidio al precio denominado Apoyo al Ingreso de la Caficultura (AIC), mediante el establecimiento de una banda de precios que oscila entre los $600 mil y $480 mil la carga, $145 mil por carga, cuyo costo es de $600 millardos, con cargo al Presupuesto General de la Nación.
No han faltado los críticos de esta subvención a los cafeteros por considerar que esta es una transferencia de ingresos provenientes de los impuestos que pagamos todos los contribuyentes a un sector “privilegiado” de la economía, pero son los mismos que callan como ostras frente a los efectos de una reforma tributaria como la aprobada a finales del año pasado, que le significó a 500 mil contribuyentes de la clase media, cuyos ingresos se derivan de un sueldo, salario u honorarios, más no de dividendos, el pago de $3.2 billones adicionales a los $2.6 billones que venían pagando, todo para cubrir el hueco fiscal que significó la reducción del impuesto de renta para las empresas del 33% al 25% y el alivio para ellas de la supresión de los aportes parafiscales al SENA, al ICBF y la cotización en salud[9]. En el caso del café y de los cafeteros, esta pela que se da el Gobierno tiene un atenuante y es que por muchos años los caficultores contribuyeron con buena parte de sus ingresos al Fondo Nacional del Café, cuyos recursos siempre estuvieron a disposición del Ministro de Hacienda de turno. De manera que en este caso el Gobierno le está retornando a los caficultores sólo parte de los recursos que enantes había recibido de parte de ellos.
EL PROBLEMA ES ESTRUCTURAL
Pero esta es una medida de emergencia, transitoria, que no toca el problema estructural que tiene que ver con la competitividad. Bien dijo el Nobel de Economía Paul Krugman que en materia de competitividad la productividad no lo es todo, pero a largo plazo lo es casi todo. Y allí es donde viene fallando la caficultura colombiana. En Colombia no sólo no se ha progresado en productividad y competitividad sino que se ha retrocedido en este como en los demás sectores productivos. Es así cómo a pesar de haber aumentado un 4.1% en el área sembrada de café entre 2002 y 2011 la producción, según la FAO, ha disminuido casi el 35% en el mismo lapso, al pasar de 980 kilos a menos de 633kilos por hectárea de café verde, lo cual significa que ha venido cayendo a una rata del 3.5% anual. Ello contrasta con lo que se ha dado en Brasil aumentó sus rendimientos en más del 12%, pasando de 1.117 kilos a 1.257 kilos por hectárea – en los últimos 30 años amplió su frontera agrícola el 20% y la producción agrícola el 150% -; entre tanto Honduras pasó de producir 845 kilos por hectárea a 1.066, un alza mayor del 26%, un 3.2% anual; Perú y Guatemala también aumentaron su productividad en un 7.3% y 15.4%, respectivamente. Y hay un caso excepcional del cual Colombia tiene mucho para aprender: Vietnam tuvo una elevación de la productividad espectacular, al pasar de producir 1.420 kilos a 2.108 kilos por hectárea, un incremento del 5.8% anual, siempre para el mismo período considerado. Algo tuvieron que hacer ellos mejor que no hizo Colombia, para que su caficultura hubiera llegado a esta situación de postración que amenaza con arruinar a los caficultores. Y no estamos hablando de naderías, estamos hablando de la suerte de más de 500 mil familias que derivan su subsistencia de esta actividad.
SALIDA EN FALSO
Al Gobierno y a la Federación de cafeteros se les salió de las manos la airada protesta de los caficultores, encabezada por el Movimiento de la Dignidad Cafetera. Primero intentaron ignorarlo y subestimarlo, luego quisieron criminalizar la protesta insinuando que detrás de la misma estaba la guerrilla. Luego el Gobierno comete el más craso error al sentarse a “negociar” el paro con la Federación, que no estaba en paro, para terminar negociando, muy a su pesar, con los verdaderos líderes de la protesta, hasta arribar a un acuerdo – después de 30 horas de extenuante pulso entre el Gobierno y los cafeteros, con la mediación del Vicepresidente Angelino Garzón – que le puso punto final a las marchas y bloqueos que tenían virtualmente paralizado al país. El Ministro del Interior Fernando Carrillo tuvo una salida en falso al declarar al término del paro que de esta manera había fracasado “el intento de una insurrección antisantista”[10].
La gran perdedora en este transe fue la Federación Nacional de Cafeteros, sumida en su peor crisis de legitimidad en sus 86 años, cuya relación con los comités de cafeteros, según sus voceros, se volvió “muy tenue y diluida”[11], su Presidente Luis Genaro Muñoz, que mostraron su inoperancia e ineptitud proverbiales y desde luego el Gobierno, que habrá de pagar el costo político de sus desvaríos y desaciertos. Fue tan torpe el manejo que se le dio a este conflicto por parte del Gobierno, que en lugar de apagar el incendio lo atizaron decretando un alza del combustible en el momento más álgido del mismo precipitando un paro de camioneros, que fue la otra pata que le salió al cojo. Claro, para sofocar las llamas del incendio que ellos mismos propagaron tuvieron que ceder también en este caso y al Ministro de Minas y Energía Federico Rengifo le tocó dar su brazo a torcer echando para atrás el alza de $159 en el precio del ACPM y congelándolo por tres meses. Esta es otra bomba de tiempo que queda allí inactiva por algún tiempo.
En medio del forcejeo con los indignados cafeteros y en momentos que no daba pie con bola, todo patidifuso, se le antojó al Presidente que su anuncio de la convocatoria de una “constituyente” cafetera iba a aplacar los ánimos exaltados. Pero no fue así, sus dirigentes no cayeron en este garlito. La solución del problema estructural pasa por repensar el sector, replantear las políticas públicas que le conciernen y, lo que es más importante, un cambio del fracaso modelo económico prevaleciente que tiene en calzas prietas a la agricultura y la industria y amenaza con desmantelar el aparato productivo nacional, que pasa por su peor momento. Y, desde luego, implica también una reingeniería de la Federación Nacional de Cafeteros, que se quedó anclada en el pasado, atravesada como mula muerta en el camino que hay que explorar para que el café recobre su importancia y se reencause por la senda de su recuperación y consolidación. Al fin y al cabo, como lo señala el sabio Albert Einstein, “locura es hacer lo mismo y esperar resultados diferentes”.
En todo caso, frente a este siniestro de la desastrada economía cafetera cabe un juicio de responsabilidad, porque lo acontecido no es producto del azar ni tampoco del destino, sino fruto de una política equivocada. No faltará quien diga que es mejor dejar los Santos quieto, que no se trata de buscar culpables y todo termine como el caso del chasco que nos llevamos con el fallo de la Corte Internacional de la Haya, que después de la algarabía que provocó el Gobierno con el anuncio de la publicación de las actas de la Comisión Asesora de Relaciones internacionales para que se conociera la actuación de cada gobierno en dicho contencioso y la responsabilidad que les cupo, terminaron echándole tierra al asunto, arropándose todos con la misma sábana…y todos tan contentos. Es preciso, entonces, establecer por qué pasó lo que pasó, porque, como afirma el historiador Marc Bloch, “la incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado”. Así de claro!
Riohacha, marzo 15 de 2013
www.amylkaracosta.net
[1] El Tiempo. Marzo, 9 de 2013
[2] Banco de la República. Borradores de economía. Carlos Gustavo Cano y otros. El mercado mundial del café y su impacto en Colombia.
[3] Idem
[4] wsp.presidencia.gov.co/prensa/2012/junio, 27 de 2012
[5] Amylkar D. Acosta M. Ajuste fiscal o desajuste estructural. 1999
[6] Amylkar D. Acosta M. La trampa de la reprimarización. Septiembre, 18 de 2011
[7] Portafolio. Cofee: World markets and trade. Marzo, 16 de 2013
[8] Portafolio. Marzo, 14 de 2013
[9] Amylkar D. Acosta M. Campanazo de alerta. Marzo, 1 de 2013
[10] El Tiempo. Marzo, 9 de 2013
[11] El Espectador. Marzo, 7 de 2013