Javier Flores / La Jornada, mayo 13 de 2014
La curiosidad es el motor principal del conocimiento. El avance de la ciencia es, por tanto, inevitable, pues se sustenta en esta cualidad de la naturaleza humana. Pero este afán por conocer –el cual no puede ni podrá ser impedido por ninguna dictadura abierta o disfrazada– debe expresarse con responsabilidad y eso es reconocido por la mayoría de los científicos y sus organizaciones. A escala mundial, el temor (en ocasiones infundado) en algunos sectores de la sociedad ante ciertos avances del conocimiento, se traduce en la exigencia para establecer regulaciones, moratorias e incluso prohibiciones sobre los proyectos científicos, con lo que se puede inhibir la investigación fundamental para avanzar en la comprensión de la naturaleza y lo humano y se obstaculiza la innovación para encontrar beneficios a partir de los nuevos descubrimientos. ¿Cómo hallar el equilibrio entre el avance del conocimiento y la limitación de los riesgos asociados a él? Este es sin duda uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo.
Un ejemplo de lo anterior es la biología sintética, un área de la ciencia dirigida al diseño y construcción de moléculas y sistemas biológicos para realizar funciones nuevas o mejoradas. Es un campo de la investigación surgido muy recientemente. En 2003 sólo se habían publicado tres artículos sometidos a revisión por expertos y en 2013 esta cifra creció a 800. Está en pañales, no obstante, de acuerdo con lo que señala Volker ter Meulen en un artículo publicado el miércoles pasado en la revista inglesa Nature, algunos grupos ambientalistas y organizaciones no gubernamentales pretenden ya forzar una moratoria a estos proyectos.
Algunos de los beneficios más tangibles del diseño de moléculas en la biología sintética se encuentran en el campo de la salud humana. A partir del descubrimiento realizado por JayKeasling, de la Universidad de California en Berkeley, una empresa farmacéutica inició la producción a gran escala de un medicamento contra la malaria llamado artemisina, lo que muestra beneficios potenciales para salvar vidas. Son numerosas las posibles aplicaciones derivadas de la construcción de moléculas no sólo en la biomedicina, como lo muestran los avances obtenidos por los investigadores del PacificNorthwestNationalLaboratory en Richland, Washington, que están creando catalizadores (enzimas) a partir de hongos sintéticos que pueden transformar los azúcares de la biomasa vegetal en combustibles y otros productos químicos útiles.
En su artículo Ter Meulen señala que avances como el anuncio reciente de la creación de un cromosoma artificial de levadura (al que ya me referí en este mismo espacio La Jornada 8/4/14) muestra que la biología sintética está cada vez más cerca de lo que muchos científicos quieren: ofrecer beneficios a la sociedad.
En el mismo sentido, la Red Mundial de Academias de Ciencias (IAP, por sus siglas en inglés), organización que agrupa a las academias de 106 países, entre ellas la Academia Mexicana de Ciencias, emitió una declaración sobre este tema el pasado miércoles 7 de mayo en la que se señala que a pesar de los beneficios que pueden derivarse de la biología sintética, ésta se ha convertido en un tema controversial y reconoce que hay agrupaciones opuestas a ella.
Volker ter Meulen advierte que el debate sobre la biología sintética está entrando en una fase crítica ante la próxima Conferencia de las Partes en el Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB), que se reunirá en octubre próximo, y es muy claro al señalar en su artículo que los grupos ambientalistas argumentan que (la biología sintética) plantea riesgos para la salud y el medio ambiente y han pedido una moratoria global. Hemos estado aquí antes: temores exagerados y la aceptación acrítica de las reclamaciones de los riesgos de la modificación genética dieron lugar a una regulación excesivamente cautelosa y un bloqueo en la innovación, que no sólo frenó el desarrollo de nuevos productos, sino también disuadió a la ciencia básica.
Por su parte, la declaración de la IAP no deja lugar a dudas: Desde el punto de vista de la IAP, basarse en evidencias no confirmadas para introducir una moratoria sería contraproducente. Así que es vital que la política global no apruebe, ya sea intencional o inadvertidamente, restricciones excesivas para la biología sintética. Esto desalentaría la innovación, que a su vez puede ayudar a satisfacer la seguridad alimentaria y energética, a mejorar la salud y la sustentabilidad ambiental, así como a resolver otras prioridades sociales. La declaración completa.
De este modo, en mi opinión, queda suficientemente clara cuál es la postura de la comunidad científica frente a una de las áreas de la investigación más jóvenes y prometedoras: No a las restricciones y regulaciones excesivas, no a una moratoria para la biología sintética y sí una actitud responsable de los científicos de cara a la sociedad.