Jorge Wagensberg*
Mètode, número 79, Otoño, 2013, Universidad de Valencia
Pocos son los que reniegan del quehacer interdisciplinario, aunque pocos sean también, curiosamente, los que lo practican. ¿Qué es una disciplina? Se trata de una clase de conocimiento, una forma de comprender la realidad, por lo que una disciplina queda bien definida por tres aspectos de la comprensión: 1) el objeto (cuya comprensión buscamos), 2) el método (que usamos para comprender) y 3) el lenguaje (que elegimos para comunicar la comprensión). Son los tres criterios que demarcan una disciplina. La definición es clara, pero no nítida porque cualquiera de estos criterios admite a su vez una jerarquización más o menos detallada. Por ejemplo, si atendemos al objeto entonces la disciplina puede ser la materia, o la materia viva, o los animales, o los insectos, o las hormigas… De modo que solo por este criterio la ciencia se denomina biología, zoología, entomología o mirmecología. Si atendemos al método, entonces la disciplina puede ser la ciencia (y no el arte o el conocimiento revelado), pero dentro de la ciencia se puede optar por diferentes metodologías, como la de buscar teorías (física), estructuras (química), mecanismos (biología), sistemas (economía)… Y si atendemos al lenguaje entonces la disciplina puede ser el arte (y no la ciencia o la revelación) que a su vez puede concretarse en el lenguaje propio de la pintura, de la escultura, del cine, de la poesía, de la música… Pero, afinando aún más dentro de la pintura, el lenguaje puede ser el de la pintura rupestre, del gótico, del Renacimiento, del barroco, del impresionismo, del cubismo, del pop art… Una disciplina pura equivale a una disciplina con contenido, método y lenguaje bien definidos y constantes. Pero nunca ha existido una disciplina así en ciencia o en arte. Solo la tradición (en su versión débil) o el fanatismo (en su versión fuerte) intentan que un conocimiento persevere en un presunto estado de pureza inalterable. El conocimiento es por definición impuro, promiscuo, multidisciplinario, ¡interdisciplinario!
En otras palabras, la nitidez de las fronteras que enmarcan una disciplina del conocimiento es la nitidez con la que se definen las tres propiedades fundamentales: contenido, método y lenguaje. «Tierra adentro» de una disciplina, lejos de la frontera, se pisa fuerte explorando una realidad concreta con un método y un lenguaje bien asentados. Sin embargo el territorio cercano a la frontera se nos antoja de cierto riesgo, resbaladizo. El talante interdisciplinario consiste en mirar por encima del horizonte disciplinario en busca de un cambio de complejidad, un cambio de método, un cambio de lenguaje o un cambio combinado de las tres cosas. El conocimiento avanza por sus costuras, por las fronteras de sus disciplinas.
La ciencia progresa sobre todo porque cambia el modo de enfocar el objeto de comprensión. Así, la física cuántica nace para atender a objetos pequeños; la relatividad especial, para dar cuenta de objetos rápidos; la cosmología, para tratar objetos grandes; la biología, para explorar objetos complejos… El arte trata siempre de complejidades de la condición humana así que cuando cambia, es sobre todo porque cambia de lenguaje. Cada vanguardia se presenta en escena con una propuesta de lenguaje bajo el brazo. El conocimiento revelado tiende a no cambiar o, mejor dicho, cuando cambia es porque cambia de revelación o de entidad reveladora. (Lógicamente, porque una creencia suele incluir la manera de perpetuarse a sí misma. De ahí la relevancia del concepto tradición y su polémico uso como argumento, de ahí la trascendencia de la fe y el dudoso mérito del creador que se la atribuye como virtud.)
Pero el talante interdisciplinario se nutre también de sabrosas combinaciones cruzadas de contenidos, métodos y lenguajes. El arte no solo importa lenguajes de otras disciplinas artísticas, como la pintura “Nu decendant de l’escalier” de Duchamp (1912) de la secuencia de fotografías “Woman Walking Downstairs” de Muybridge (1887) –según confesión de aquel− sino que importa también complejidades de la ciencia, como ilustra el “Ala de pájaro azul” de Durero (1512). Y la ciencia tampoco se nutre solo de nuevas complejidades sino también de lenguajes exóticos como la autosimilitud fractal de Mandelbrot (1975) del cuadro “Visage de guerre” de Dalí (1940), según declaración explícita del matemático.
La práctica de la interdisciplina requiere de alguien que se dedique antes a la disciplina, eso es verdad, pero el espíritu de la frontera vale la pena porque la realidad no tiene ninguna culpa de los planes de estudio que se pactan en escuelas y universidades. Eso no es lo de menos.
*Director científico de la Fundación La Caixa, Barcelona.