Por Helen Alexa Montenegro Rojas – asistente de Investigaciones y asuntos de Género de Cedetrabajo.
Tras las recientes victorias de la Selección Colombia de Mujeres, este grupo de deportistas ha sido noticia de primera plana en los medios nacionales e internacionales. Debido al buen nivel de las futbolistas colombianas, en los últimos cinco meses se ha logrado la clasificación a tres copas mundiales con sus selecciones -la sub 17, la sub 20 y la Mayores-, siendo la más comentada la entrada a la Copa Mundial Femenina de Fútbol de 2023 y a la cual se ganó un cupo por llegar a la final de la Copa América, torneo que se está disputando en el país. No obstante, éste no ha sido precisamente un camino de rosas, pues las futbolistas se enfrentan a una lamentable realidad: la División Mayor del Fútbol Colombiano, Dimayor, confirmó que no se realizará Liga profesional de mujeres aludiendo que representa una carga financiera que los clubes no están dispuestos a asumir, ya que, según éstos, “no es rentable y pone en riesgo su salud institucional”. Buena parte del equipo que clasificó al Mundial se enfrentará al desempleo apenas acabe el torneo.
A diferencia de Europa, en Latinoamérica el fútbol de mujeres no ha tenido ni el desarrollo ni el apoyo -estatal ni privado- que su similar, el fútbol masculino, sí. Así, en razón de las ideas conservadoras que posicionaron este deporte como prevalentemente para hombres. En ese sentido, uno de los países que ha dado pasos importantes en este proceso de reconocimiento de la mujer en el deporte ha sido Argentina, que el año pasado celebró el 30 aniversario de su primer torneo profesional de mujeres en la Asociación del Fútbol Argentino AFA. La primera edición de la Liga profesional de mujeres en Colombia se realizó en 2016.
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Una de las más visibles dificultades para el fútbol profesional de mujeres es la escandalosa brecha salarial entre los futbolistas hombres y mujeres. Mientras el futbolista profesional mejor pagado puede ganar alrededor de los 200 millones COP mensuales, el promedio entre las futbolistas profesionales colombianas no supera los 2 millones COP mensuales (El Empleo.com). Además, los futbolistas sí cuentan con la estabilidad laboral propia del ejercicio profesional. Cuando las deportistas exponen sus precarias condiciones laborales, se han enfrentado al ostracismo deportivo por parte de la Federación Colombiana de Fútbol, dejando de ser convocadas a su selección.
En definitiva, el futuro del fútbol profesional de mujeres está en vilo y, ya que como país hemos celebrado con ahínco sus logros deportivos, debemos reflexionar sobre la silenciosa complicidad a la que estamos asistiendo como aficionados, vitoreando éxitos alcanzados con las uñas, fruto del trabajo de mujeres que a “codazos” se abren camino para jugarse un lugar en un deporte tan masculinizado. Por supuesto, es menester del Ministerio del Deporte impulsar, gestionar y favorecer los recursos necesarios para garantizar la realización de una liga de fútbol profesional de mujeres que dignifique su quehacer y reivindique sus derechos laborales. Como aficionados, es nuestro deber acompañar a las jugadoras en el estadio.