En estas elecciones en Estados Unidos, la política exterior y el fortalecimiento militar son temas que trascienden los partidos. A pesar de las diferencias ideológicas entre los candidatos, el consenso parece girar en torno a la necesidad de mantener y expandir el poder militar de la nación, una posición que no solo impulsa la influencia global de Estados Unidos, sino que asegura su economía interna. Sin importar el resultado electoral, el gran ganador es el complejo militar-industrial, una estructura sólida y bien enraizada en la economía nacional, con profundas conexiones en diferentes sectores, que se proyecta como la columna vertebral del desarrollo económico.
La expansión del sector militar como motor económico
La industria de armamento y defensa es, sin duda, uno de los mayores generadores de empleo en Estados Unidos. Empresas como Lockheed Martin, Boeing, Raytheon, General Dynamics y Northrop Grumman no solo producen armas y equipos de defensa, sino que representan oportunidades de empleo para millones de estadounidenses. Estas compañías lideran la creación de puestos de trabajo, no solo en sus instalaciones, sino en una amplia red de contratistas y proveedores. Con contratos multimillonarios gestionados por el Departamento de Defensa, estas empresas emplean a alrededor de 2.7 millones de personas, incluyendo no solo personal directo, sino también contratistas especializados.
Este despliegue laboral no solo beneficia a las grandes ciudades, sino que alcanza también a localidades donde la presencia de bases militares se traduce en prosperidad local. Ejemplos como el de San Diego, donde la Marina de Estados Unidos representa casi un tercio de la economía local, muestran cómo el despliegue militar tiene un impacto económico directo. Otro caso notable es Corpus Christi, Texas, seleccionado en 1986 como uno de los puertos base de la Marina, donde cada año el despliegue militar genera empleos y recursos que dinamizan la economía de la región.
El papel de los contratos y el empleo privado en las guerras modernas
Las guerras recientes en Irak y Afganistán dejaron claro que la militarización trasciende las fuerzas armadas regulares. Empresas privadas como Blackwater, involucradas en operaciones de gran envergadura y controversia, reflejan el alcance de las políticas de externalización militar. En ambos conflictos, las tareas antes reservadas a soldados fueron asignadas a empresas privadas, aumentando la participación de estas en los escenarios de guerra. En Irak, miles de trabajadores de compañías privadas operaron al margen del ejército, ampliando así la esfera de influencia del sector privado en los conflictos armados.
La asignación de contratos a nivel local se convierte también en una poderosa herramienta de influencia política. Bernie Sanders, por ejemplo, consiguió un contrato lucrativo para su estado de Vermont, relacionado con el desarrollo del cazabombardero F-35, impulsando la industria aeroespacial en su región. Estas asignaciones aseguran no solo empleos, sino también respaldo político, generando una relación de dependencia entre el gobierno federal y la industria de defensa, que involucra tanto a legisladores como a gobiernos locales.
La implicación de las universidades y las cárceles en la industria militar
El vínculo entre la academia y la industria militar es igualmente evidente. Universidades como la de California, a través de su operación del Laboratorio Nuclear de Los Álamos, participan en el desarrollo de armamento avanzado. Estas instituciones, a través de proyectos de investigación y desarrollo, aseguran el avance de tecnología bélica que sostiene el poderío militar estadounidense.
El sistema carcelario también se vincula estrechamente con la producción militar. En las prisiones de Estados Unidos se manufacturan una gran variedad de productos destinados a las fuerzas armadas, desde cascos hasta equipos de ensamblaje y pintura. Esto no solo representa una fuente de empleo para los presos, sino también un medio para reducir costos en la producción de equipamiento militar. La estructura carcelaria nacional, que alberga a 1.5 millones de personas, genera empleo y contribuye a la producción interna, especialmente en sectores de fabricación, lo cual refuerza la integración entre el sistema penal y el complejo militar.
El papel del Departamento de Policía y la militarización interna
La militarización se ha extendido también al ámbito policial. En la actualidad, las fuerzas de policía, conformadas por aproximadamente 1.25 millones de personas, han adoptado equipamiento militar proporcionado por el Pentágono. Esto se ha vuelto particularmente evidente en el uso de armamento avanzado y tácticas militarizadas en la administración del orden público. Existen profundas conexiones entre el ejército y los cuerpos de seguridad locales, donde exmilitares encuentran oportunidades laborales, creando un ciclo de militarización en ambos sectores.
Exportaciones y expansión de la industria armamentista
Estados Unidos es el mayor exportador de armamento, cubriendo cerca del 40% de las ventas mundiales. La venta de equipo militar a otros gobiernos alcanzó un récord en 2023, contribuyendo con más de 238 mil millones de dólares. Estas exportaciones no solo son una muestra de la influencia estadounidense en el exterior, sino también una estrategia para afianzar alianzas con países aliados, fortaleciendo su presencia en el ámbito internacional.
La fabricación de armas y municiones continúa generando empleos. Alrededor de 150,000 personas se dedican a la producción, distribución y venta de armas de fuego, municiones y suministros. Además, esta industria abarca una cadena de suministro que va desde la fabricación de componentes específicos hasta la comercialización de productos terminados. Este sector no solo mantiene la economía doméstica en movimiento, sino que también asegura que Estados Unidos se posicione como el principal proveedor de armamento para países aliados.
Una elección sin cambios para el futuro del complejo militar
Tanto Donald Trump, el candidato republicano, como su oponente demócrata, Kamala Harris, coinciden en que el mayor desafío externo para Estados Unidos es China. Ambos proponen una política de reforzamiento militar para hacer frente a esta potencia, previendo una expansión significativa en la producción de armamento. Desde el Pentágono, se estima que solo para reponer los misiles enviados a Ucrania, el país necesitaría al menos cinco años de producción continua. Además, ante la posibilidad de un conflicto de mayor magnitud, Estados Unidos está preparado para incrementar la producción de armamento avanzado.
Los analistas señalan que la nueva confrontación con China obligaría a Estados Unidos a movilizar recursos adicionales en áreas estratégicas como la defensa aérea y el despliegue de submarinos de ataque. Sin embargo, ninguno de los candidatos se muestra dispuesto a replantear la dependencia económica del país en el sector de defensa. Al contrario, sus planes refuerzan esta estrategia, asegurando que el dominio militar siga siendo una prioridad tanto para la seguridad nacional como para el crecimiento económico interno.
La estabilidad económica y la hegemonía estadounidense
El futuro del complejo militar-industrial en Estados Unidos parece asegurado, independientemente del resultado de las elecciones. Este sector ha tejido una red de influencia que abarca desde las altas esferas gubernamentales hasta las localidades rurales, consolidando su papel en la economía nacional. Al asegurar millones de empleos y al sostener industrias clave, el complejo militar-industrial continuará siendo un pilar de la economía y de la influencia internacional de Estados Unidos.
Mientras se publicaba está columna se conocieron los resultados preliminares cuyo resultado da por ganador a Donald Trump, quien consiguió 277 votos electorales frente a los 224 de su rival, la vicepresidenta demócrata Kamala Harris, pero ese será tema para la próxima columna.