La radiactividad es clave para detectar falsificaciones pictóricas. El caso del falsificador Van Meegeren fue uno de los más sonados. Química y arte se conjugaron para demostrar el fraude pictórico.
‘La cena en Emmaus’, de Han van Meegeren, atribuida en su momento a Vermeer. MUSEUM BOIJMANS VAN BEUNINGEN, ROTTERDAM
La radiactividad es un fenómeno físico donde la química está presente. De esta manera, la química se nos revela, una vez más, como la física de la materia compleja.
Por añadidura, fue Ernest Rutherford, químico británico nacido en Nueva Zelanda, quien demostró a principios del siglo pasado que la radiactividad de una sustancia es directamente proporcional al número de átomos presentes en dicha sustancia. Tal propiedad del átomo será clave para detectar falsificaciones pictóricas. Uno de los casos más sonados, donde química y arte se conjugaron para demostrar el fraude, fue el caso del cuadro atribuido al pintor holandés Vermeer (1632-1675) y que lleva por título Mujeres sorprendidas en adulterio. Su falsificador era un pintor desconocido, un tipo con talento para la copia que falsificaba cuadros por venganza. Estaba resentido con el mercado del arte, del que se sentía una unidad de producción marginal. Su nombre era Van Meegeren y sería detenido el 29 de mayo de 1945, al final de la II Guerra Mundial, no por falsificador sino por haber vendido al mariscal Goering el citado cuadro.
Con esto, Van Meegeren sería condenado a muerte por colaborar con los nazis en el expolio artístico europeo. Pero poco después de su detención, confesaría desde su celda que el único delito por el que se le podía acusar era por vender al mariscal Goering un cuadro falso. Se delató a sí mismo, confesando que había sido el autor del Veermer. Ya puesto, Van Meegeren también declaró que no sólo falsificó ese cuadro sino algunos más. En un principio nadie creyó al pintor. Todo el mundo pensó que decía esto para librarse de la condena a muerte. Había empezado la cuenta atrás y necesitaba salvarse. Soltar un bulo era una manera de salvar el pellejo, el cuello de la horca.
Para demostrar que estaba en lo cierto, que no era engaño, Van Meegeren pidió material de pintura y un lienzo. Desde su celda realizó el cuadro de Vermeer Jesús entre los doctores. Los expertos, a ojo, se dieron cuenta de que Van Meegeren no mentía, de que estaba en lo cierto. Su técnica de copista no dejaba trazo de Vermeer sin reflejar. Con tales mañas, la pena de muerte fue conmutada y a Van Meegeren se le condenaría por falsificación. Le caería un año. No cumplió su condena, pues, poco después, un ataque cardíaco acabaría con su vida.
Van Meegeren trabajaba al detalle, no sólo con el pincel y los trazos, sino con los elementos empleados. Por ejemplo, las telas que utilizaba Van Meegeren eran de la denominada Edad de Oro neerlandesa, un periodo de gran florecer en lo que se refiere a política, economía y cultura, donde destacó Vermeer. Lo que hacía Van Meegeren era utilizar cuadros de aquella época pero sin valor de cambio en el mercado del arte y que raspaba hasta conseguir la textura necesaria para ponerse a la labor de la falsificación. Conocedor de los materiales químicos, Van Meegeren utilizó la resina sintética de fenol-formaldehído y que mezcló con la pintura al oleo, lo que endureció el cuadro y envejeció su aspecto como si se tratara de una obra artística por la que habían pasado los siglos.
Fue en 1967 cuando un equipo de científicos de la Universidad Carnegie Mellon, ayudados por aplicación de la técnica nuclear, demostraron que Meeger no mentía. Los Vermeer eran falsos
Con todo y con eso, una vez muerto Van Meegeren hubo expertos en obras de arte que negaron la falsificación. El asunto no era para menos, se había desembolsado mucho dinero en certificados de autenticidad. Pero fue en 1967 cuando un equipo de científicos de la Universidad Carnegie Mellon, ayudados por aplicación de la técnica nuclear, demostraron que Meeger no mentía. Los Vermeer eran falsos.
La ciencia, aplicada a desentrañar el fraude evidenciaba que los átomos, con el paso del tiempo, se desintegran para transformarse en nuevos átomos de nuevos elementos. De esta manera, con la aplicación de la radiactividad, se puede aproximar la fecha en la que fue creada una obra pictórica. Los átomos son inestables incluso en la realidad concentrada que nos muestra una obra pictórica.
Tomado: El País