Leído en Tribuna Magisterial, abril 10 de 2011
“La superstición, la pseudociencia y la anticiencia no son basura que pueda ser reciclada: se trata de virus intelectuales que pueden afectar a cualquiera hasta el extremo de hacer enfermar toda una cultura”. Mario Bunge
“Pseudociencia: un cuerpo de creencias y prácticas cuyos cultivadores desean, ingenua o maliciosamente, dar como ciencia, aunque no comparte con ésta ni el planteamiento, ni las técnicas, ni el cuerpo de conocimientos. [Un ejemplo de pseudociencia es el]… psicoanálisis, al que no hay que confundir con la psicología ni con la psiquiatría (la tecnología asociada a la psicología). El psicoanálisis pretende ser una teoría y una técnica terapéutica. Como teoría sería aceptable si se mostrara que es suficientemente verdadero; como técnica, si se mostrara que es suficientemente eficaz. Pero para poder sostener la pretensión de verdad o la pretensión de eficiencia, un cuerpo de ideas y prácticas tiene que someterse él mismo a los cánones de desarrollo de la ciencia pura y aplicada, por lo menos si se desea ser tomado por una ciencia. Ahora bien, el psicoanálisis no consigue pasar las pruebas de cientificidad. […] las tesis del psicoanálisis son ajenas a la psicología, la antropología y la biología, y a menudo incompatibles con ellas. Por ejemplo: el psicoanálisis es ajeno a la teoría del aprendizaje, el capítulo más adelantado de la psicología.
[…] algunas hipótesis psicoanalíticas son incontrastables; por ejemplo, las de la sexualidad infantil, la existencia de entidades desencarnadas dentro de la personalidad (el id, el ego, el superego), y del sueño como significativo de la vuelta al seno materno”.
(Mario Bunge, La investigación Científica, Editorial Ariel, Barcelona, 1983) “El psicoanálisis está repleto de afirmaciones extraordinarias. Freud nos dice cosas como que los bebés tienen una vida sexual muy activa, o que la mayor parte de los niños a la edad en que empiezan a acudir al colegio están enamorados de sus madres y desean matar a sus padres, o que las niñas envidian el pene y los niños temen ser castrados. Muchas personas creen que las afirmaciones del psicoanálisis pertenecen al campo de la ciencia y que debemos creerlas, por extraordinarias que nos resulten, porque han sido científicamente demostradas. Sin embargo, ni Freud ni sus seguidores demostraron jamás ese tipo de afirmaciones, ni con pruebas extraordinarias ni con indicios relativamente razonables. El psicoanálisis ha lanzado al mundo las ideas tal vez más sorprendentes sobre la psicología humana, pero no lo ha hecho tras considerarlas probadas. Estas afirmaciones son a veces simplemente falsas; y otras, sencillamente indemostrables.
Freud no se conformaba con lo que podía aportar la ciencia. Había publicado algunos estudios científicos sobre la médula espinal de las anguilas, los cangrejos de río y las larvas de las lampreas, pero esta línea de investigación no le habría reportado la fama que obtuvo tras abandonar el camino del método científico, ni tampoco, por supuesto, el dinero dejado por pacientes, libros y conferencias.
El método científico es necesariamente lento: lo que un investigador puede demostrar es siempre mucho menos de lo que es capaz de imaginar y escribir. […], Freud dispuso de un limitadísimo conjunto de observaciones, pero en su correspondencia de los últimos años llegó a decir que el psicoanálisis podría haber evitado la Primera Guerra Mundial. […], el psicoanálisis se presentó al mundo como una disciplina capaz de responder directamente a los problemas humanos. De hecho, los psicoanalistas suelen criticar a la psicología científica por estar “apartada” de los intereses reales de las personas. No cabe duda de que la invención y la fábula pueden despertar mayor interés popular que la descripción de hechos contrastados, como hacen las disciplinas científicas y cualquier acercamiento honesto a la realidad.
El movimiento psicoanalista se ha constituido más en una doctrina semirreligiosa que en una disciplina científica… Para muchos psicoanalistas, las obras de Freud constituyen un libro sagrado. Es probable que ellos no recuerden haber sufrido el complejo de Edipo, y no hallen razones para creer que durante una época de su infancia obtuvieron placer sexual de naturaleza oral o anal, pero estarán dispuestos a llevar a cabo un acto de fe sobre todos esos supuestos e impondrán a sus pacientes la misma penitencia”.
(Carlos Santamaría y Ascención Fumero, El psicoanálisis ¡vaya timo!, Editorial LAETOLI, 2008)