Por: JORGE MERCHÁN PRICE | 07 de Noviembre del 2013
No hay duda de que el sistema de salud en Colombia colapsó y no hay duda tampoco de que la actual reforma del sistema de salud tiene algunos muy escasos aspectos (distractores) que son positivos. Sin embargo, en opinión de la gran mayoría de los colombianos y especialmente de los médicos, los cambios de fondo no son sustanciales y en especial es muy difícil aceptar que una sola entidad, Salud Mianueva, sea capaz de administrar adecuadamente semejantes recursos a nivel nacional.
Esa experiencia ya la tuvo el país con el antiguo Seguro Social, y desde entonces los índices de corrupción en el país no han cambiado. Muy por el contrario, la corrupción y el desvío viciado de los recursos de la salud son una impronta que percude hondamente cualquier intención reformista que no esté, por un lado, noble y diáfanamente inspirada y, por otro lado, técnicamente bien fundamentada. ¡Y ese es precisamente el problema! La inspiración que la motiva es equivocada, y desde un punto de vista meramente técnico es absurdo pretender formar médicos especialistas aislados del soporte académico y ético integral necesario. Si en los hospitales públicos no hay suficientes especialistas que hagan la consulta, pues entonces tampoco los hay para formar nuevos médicos especialistas. Ni los pacientes son “tractomulas”, ni los hospitales son “talleres de mecánica automotriz”, y finalmente los médicos especialistas no somos “rusos de la construcción”.
Se equivoca gravemente el señor ministro Alejandro Gaviria al dar a entender, con ligereza (y además desconocer la realidad del país), que el problema de la salud en Colombia se debe a un “cartel de especialistas” que, según él, mafiosamente impide el correcto funcionamiento del sistema de salud.
Se equivoca porque desconoce de plano el único elemento del sistema que, además de ser reconocido mundialmente por su idoneidad profesional y académica, ha sustentado con su dedicación y esfuerzo personal un sistema precario, corrupto y mal diseñado que no solo no ayuda a los médicos en su tarea, sino que entorpece su trabajo diario con mil vicios y obstáculos administrativos y burocráticos absurdos e innecesarios.
Es cierto que faltan especialistas en unas y otras áreas, pero la verdad es también que el mismo sistema no permite ni la formación de un número suficiente de ellos ni tampoco su adecuado desenvolvimiento. El Ministro debería saber, es su obligación saber, por ejemplo, que la gran mayoría de los médicos especialistas en cirugía general (cirujanos generales) formados adecuadamente en muy buenas universidades colombianas y que laboran en hospitales de segundo y tercer nivel tienen la capacidad académica y técnica más que suficiente para absorber, no solo en las grandes ciudades, sino especialmente en la provincia, la gran mayoría (hasta el 90 por ciento) de la cirugía oncológica represada. Y lo mismo vale para los ginecólogos y la cirugía oncológica ginecológica. Sin embargo, no pueden hacerlo (quedando así sobresaturados los 250 subespecialistas en oncología a los que hace mención el Ministro y los hospitales de tercer nivel) porque los vicios del sistema no se lo permiten.
La insuficiente y negligente dotación de los hospitales de segundo nivel, la persecución de los especialistas por un sistema judicial en el que pululan abogados corruptos que, sobre la base de una falta total de garantías jurídicas para los especialistas, no buscan el bien de los pacientes sino más bien beneficios económicos exorbitantes personales y la mugre manía descompuesta y deshonesta de las EPS de glosar arbitrariamente las cuentas (porque no hay ninguna ley que las justifique) si las cirugías no son practicadas por subespecialistas y, en un hospital de tercer nivel, son la causa de la así llamada “medicina defensiva”, a la que por necesidad (y no por vocación) se ven abocados los médicos especialistas.
Esa, y no otra, es la razón de la falta (relativa) de especialistas. La razón no son las “mafias médicas”. Los médicos colombianos no son mafiosos ni son criminales. Son personas decentes que sacrifican una gran parte de su vida personal y familiar y también de su juventud preparándose adecuadamente por largos años para enfrentar de la mejor manera posible y con la mejor intención la violencia, la pobreza y la enfermedades del país.
Con algunas excepciones y en ciertos centros en las grandes ciudades, en donde por supuesto son necesarios los subespecialistas, los especialistas colombianos de las diferentes áreas de la salud están preparados para atender idóneamente a la gran mayoría de sus enfermos, pero no lo hacen porque el sistema no los deja. ¡Ese es el punto!
Conociendo bien el sistema y sus falencias, no recuerdo a nadie (con excepción, ahora, del señor Ministro) que haya culpado impunemente, en el pasado o ahora, a los médicos especialistas y sus sueldos (bien ganados y merecidos) por la hecatombe del sistema. ¡No faltaba más!
No le corresponde, y es además injustificado e indigno de su posición y de su cargo, de buenas a primeras, referirse en esos términos a los médicos colombianos. Ellos son sin duda el único motor actual de la salud en Colombia. Solo ellos, y junto con ellos todo el personal de la salud, son los únicos responsables de ese mínimo atisbo de decencia que todavía le queda al sistema nacional de salud. Sin excepción, todos los demás actores del sistema solo improvisan… son intermediarios… son parásitos… ¡y se rajan!
Jorge Merchán Price
Cirujano general (U. Javeriana)
Opinión El Tiempo.