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Estados Unidos en el concierto mundial

Nov 27, 2013

Edward Carr, Informe Especial The Economist, Londres, noviembre de 2013 Después de una década horrible, Estados Unidos está excesivamente pesimista sobre su lugar en el mundo. El 1o. de mayo de 2003 a las 6 de la tarde, hora del Pacífico, el inmenso poder de Estados Unidos alcanzó su punto más alto. Después de seis […]

Edward Carr, Informe Especial The Economist, Londres, noviembre de 2013

Después de una década horrible, Estados Unidos está excesivamente pesimista sobre su lugar en el mundo.

El 1o. de mayo de 2003 a las 6 de la tarde, hora del Pacífico, el inmenso poder de Estados Unidos alcanzó su punto más alto. Después de seis semanas de combate, el ejército de Sadam Hussein de 375.000 efectivos había sido demolido con solo 138 bajas de Estados Unidos. De píe en la pista de despegue del avión en el portaviones Abraham Lincoln, ante un gigantesco pendón con la leyenda “Misión Cumplida”, el presidente George Bush proclamaba que “han terminado las operaciones de combate en Iraq. En la batalla de Iraq, Estados Unidos y sus aliados han prevalecido”. Desde entonces, sin embargo, la Nación que un intelectual alemán calificara como el “superpoder” (Uberpower) y un político francés denominara una “superpotencia” (hyperuissance) ha quedado atenazada por un profundo estado anímico de decadencia. En los ocho años y ocho meses que duró la guerra, antes de que los últimos soldados extranjeros sacudieran el polvo de sus botas a la salida de Iraq, la guerra cobró 4.270 soldados estadounidenses, así como la vida de miles de desconocidos iraquíes. Hoy el cadáver de la vecina Siria lo está peleando un dictador como Sadam y unos rebeldes islamistas, algunos de los cuales han unido fuerzas con al-Qaeda. Y el mundo ha visto impotente que más de 110.000 sirios han muerto. Aquella tarde de 2003, Bush le habló a la tripulación del Lincoln de “un gran avance cuando los culpables tienen mucho más que temer de la guerra que los inocentes.” Su jactancia se ha vuelto cenizas.

La guerra no es la única cosa que ha carcomido la que fuera una inconmensurable confianza estadounidense. Su gobierno acorralado ha creado una sensación de que Estados Unidos, como una vez Roma, se ha precipitado en la decadencia y en una mentalidad derrotista. La lucha partidista nunca se detuvo “al borde del agua”, digan lo que digan los expertos, pero ninguna superpotencia tendría que someterse a regular el financiamiento de sus fuerzas armadas por una Ley de control de presupuesto, mejor conocida como el secuestre. Y el líder del mundo libre no debería haberse perdido la cumbre panasiática, como lo hizo el presidente Barack Obama el mes pasado, precisamente porque una maniobra política había causado la suspensión de un sector del gobierno federal.

El desastre financiero de 2008 dejó a los estadounidenses más pobres, y con el temor de que el imperio se ha extendido más allá de sus capacidades. Se enfrentan a una deuda nacional de 17 billones de dólares, a un declive de sus escuelas y de su infraestructura, y dudan si pueden proporcionar la actividad necesaria para dirigir el mundo. Los expertos han empezado a escribir libros con títulos que le recomiendan a Estados Unidos que sea “la superpotencia frugal” y que la “política exterior comience en casa”. Es difícil de creer que solamente hace unos pocos años la fórmula ortodoxa del éxito económico en el mundo era conocida como el “Consenso de Washington”.

Detrás de todo esto existe un pálpito de que el poder mundial está deslizándose hacia un grupo de países en Asia, especialmente hacia China. Si se mide por índices del intercambio mercantil, la economía china está destinada a sobrepasar la de Estados Unidos en una década y a convertirse en la más grande. China ha recuperado un orgullo sólo visto hace 200 años, en la cumbre de la dinastía Qing. El mes pasado un comentario en Xinhua, la agencia de prensa oficial de China, le urgía al gobierno que hundiera el dólar como la moneda de reserva e invocara “un nuevo orden mundial” para darle a los poderes emergentes un mayor acento en los asuntos internacionales. “Washington ha abusado de su status de superpotencia”, afirmó el periodista, “y ha producido más caos en el mundo exportando sus riesgos financieros, instigando tensiones regionales y haciendo guerras indeseables cubriéndose con puras mentiras.”

Entretanto sus aliados al otro lado del Atlántico parecen haber perdido mucho de su ambición geopolítica. La Unión Europea todavía está preocupada con la crisis del euro. Una especie de rencor populista de la dirigencia que está a cargo de la política europea en Bruselas, evita presentarse como un frente unido ante el mundo, especialmente en materia de guerra y paz. En el juicio cáustico de Zbigniew Brzezinski, asesor de seguridad nacional del presidente Jimmy Carter, Europa “actúa como si el objetivo de su política central fuera convertirse en la más confortable residencia mundial de jubilación”.

Algunos temen que un Estados Unidos cada vez más solitario se enfrente a un desafío de China por la supremacía mundial. Otros vislumbran que el G8 que agrupa algunas de las economías más grandes del mundo bajo una Pax Americana, pueda convertirse en un “G-Zero” en el que los estadounidenses pierdan la primacía y que ningún otro país tome la supremacía. Este constituiría un arreglo muy confuso en el que sería muy difícil lograr algo y muy fácil enfrentarse con los vecinos. Despojados de un liderazgo de Estados Unidos sin competencia, los países empezarían a competir por ejercer autoridad sobre sus propias regiones. Los problemas de fronteras no se resolverían. El dominio estadounidense de un siglo llegaría a su fin.

¿Pero realmente está tan comprometido el puesto de Estados Unidos en el mundo? Este informe especial argüirá que las lamentaciones de hoy son dudosas y peligrosas. Son dudosas porque consideran la breve euforia que siguió a la guerra fría como si fuera un estado normal de cosas. De hecho, aparte de la sujeción causada por la rivalidad soviética, las evaluaciones del poder estadounidense y los milagros que hubiera podido conseguir empezaron a evaporarse y, durante la presidencia del segundo George Bush, quedaron fuera de la realidad. Las tradiciones de la política exterior de Estados Unidos generalmente han sido bien documentadas por una comprensión del mundo más sobria y le ha servido bien.

Los temores estadounidenses sobre el futuro han sido distorsionados. Nadie duda del auge económico de China, pero la prosperidad económica no se traslada automáticamente al poder geopolítico. Si China quisiera desafiar a Estados Unidos, no solamente tendría que sostener su crecimiento estelar por un largo tiempo, sino también tendría que transformar su capacidad de proyectar su poder hacia el exterior.

De igual manera, aunque países como India, Brasil y Sudáfrica quieran abrirse camino en el mundo, tendrían también un interés propio en el sistema que Estados Unidos ha creado. Es arriesgado extrapolar tendencias hacia un futuro lejano cuando Estados Unidos pierda su supremacía, además porque la prosperidad emergente cambiará esos otros países más allá de todo reconocimiento. Por otra parte, hasta que otros eventualmente lo alcancen, Estados Unidos se mantendrá como la superpotencia global. ¿No podría convertir esa posición en su ventaja?

¿Y ahora qué?

La fijación con el pasado cercano y con el futuro distante, distorsiona un punto de la política que es el que importa: el presente. Los gobiernos de hoy no legislan sobre la base de cómo actuarán sus sucesores en las décadas que vienen. Su tarea consiste en usar todo el poder de que disponen para gobernar sabiamente en el momento presente.

Barack Obama se ha empeñado en alejarse del legado de la presidencia de Bush. Los estadounidenses están cansados de la guerra, de las adversidades económicas y de la política envenenada de Washington. Al mismo tiempo, flagelos transnacionales como el crimen, la enfermedad y el cambio climático, exigen un tipo de colaboración que no era necesaria en el momento en que el estado moderno fue inventado en el siglo XVII. Y gracias a la tecnología de la comunicación, los gobiernos van encontrando en todas partes que el eclipse de la política de partidos y el ascenso de los grupos de presión inhibe su libertad de actuar.

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CONFLICTOS Y PREOCUPACIONES QUE CONCIERNEN A ESTADOS UNIDOS

Vocabulario:

Ongoing: actuales

Allies: aliados

Lean towards: amigos

Neutral: neutrales

Lean against: en contra

Current overseas military bases: bases militares actuales en el extranjero

Drone operations: operación de drones

Classification of 150 largest countries by population: clasificación de los países más grandes según su población

Obama es una persona inusualmente ponderada que ha utilizado un tono conciliatorio y buscado persuadir otros países para que trabajen por el interés colectivo. En septiembre le dijo a la Asamblea General de las Naciones Unidas que “Estados Unidos posee una humildad bien ganada cuando se trata de nuestra habilidad para definir acontecimientos dentro de otros países,” antes de hacer un llamado a defender las normas internacionales con “un nuevo modo de pensar donde todos tengamos responsabilidad”.

Aun así, el presidente también es reservado y cauteloso. Cada paso adelante—imponer sanciones a Irán, atrapar a Osama bin Laden en su escondite de Pakistán—debe balancearse con los fracasos de Obama en puntos como enfrentar a Bashar Assad en Siria, la paz entre Israel y Palestina, las relaciones con Rusia y el cambio de las relaciones con Asia.

En lugar de reviver la geopolitícia, Obama se ha ocupado de la economía y de las guerras en Iraq y Afganistán. A un año de su segundo período no se le puede criticar por sus dificultados como se hizo con los errores de Bush. Obama ha acabado una guerra y está llevando otra a su fin, pero no parece más activo en política exterior de lo que fue antes. A Estados Unidos lo está consumiendo su obsesión con su decadencia—que es al mismo tiempo un resultado de su inacción y también una causa de ella.

Es un momento para darse ánimo. El mundo que Estados Unidos enfrenta puede parecer maldito e intratable, pero el mundo que Estados Unidos esperó forjar después de la caída de la Unión Soviética nunca fue tan maleable y aceptable como se lo imaginó. Y las fortalezas de Estados Unidos son tan impresionantes como siempre han sido. En cada una de las medidas del poder sigue siendo dominante. Con una renovada agenda de política exterior, Obama puede comenzar a poner el contratiempo de Irán en el pasado. Con una diplomacia creativa y dinámica tiene un campo de acción para logros en abundancia. Pero esto puede suceder sólo si los estadounidense redescubren su determinación de liderar.

(Traducción de José Fernando Ocampo T.)

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