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Exploradores

Mar 27, 2019

Por: Editor Cedetrabajo
Cueva ritual maya que permaneció «intacta» durante 1.000 años sorprende a los arqueólogos Por: Gena Steffens National Geographic, 6 de marzo de 2019 La exploración de Balamkú (o cueva del Dios Jaguar) revela antiguas prácticas religiosas y puede contener pistas sobre el auge y la caída del imperio maya. Los arqueólogos en busca de un […]

Cueva ritual maya que permaneció «intacta» durante 1.000 años sorprende a los arqueólogos
Por: Gena Steffens
National Geographic, 6 de marzo de 2019

La exploración de Balamkú (o cueva del Dios Jaguar) revela antiguas prácticas religiosas y puede contener pistas sobre el auge y la caída del imperio maya.

Los arqueólogos en busca de un pozo sagrado debajo de la antigua ciudad maya de Chichén Itzá, en la península de Yucatán, en México, descubrieron accidentalmente un tesoro con más de 150 objetos rituales intacto durante más de mil años, en una serie de cámaras de cuevas que pueden contener pistas del auge y de la caída de los antiguos mayas. El descubrimiento del sistema de cuevas, conocido como Balamkú o «Dios Jaguar», fue anunciado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH) en una conferencia de prensa celebrada el lunes en la Ciudad de México.
Después de su descubrimiento inicial por los agricultores en el año 1966, Balamkú fue visitado por el arqueólogo Víctor Segovia Pinto, quien escribió un informe notando la presencia de una gran cantidad de material arqueológico. Pero en lugar de excavar el sitio, Segovia ordenó a los granjeros que sellaran la entrada y todos los registros del descubrimiento de la cueva parecían desaparecer.
Balamkú permaneció sellado durante más de 50 años, hasta que fue reabierto en el 2018 por el explorador de National Geographic Guillermo de Anda y su equipo de investigadores del Proyecto del Gran Acuífero Maya en su búsqueda del nivel freático debajo de Chichén Itzá. La exploración del sistema fue financiada en parte por una subvención de la National Geographic Society.
De Anda recuerda haberse tirado boca abajo a través de los túneles estrechos de Balamkú durante horas antes de que su linterna iluminara algo totalmente inesperado: una cascada de ofrendas dejadas por los antiguos residentes de Chichén Itzá, tan perfectamente conservadas e intactas que se habían formado estalagmitas encima de los incensarios, vasos, platos decorados y otros objetos en la caverna.
«No podía hablar, empecé a llorar. He analizado los restos humanos en el Cenote Sagrado [de Chichén Itzá], pero nada se compara con la sensación que tuve por primera vez en esa cueva», dice De Anda, investigador del INAH y director del Proyecto del Gran Acuífero Maya, que busca explorar, comprender y proteger el acuífero de la península de Yucatán en México. «Casi sientes la presencia de los mayas que depositaron estas cosas allí», agrega.
Una segunda oportunidad sin precedentes
Para poder acceder a la primera de las siete cámaras de ofrendas rituales identificadas hasta el momento dentro de Balamkú, los arqueólogos deben arrastrarse boca abajo a través de cientos de metros de pasajes tortuosamente estrechos. En el informe original de la cueva (recientemente localizado por el arqueólogo e investigador del GAM James Brady de la Universidad Estatal de California, Los Ángeles), Segovia identificó 155 artefactos, algunos con rostros del dios de la lluvia toltálica Tláloc y otros con marcas de la ceiba sagrada, una representación potente del universo maya. En comparación, la cueva cercana de Balankanché, un sitio ritual excavado en el año 1959, contiene solo 70 de estos objetos.
«Balamkú parece ser la ‘madre’ de Balankanché», dice de Anda. «No quiero decir que la cantidad sea más importante que la información, pero cuando ves que hay muchas, muchas ofrendas en una cueva que también es mucho más difícil de acceder, esto nos dice algo».
Por qué Segovia decidió sellar un descubrimiento tan fenomenal sigue siendo un tema de debate. Pero al hacerlo, inadvertidamente proporcionó a los investigadores una «segunda oportunidad» sin precedentes para responder algunas de las preguntas más desconcertantes que continúan causando controversia entre los mayas de hoy, como el nivel de contacto e influencia intercambiada entre diferentes culturas mesoamericanas, y lo que sucedía en el mundo maya antes de la caída de Chichén Itzá.
Entrada al inframundo
«Para los antiguos mayas, las cuevas y los cenotes [sumideros] se consideraban aberturas al inframundo», dice Holley Moyes, un experto de la Universidad de California en arqueología y uso religioso de las cuevas mayas, que no formaba parte del proyecto: “Representan algunos de los espacios más sagrados para los mayas, que también influyeron en la planificación del sitio y en la organización social. Son fundamentales, muy importantes para la experiencia maya».
Pero hasta que el concepto de arqueología de cuevas comenzó a tomar forma en la década de 1980, los arqueólogos estaban más interesados en la arquitectura monumental y en los artefactos intactos que en analizar los residuos y los materiales encontrados en y alrededor de los objetos. Cuando se excavó Balankanché en 1959, las cuevas aún se cartografiaban a mano en la oscuridad y los artefactos se retiraban rutinariamente de sus sitios, se limpiaban y luego se devolvían. De todos los quemadores de incienso encontrados en Balankanché que estaban llenos de material que podría haber proporcionado evidencia definitiva relacionada con la cronología del sitio, por ejemplo, sólo uno fue analizado.
Los investigadores del Proyecto del Gran Acuífero Maya ven el (re) descubrimiento de Balamkú como una oportunidad para implementar un modelo totalmente nuevo de arqueología de cuevas, que emplea tecnología de punta y campos especializados como el mapeo 3D y la paleobotánica. Estas nuevas ideas podrían darnos una idea mucho más detallada de lo que realmente estaba ocurriendo en los rituales de las cavernas mayas, así como la historia de la gran ciudad de Chichén Itzá, que declinó por razones desconocidas en el siglo XIII. «Balamkú puede decirnos no sólo el momento del colapso de Chichén Itzá. Probablemente también nos puede decir el momento de su inicio. Ahora, tenemos un contexto sellado, con una gran cantidad de información, incluida la materia orgánica utilizable, que podemos utilizar para comprender el desarrollo de Chichén Itzá», dice De Anda.
Un estudio adicional del sitio también arrojará luz sobre los detalles íntimos de las catastróficas sequías que probablemente provocaron el colapso de la civilización maya. Si bien esta área siempre ha sido propensa a ciclos drásticos de variabilidad climática, algunos investigadores han sugerido que la deforestación excesiva en las tierras bajas mayas, que una vez fue el hogar de unos 10 a 15 millones de personas, podría haber agravado el problema e inhabilitado a toda la región.
Comprender estos ciclos pasados también puede tener un beneficio adicional para la vida moderna, dice el arqueólogo residente de National Geographic Fredrik Hiebert. «Al estudiar estas cuevas y cenotes, es posible aprender algunas lecciones sobre cómo usar mejor el medio ambiente hoy, en términos de sostenibilidad para el futuro». En este sentido, De Anda cree que la arqueología tiene el potencial de convertirse en una ciencia mucho más «útil».
«Siempre se ha considerado lo contrario, un campo de la ciencia hermoso e interesante, pero sin una gran utilidad», asegura el explorador. “Creo que aquí podremos demostrar lo contrario, porque cuando comenzamos a entender estos maravillosos contextos, podemos comprender las huellas del pasado de la humanidad y lo que estaba sucediendo en la Tierra durante uno de los momentos más dramáticos de la historia”, concluye.

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