La industria nacional continúa de capa caída, pese a los anuncios oficiales, en dirección contraria, vinculados con el crecimiento atípico de 8,4 por ciento observado en abril.
En los primeros cuatro meses del año, según el Dane, la producción real del sector manufacturero disminuyó 2,7 por ciento; el personal ocupado se redujo en 1,8 por ciento; las ventas industriales cayeron 3,2 por ciento entre enero y abril de 2013.
Este comportamiento no debería ser motivo de complacencia alguna; por el contrario, gremios y funcionarios deberían concentrarse en el análisis de las razones por las cuales el sector manufacturero se mantiene postrado desde mediados del año pasado, fenómeno económico que en cualquier parte del mundo –salvo en Colombia– se denomina recesión industrial.
La Encuesta de Opinión de la Andi, Acoplásticos, Andigraf, Acicam, Camacol y la Cámara Colombiana del Libro, examinada la semana pasada en el seno del Consejo Gremial, en presencia del Gerente y los Codirectores del Emisor, confirma que la producción industrial en 13 de los 15 sectores fabriles presentan resultados negativos entre enero y abril de este año.
Salvo la refinación de petróleo y algunos productos químicos, la producción manufacturera arroja alarmantes cifras negativas en alimentos, hilaturas, calzado, papel, cartón y actividades de impresión, productos de caucho y minerales no metálicos, hierro, acero y fundiciones, aparatos eléctricos, vehículos y autopartes.
La recesión industrial colombiana tiene su principal origen en la ausencia de competitividad internacional derivada de los altos costos laborales y de electricidad que nos sitúan en los últimos lugares en América Latina.
Por supuesto, que la carencia de una infraestructura acorde con los retos actuales nos aleja cada vez más de nuestros competidores. En esta materia, el país se encuentra a la deriva, sin solución de continuidad.
Al comparar los resultados de la Encuesta de Opinión Empresarial con las rebajas arancelarias promovidas por el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo desde finales de 2010 –con sus ajustes en el 2011–, percibimos una relación de causalidad directa entre la reducción unilateral de aranceles y el desplome industrial de los últimos tres trimestres.
La apertura arancelaria resultante ha facilitado el ingreso de mercancías industriales a precios de dumping, es decir, importaciones con precios por debajo de sus costos de producción, competencia desleal, que valga añadir, le propinó un golpe mortal a Michelin en el país.
La Encuesta confirma que el 53 por ciento de las empresas fabriles se han visto afectadas por la competencia desleal; el 28,1 por ciento considera que el dumping es la práctica comercial que más perjudica a los empresarios nacionales, razón suficiente para darle prioridad absoluta en la inaplazable defensa comercial del mercado nacional.
Andrés Espinosa Fenwarth
CEO de Inverdies
Publicado en Columnistas Portafolio