La Cumbre del Clima fue un fracaso, una puesta en escena para rubricar lo que se está haciendo, muchos jefes de Estado y Duque que solo fue a codearse con las élites.
La Cop 26 fue un fracaso. Por más que quieran endulzar el oído de la humanidad diciendo que aumentó la conciencia de la sociedad y hubo avances en algunos temas, la realidad es que no se llegó a un compromiso fuerte y vinculante para reducir en 50 % las emisiones de carbono para el 2030, meta requerida según el panel de expertos para que la temperatura promedio no aumentara más de 1,5 grados con respecto a la época preindustrial.
La COP no fue más que una gran puesta en escena para rubricar asuntos que ya venían discutiendo los equipos de negociación desde hace meses. La presencia de los jefes de Estado representó un esfuerzo simbólico para que la humanidad creyera que se lo están tomando en serio.
Algunas naciones ingenuas y sin músculo financiero y técnico para estar en las negociaciones durante un proceso de meses creyeron hasta el último momento que de pronto sí iban a surgir cambios de último momento que enderezaran el rumbo de lo ya acordado, pero no fue así.
La verdad es que las emisiones de gases de efecto invernadero han seguido aumentando desde que se suscribió el Protocolo de Kioto en 1997, que solo entró en vigor en 2005, y también continuaron después del Acuerdo de París en 2015.
Las razones son más sencillas de lo que parece. En un ambiente de tensión mundial, ningún país desarrollado de los que están en la competencia global se muestra dispuesto a hacer compromisos que de alguna manera sacrifiquen su desarrollo económico o influencia mundial. EU, con su inmensa industria petrolera, sus enormes exportaciones de gas y su producción de 705 millones de toneladas de carbón, de las que su sector eléctrico consume 539 millones, representa junto con China, India, Rusia y Japón, el 77 por ciento del consumo total de carbón. Además, toda restricción al consumo y producción de energías fósiles depende allí de acuerdos en el Congreso con los republicanos, que muy posiblemente ganen la mayoría el año entrante en las elecciones ante la pérdida de popularidad vertiginosa de la actual administración. No hay que olvidar que Estados Unidos nunca firmó el Protocolo de Kioto y sus fuerzas armadas se despliegan por todo el mundo usando para sus operaciones combustibles fósiles. Recientemente Biden hizo un llamado a los países petroleros y Rusia para que aumentaran su producción de petróleo, para impedir un incremento mayor de precios.
China no va a abandonar sus ambiciosas metas de desarrollo, basadas en la industrialización y la modernización de la infraestructura. Rusia, acosada por todos los flancos, no renunciará al poder geopolítico que le dan sus enormes reservas energéticas. Estados Unidos no está dispuesto a modificar su estilo de vida basado en la gasolina y el consumo y, de cumplirse el plan de Biden, tendrá que usar millones de toneladas de acero y cemento.
El 17 de noviembre, la administración de Biden llevó a cabo la venta de arrendamiento de petróleo y gas en alta mar más grande en la historia de Estados Unidos, que cubre 80 millones de acres frente al Golfo de México. En estas circunstancias, el paseo de Biden por Glasgow se pareció mucho al de Iván Duque, quien a seis meses de culminar su mandato fue a hacer toda clase de promesas de descarbonización que no puede cumplir. Fue solo a codearse con las élites mundiales.
En cuanto a las emisiones de CO2, la situación no es tan simple como se quiere plantear, pues no es posible comparar países grandes con pequeños o países con un capitalismo maduro, que maduró justamente usando a gran escala combustibles fósiles, como es el caso de los países europeos y Estados Unidos, que en su época de revolución industrial los emplearon como fuerza motriz de su desarrollo, con países que apenas en los últimos 50 años han intentado industrializarse, algunos con importantes éxitos recientes, pero que tienen un PIB per cápita muchísimo menor que el de los desarrollados.
No se trata de las emisiones de CO2 del momento sino de las acumuladas.
Las cantidades históricas acumuladas son importantes porque el CO2 no se disipa, sino que se acumula en la atmósfera: lo que importa son las existencias, no los flujos. En contabilidad se observa la deuda acumulada total de una persona, no sus gastos crediticios diarios, para determinar lo que debe a los demás.
Es el balance que debería hacerse, pues entre 1850 y 2021, EU contribuyó con 1.547 toneladas per cápita de CO2, Inglaterra con 1.100, China con 197 e India con 61.
Los países de Europa Occidental realmente han reducido sus emisiones per cápita, en parte por el uso creciente de energía renovables, incluyendo la nuclear, pero su apuesta entró en una encrucijada en los últimos meses, cuando han tenido que regresar a las energías fósiles por la falta de una adecuada sostenibilidad en la provisión por parte de las fuentes renovables. Esto explica su bajo nivel de ambición en los compromisos de descarbonización en Glasgow. Están pensando como todos en asegurar suministro energético a su población.
Estados Unidos es de lejos el mayor emisor con 15,2 toneladas per cápita al año, duplicando a China, y a la satanizada India, donde miles de personas usan todavía madera como combustible.
Estados Unidos es de lejos el mayor emisor con 15,2 toneladas per cápita al año, duplicando a China, que produce 7,4 toneladas, y a la satanizada India, donde miles de personas usan todavía madera como combustible y solo produce 1,8 toneladas, cifra muy parecida a la de Colombia, con 1,6. Rusia, a la que se acusa de falta de compromiso, produce 11,1, muy similar a la de los países de ingresos altos, que producen 10,3.
Los grandes productores y grandes consumidores no están dispuestos a sacrificar una gigantesca fuente de ingresos como son los combustibles fósiles sino en la medida en que su producción de energías renovables sea más rentable y más viable técnicamente. Y esto se desarrolla a diversos ritmos. Por ello, al salir de Glasgow los países petroleros se reunieron y señalaron que habría que producir más petróleo para asegurar que no hubiera escasez en las próximas décadas ni alzas exageradas de precios.
En medio de un mundo lleno de contradicciones, era lógico y predecible que los resultados fueran tan malos. Al no asumir compromisos sólidos, la temperatura aumentará más de 2 grados. Tampoco salió nada concreto sobre los dineros que debían ser aportados a los países en desarrollo. Con razón el presidente López Obrador señaló: basta de hipocresía. Lo que hay que hacer es combatir la desigualdad.
Nota original publicada en Las 2 Orillas