Guillermo Alberto Arévalo, diciembre 2008
El pasado 24 de diciembre falleció a sus 78 años, a causa de un cáncer de garganta contra el cual sostuvo una larga lucha, uno de los autores teatrales más importantes de Gran Bretaña, Harold Pinter. Nacido en 1930 en el barrio obrero de Hackney, al Este de la ciudad de Londres, Pinter nos legó 32 obras dramáticas, varios poemarios, una novela, Los enanos, (aún no traducida) y 22 guiones cinematográficos, entre los que se destacan El sirviente y La mujer del teniente francés.
Al comienzo, la crítica lo catalogó como un dramaturgo del llamado “Teatro del absurdo”. Pero como dijo el reconocido crítico húngaro radicado por mucho tiempo en Inglaterra, Martin Esslin, ese término era apenas una hipótesis de trabajo, y nada había más absurdo que comparar los puntos de vista, en teatro y en política, de autores tan disímiles como Genet o Ionesco con los de Pinter, si no fuera por una profunda incomprensión. En 2005, la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura. Un reconocimiento a su escritura teatral que comenzó con El cuarto, de 1957, y pasó por El mesero tonto, La fiesta de cumpleaños, una alegoría sobre las presiones del conformismo, Una noche afuera, El encargado, recientemente montada por el Teatro Libre de Bogotá con la dirección de Ricardo Camacho, y muchos otros títulos. En el pronunciamiento del fallo, la Academia dijo que “Pinter restauró el teatro a sus elementos básicos: un espacio cerrado y un diálogo imprevisible, donde la gente está a merced de los otros y la pretensión se desmorona”. Y agregaba: “Con una trama mínima, el drama emerge de la poderosa lucha y de la interlocución escondida”.
Harold Pinter no pudo asistir a la ceremonia de premiación por recomendación de los médicos, a causa de su enfermedad y de un accidente que lo obligó a usar un bastón para poder caminar. Pero envió a Estocolmo el texto del discurso que pensaba pronunciar. Así como había condenado los bombardeos de la OTAN sobre Serbia, en este caso denunció a George W. Bush y a Tony Blair, el primer ministro británico, a quien llamó “idiota ingenuo” del primero. Dijo que “La invasión a Irak fue un acto de bandolerismo, un acto de terrorismo estatal descarado que demostró el desprecio absoluto por el concepto de derecho internacional”. ¡Y eso que no conoció el respaldo de Uribe! Acusó también a Estados Unidos de “apoyar toda dictadura de derecha en el mundo” tras la Segunda Guerra Mundial. Habrá que tener a Pinter presente en el futuro, como antiimperialista y revolucionario que con su arte contribuyó a la esperanza de un mundo más justo.