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INFAMIA AMBIENTAL

Ago 3, 2009

Guillermo Guevara Pardo Nuestros antiguos Chibchas siempre tuvieron los páramos como lugares sagrados: uno de sus dioses, Bachué, surgió de las entrañas de la laguna Iguaque en el actual Departamento de Boyacá. Los páramos eran el dominio del cóndor y en ellos aún reina la niebla. Los ecosistemas de páramo se localizan entre los 3.300 […]

Guillermo Guevara Pardo

Nuestros antiguos Chibchas siempre tuvieron los páramos como lugares sagrados: uno de sus dioses, Bachué, surgió de las entrañas de la laguna Iguaque en el actual Departamento de Boyacá. Los páramos eran el dominio del cóndor y en ellos aún reina la niebla. Los ecosistemas de páramo se localizan entre los 3.300 y 4.100 metros sobre el nivel del mar en las tres cordilleras y en la Sierra Nevada de Santa Marta. Colombia posee el 64% de los páramos del mundo y son uno de nuestros ecosistemas más (…)

Nuestros antiguos Chibchas siempre tuvieron los páramos como lugares sagrados: uno de sus dioses, Bachué, surgió de las entrañas de la laguna Iguaque en el actual Departamento de Boyacá. Los páramos eran el dominio del cóndor y en ellos aún reina la niebla. Los ecosistemas de páramo se localizan entre los 3.300 y 4.100 metros sobre el nivel del mar en las tres cordilleras y en la Sierra Nevada de Santa Marta.

Colombia posee el 64% de los páramos del mundo y son uno de nuestros ecosistemas más valiosos. El especialista Marco Antonio Rondón retrata la belleza del páramo cuando dice: “Quien haya visitado alguna vez el páramo siempre habrá de regresar, pues no podría encontrar otro lugar donde el aire sea tan ligero y limpio y el agua tan transparente”. En Colombia los páramos son fuentes de agua potable y energía eléctrica para grandes sectores de su población; tal es el caso de ciudades como Bogotá, Tunja, Pereira, Popayán, Pasto y otros tantos municipios. Más de 10 millones de personas bebemos cada día agua nacida en el páramo. De modo que no es exagerado decir que por nuestras venas corre el agua que nace en esos sitios que asociamos a la neblina, al frío, al viento, al musgo y al frailejón.

Pero a pesar de lo dicho se conoce poco de la riqueza biológica de estos ecosistemas: no existen cifras precisas de la cantidad de especies vegetales ni de la diversidad de fauna y hay una ignorancia total del potencial microbiológico de sus suelos. Allí podría haber microorganismos de los cuales se podrían obtener importantes aplicaciones industriales y médicas.

El páramo es un ecosistema muy especializado, único, lo cual lo hace muy frágil: si se produce alguna alteración grave de sus condiciones ambientales, este ecosistema puede verse afectado de manera irreversible. Campesinos sin acceso a buenas tierras en el resto del territorio nacional, han sido forzados a invadir los páramos para obtener de ellos el sustento diario; esto ha llevado a una reducción de su superficie. También son una amenaza para nuestros páramos la depredadora actividad industrial de los países más desarrollados del planeta, debido al llamado “calentamiento global” que los llevará a una reducción acelerada de su superficie o a su extinción definitiva, con consecuencias sociales inimaginables: piénsese por un instante en el problema del suministro de agua.

Los suelos de los páramos se caracterizan por su alto contenido de materia orgánica en diversas etapas de descomposición; eso los hace lugares importantes para el almacenamiento de carbono atmosférico. Si la cubierta vegetal de la superficie del páramo desaparece, ese carbono vuelve a la atmósfera en forma de gas carbónico agravando el llamado “efecto invernadero”, pero también se liberarían otros gases de invernadero como son el metano y el óxido nitroso. Además los suelos de los páramos presentan características físicas que favorecen la retención de agua la cual se escurre lentamente y durante todo el año para ser utilizada con diversos fines: esa es la razón de la existencia de las represas de Chivor y Chingaza.

El gobierno de Álvaro Uribe Vélez, en una muestra más de su desprecio por la soberanía nacional, ha abierto la posibilidad para que la transnacional Anglo Gold Ashanti pueda explotar oro en una extensión de 515 hectáreas de reserva forestal en páramos cercanos a la población tolimense de Cajamarca, durante un lapso de 15 años. La mina, llamada La Colosa, sería una explotación a cielo abierto lo cual implica que el delicado ecosistema se sometería a los siguientes tratamientos:

  1. Hay que remover toda la capa vegetal y exponer el suelo.
  2. Se afloja la tierra empleando explosivos. En los 15 años se utilizaría un millón de toneladas de explosivos: 10 veces el poder de la bomba atómica que destruyó a Hiroshima.
  3. Se raspa la montaña para acceder a las partículas de oro: se calcula que para obtener un kilogramo del precioso metal hay que remover entre 130 a 150 toneladas de roca. Esta actividad implicaría la remoción de unas 600.000 toneladas diarias.
  4. El material rocoso debe ser rociado con una solución de agua con cianuro. Se tendrían que utilizar unos 250.000 litros de agua cada hora.

Por todo lo anterior los perjuicios para los distritos de riego y la agricultura serían gravísimos. El senador Jorge Enrique Robledo ha demostrado que la explotación de oro por la multinacional, tras 15 años de depredación ambiental, le dejaría al país unas regalías de alrededor de 400 millones de dólares, mientras que el distrito arrocero de Usocoello produce al año 105 millones de dólares al año, sin impactar de manera grave el páramo. Para este antipatriótico gobierno hay que garantizar las ganancias de una multinacional, por encima del derecho a una buena alimentación de sus nacionales.

Toda esta infamia ambiental del uribismo hizo que la columnista de El Tiempo, Salud Hernández, calificara de crimen irreparable el perjuicio que se causaría a uno de nuestros ecosistemas. La mencionada periodista señaló que los ministros de Ambiente y Minas prefieren “enriquecer multinacionales que asegurar el patrimonio verde colombiano; destruir territorios protegidos y anegar tierras fértiles antes que garantizar su conservación”. Nadie niega la necesidad de explotar los recursos naturales de la Nación, pero esto se debe hacer en beneficio de la mayoría de la población y no, como se pretende en este caso, para que un puñado de magnates aumente sus ya boyantes arcas.

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