Todo indica que la bonanza que tuvo el sector minero energético durante la última década ha llegado a su fin. Durante este periodo, los recursos que ingresaron al país por inversión, impuestos y regalías sirvieron de ‘cortina de humo’ para que pasaran inadvertidos los daños provocados a la agricultura y a la industria. Ahora, el escenario mundial ha cambiado.
Desde el segundo semestre de 2014, los precios internacionales del petróleo vienen en caída libre, y se han contraído en más de 50%, escenario que no se presentaba desde 2009. Esta situación, impulsada principalmente por la sobreoferta de crudo que ha saturado los mercados, demuestra la fragilidad de la economía nacional, al basar su crecimiento en sectores primarios que no son productivos, no crean encadenamientos con el aparato productivo, ni generan valor agregado.
Es evidente la alta vulnerabilidad que la economía tiene frente al comportamiento del petróleo, empezando con las cuentas fiscales del Gobierno Nacional, que son muy sensibles a la volatilidad en los precios del crudo. Según el Marco Fiscal, para 2014 el sector minero energético representó el 21,8% de los ingresos del Gobierno, lo que equivale al 3,7% del PIB. Así, por cada dólar que baje el petróleo, el Gobierno pierde cerca de $ 420.000 millones al año. La balanza de pagos es la más afectada, al aumentar el déficit de la Cuenta Corriente, que entre el segundo y el tercer trimestre de 2014 aumentó 21%. Adicionalmente el petróleo representa el 55,2% de las exportaciones nacionales, por lo que se presenta una menor entrada de divisas al país, agudizando la devaluación del peso que durante 2014 superó el 26%. En cuanto a inversión extranjera, el sector minero energético representó el 54% entre 2004 y 2013, pero con un precio de los commodities tan bajo, no es rentable invertir en proyectos de exploración y extracción.
La coyuntura de los precios del petróleo solo adelantó la inevitable crisis que tarde o temprano el país tendría que afrontar, pues según la Unidad de Planeación Minero Energética, a diciembre de 2013 Colombia solo contaba con reservas probadas para 6.7 años[1]. Las utilidades de Ecopetrol vienen cayendo desde 2012 y durante los primeros nueve meses de 2014 presentaron una disminución neta del 21%. Tampoco hay descubrimientos de pozos importantes, según la Agencia Nacional de Hidrocarburos.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, estima que de continuar la caída en los precios del petróleo se provocaría en la economía colombiana una recesión comparable con la experimentada a finales de la década de los noventa. Si en 2015 se mantiene la tendencia a la baja, el crecimiento del PIB pasaría de un 4,3% estimado en 2014 a uno de 1,4% anual para 2015[1].
El escenario descrito -evidentemente- está teniendo impactos en el conjunto de la economía del país, que se traduce en menos inversión social, despidos en el sector minero-energético, profundizando la situación de pobreza.
Los demás sectores que han jalonado el crecimiento de la economía no tienen las condiciones necesarias para dar solidez al crecimiento. La gráfico 1 muestra el crecimiento promedio anual de los sectores que más aportaron al PIB entre 2007 y 2013. En esta se evidencia el significativo crecimiento del sector minero y la estruendosa caída que presentó el industrial en solo 10 años, caída de la cual no se ha podido recuperar. En el anexo 1, se pueden apreciar los datos de crecimiento de los principales sectores económicos con respecto al PIB.
Adicional a lo anterior, sectores como el minero y el financiero se caracterizan por su tendencia monopolista, que fortalece la concentración de la riqueza, y son los que menos aportan en la generación de empleo, con el 1% y 1,4% respectivamente. El sector de la construcción, uno de los principales instrumentos del gobierno para impulsar el crecimiento y el empleo, aporta el 6% del empleo total, apenas la mitad de lo que lo hace el sector industrial. A pesar de su estancamiento el sector agrícola aporta el 16,2%, y el primer puesto se lo lleva el sector de comercio que es el gran empleador del país con una contribución del 27,2%; sin embargo cabe resaltar que el 68% del empleo generado en este sector es informal. (DANE, 2015)
Una verdadera política de desarrollo debió haber aprovechado eficientemente los precios altos de los minerales para incrementar la productividad del agro y de la industria; haber generado un fortalecimiento de la oferta exportadora, que permitiera contrarrestar los efectos de la Enfermedad Holandesa, incentivando la inversión en diversos renglones industriales que tomarían las sendas de crecimiento una vez se acabara la buena situación de los precios de las materias primas.
Sin embargo el ejercicio no se hizo y la industria manufacturera, que sería el sector con mayor capacidad de soportar y aliviar la crisis, enfrenta un difícil escenario. De los sectores que aportan al crecimiento del PIB, la industria es el más rezagado. Entre 2004 y 2013 solo logró crecer 1,2% en promedio.
Según Supersociedades, aproximadamente el 33% de las empresas liquidadas en 2014 pertenecían al sector industrial. Durante el mes de noviembre de 2014 la producción industrial presentó un descenso de 0,9% con respecto al mismo mes en 2013, y entre enero y noviembre solo logró crecer 1,3%. Durante este mismo periodo, el empleo del sector cayó 0,3%.
Los tratados de libre comercio no generaron el auge exportador prometido. Por el contrario la balanza comercial con los países con acuerdo comercial vigente, se ha venido deteriorando y fue deficitaria en US$ 4.138 millones entre enero y octubre de 2014, déficit que aumenta a US$ 16.013 millones al no tener en cuenta bienes minero energéticos. Durante este periodo las importaciones provenientes de estos países ascendieron a US $34.797 millones aumentando 5,1% con respecto al mismo periodo en 2013, desplazando de la competencia a productores nacionales. A esto se suman problemas de competitividad, contrabando, altos costos de producción, insuficiencia en infraestructura, entre otros que agudizan la crisis.
Solo la industria tendría las facultades para contener las consecuencias de los obstáculos que deberá sobrepasar la economía colombiana en los próximos meses. Se advirtió reiteradamente sobre los efectos de sostener el crecimiento en la extracción de materias primas. Es hora de que las políticas se vuelquen a favor de la industria. Debe promoverse la diversificación productiva y la innovación en todos los aspectos, no solo en los productos, también en los procesos, formas y técnicas de producir, debe incluirse a todas regiones del país, hay que fortalecer el mercado interno y jugar todas las cartas para generar un escenario en el que la industria pueda desenvolverse y ser competitiva.
[1] Ministerio de Minas y Energía, en la Unidad de planeación minero energética del Sistema de información de petróleo y gas colombiano.
[2] Cuadernos del Programa de las Naciones Para el Desarrollo, Colombia frente a una destorcida en los precios del petróleo, 2014
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