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Inteligencia extraterrestre. ¿Cómo responderíamos ante una señal del espacio?

Sep 13, 2010

John Matson, Investigación y Ciencia, agosto de 2010

Hace cincuenta años, en lo que podríamos calificar como un arrebato de voyeurismo interestelar, un joven astrónomo decidió espiar a sus vecinos. En abril de 1960, en el Observatorio Nacional de Radioastronomía de Green Bank, en Virginia Occidental, Frank Drake apuntó un radiotelescopio de 26 metros de diámetro hacia dos estrellas cercanas con el objetivo de detectar las transmisiones de radio de posibles civilizaciones alienígenas. La búsqueda no dio frutos, pero con el Proyecto Ozma de Drake había nacido la búsqueda sistemática de inteligencia extraterrestre (SETI, por sus siglas en inglés). En la actualidad, la búsqueda continúa.

Hoy Drake tiene 80 años y aún se dedica a ello. Dirige el Centro Carl Sagan para el Estudio de Vida en el Universo, del instituto sin ánimo de lucro SETI, en Mountain View (California). En lugar de emplear instrumentos ajenos, los expertos cuentan hoy con instrumentos propios, como la reciente Red de Telescopios Allen (ATA), en Hat Creek, California. Pero la financiación escasea (ATA se detuvo en 42 de los 350 dispositivos planeados inicialmente) y aún no existe una cantidad suficiente de datos que permita emitir juicios firmes sobre la existencia de vida extraterrestre inteligente.

“Aunque llevamos intentándolo cincuenta años, el tiempo real de observación ha sido mucho menor”, comenta Jill Tarter, directora del Centro de Investigaciones del Instituto SETI. “Lo que sí podemos afirmar es que no en todos los sistemas estelares de la galaxia existen civilizaciones que estén emitiendo señales de radio”.

Una opinión compartida por el astrofísico Alan P. Boss, de la Institución Carnegie para la Ciencia: “Lo único que indica la ausencia de señales es que las civilizaciones que podrían haberlas enviado no son tan comunes como para que las búsquedas SETI hayan encontrado una. Pero aún nos queda por explorar gran parte de la galaxia”. Una de las campañas más exhaustivas hasta el momento, el Proyecto Phoenix, ha observado en un amplio espectro de frecuencias con uno de los mayores radiotelescopios del mundo. En nueve años, Phoenix ha sondeado unas 800 estrellas cercanas, menos de la millonésima parte del uno por ciento de la Vía Láctea.

Pero, aun en el caso de las estrellas ya exploradas, resulta abrumadora la cantidad de parámetros que hay que afinar para confirmar una señal alienígena. Al igual que en la radio terrestre, ha de tenerse en cuenta la frecuencia (¿de qué emisora se trata?), la hora de emisión (¿se interrumpe la programación?) o el tipo de modulación (¿AM o FM?), entre otros. Como mínimo, la búsqueda requiere jugar con nueve parámetros. Y aunque supiéramos qué tenemos que detectar y contásemos con un instrumento infalible para ocho de esos parámetros, la señal aún se nos podría escapar si nos faltara el control sobre uno de ellos.

La posibilidad de una vida extraterrestre en general, e inteligente en particular, se ha visto reforzada con la confirmación de que los sistemas planetarios alrededor de otras estrellas son muy comunes. La mayoría de los más de 400 exoplanetas descubiertos hasta la fecha han resultado ser gigantes ardientes e inhóspitos para la vida tal y como la conocemos. No obstante, el telescopio espacial Kepler, de la NASA, se halla explorando la población planetaria de más de 100.000 estrellas. En los próximos años debería quedar zanjada la cuestión acerca de cuán exóticos son los planetas similares a la Tierra.

Pero, incluso en mundos similares al nuestro, puede que una civilización que transmita señales de radio no sea tan común. Numerosos expertos albergan más esperanzas de encontrar formas de vida simples, como microorganismos u hongos. Boss asegura que tales formas de vida deberían abundar, pero que, hasta dentro de al menos veinte años, no dispondremos de la tecnología necesaria para detectarlas.

En cualquier caso, ¿qué sucedería si algún día recibimos la señal de una civilización extraterrestre? La comunidad SETI cuenta con protocolos al respecto, tales como alertar a observatorios de todo el mundo a fin de verificar una posible señal, pero no puede decirse lo mismo de nuestros gobiernos. No existe ningún marco de las Naciones Unidas que establezca las directrices ante una situación así. Si oyésemos el grito de un vecino potencialmente hostil, ¿nos atreveríamos a responder?

Para Drake, ello no supondría una experiencia completamente nueva. En su época de estudiante creyó haber efectuado una detección. “Sientes una emoción especial cuando crees que ha ocurrido, porque sabes que todo va a cambiar”.

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