Guillermo Guevara Pardo, Tribuna Magisterial, marzo 28 de 2010.
Desde que alcanzamos la condición de seres humanos, siempre nos han atraído los lejanos puntos que en el cielo brillan. Podemos imaginarnos a los Homo sapiens primitivos extasiados ante el espectáculo de luz que brinda una noche tachonada de estrellas, pero también planteándose diversas preguntas acerca de lo que veían. Posiblemente así nacieron las primeras mitologías hoy perdidas en la bruma de la historia.
Fueron principalmente los babilonios, los egipcios, los asirios, los chinos, los griegos quienes con las herramientas de la geometría empezaron a entender las regularidades que en el cielo esos cuerpos trazaban. Así nació el conocimiento de muchas de las constelaciones que hoy podemos todavía dibujar en el firmamento. Pero como se creía que los astros podían determinar el destino de los hombres, la astronomía nació hermanada con la astrología, relación que persistió inclusive en científicos tan destacados como Kepler y Copérnico. Los astrónomos eran como sumos sacerdotes: comprendían los misterios de los cielos y predecían el futuro.
Durante siglos la astronomía se hacía recurriendo únicamente a la limitada capacidad visual del ojo humano y el universo conocido era entonces sumamente limitado. Hasta que en Holanda alguien inventó el telescopio, que inicialmente tenía un uso meramente recreativo y se usaba, entre otras cosas, para espiar a las más bellas del país de los molinos. Pero cuando los científicos empezaron a apuntarlo hacia el cielo, la astronomía sufrió un salto cualitativo y cuantitativo. Eso fue lo que hizo especialmente Galileo con el nuevo artilugio óptico: lo que durante siglos se creía verdadero fue derrumbado por la práctica científica.
Los portentosos avances astronómicos han estado siempre ligados a las mejoras técnicas del telescopio. Fue así como Hubble pudo confirmar que la Vía Láctea es otra galaxia más y que el universo, como un todo, está en un continuo proceso de expansión. Los telescopios de hoy en día, asentados en la Tierra o girando por encima de la atmósfera, nos han mostrado una infinidad de cuerpos y procesos en un cosmos que se nos antoja cada vez más bello y más complejo. Es muy posible que en el transcurso de este siglo encontremos planetas como el nuestro y detectemos las primeras señales de vida extraterrestre. Hace tiempo que la oscura astrología ya no se hermana con la diáfana astronomía. Los astrólogos han quedado reducidos a su justa proporción: charlatanes que empleando un lenguaje seudocientífico explotan la ignorancia de algunos incautos.
Se hace imperativo que la humanidad tenga la posibilidad de apropiarse de los amplios conocimientos acumulados por la astronomía, con el objetivo de ayudar a esclarecer la relación de uno con el universo. En Colombia los estudios astronómicos se desarrollan en muchas de las Universidades públicas y algunas de las privadas.
Pero a los estudiantes de primaria y secundaria también deben llegar esos conocimientos y los maestros colombianos tenemos en la Ley General de Educación una herramienta para que al aula de clase llegue la astronomía, eso es una necesidad inaplazable si de verdad estamos comprometidos con impartir una educación que sea científica y de calidad.