EL TIEMPO /
Por: Aurelio Suárez Montoya
El ‘descuadre’ se puede agravar, no solo porque la tasa de cambio esté ‘cogiendo vuelo’, sino también porque los ‘riesgos’ anticipados por el FMI parecen volverse ciertos.
El 14 de julio pasado, Luis Fernando Mejía, entonces director de política macroeconómica del Ministerio de Hacienda, manifestó: “El desafío de la economía es mantener los niveles de IED” (Inversión Extranjera Directa). Es la lógica de la confianza inversionista, cuya variable principal es el capital extranjero. Según el Dane, la dependencia de recursos externos de la economía colombiana era en el 2012 de 17,7 pesos por cada cien que requería para financiarse.
En consecuencia, la política económica de las dos últimas décadas, que incluye los TLC –como fase superior– se ha orientado a favorecer cada vez más los flujos de capital foráneo. La última visita del FMI fijó, para el 2014, en 39.000 millones de dólares (78 billones de pesos: 10 por ciento del PIB) las necesidades de financiamiento externo bruto tendientes a cubrir el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos, que estimó en el 3,3 por ciento del PIB, más las amortizaciones de la deuda de largo y mediano plazo y el pago de los vencimientos de la de corto plazo. Y evaluó que, para el 2015, podrían crecer a más de 40.000 millones.
Dichas remesas por ganancias seguirán creciendo en la medida en que continúen dichos flujos extranjeros hacia Colombia, que entre el 2000 y el 2013 acumularon 122.800 millones de dólares, cifra que abarca todas las actividades económicas, mayormente en petróleo y minería, y las de portafolio en distintos títulos bursátiles. Las cifras, bien dicientes, ponen al descubierto “el espejismo” de la inversión extranjera y ratifican que “el dinero va a donde puede salir”.
La contribución negativa de estas remesas al déficit de cuenta corriente puede aumentar y, por ende, el endeudamiento para financiarlas. En el Presupuesto para el 2015, el rubro mayor es el servicio de la deuda, por cerca de 47 billones de pesos. Y puede ir ‘in crescendo’, ya que, si disminuyen los ingresos de divisas por menor inversión o por bajas exportaciones, se convierte en recurso de última instancia. Hasta julio, de los 39.000 millones de dólares previstos por el FMI, el saldo neto era de 21.132 millones, de los cuales 9.091 son ‘capitales golondrina’.
El ‘descuadre’ se puede agravar, no solo porque la tasa de cambio esté ‘cogiendo vuelo’ y supere los 2.000 pesos –con efectos mixtos que, si bien pueden fortalecer las exportaciones, encarecen el servicio de la deuda externa pública y privada–, sino también porque los ‘riesgos’ anticipados por el FMI parecen volverse ciertos.
Entre ellos, vale destacar: baja en precios del petróleo; alzas en tasas de interés en Estados Unidos; deterioro de condiciones globales de los mercados financieros, por “tensiones geopolíticas”; desaceleración de socios comerciales dentro y fuera de la región y crecimiento continuado del precio de las viviendas y del crédito de consumo. El FMI resaltó igualmente que “en el frente fiscal, una fuente de riesgo es que las concesiones de carreteras u otros proyectos de infraestructura lleven a pasivos no previstos del sector público”.
El desfinanciamiento fiscal del Presupuesto del 2015, por 12,5 billones de pesos, junto con los llamados al “sacrificio” social para paliarlo y el déficit de las cuentas externas, que puede superar el 3,3 por ciento del PIB pronosticado por el FMI e incluso llegar hasta el 5 por ciento o más, emiten señales que evidencian el agotamiento de la política de confianza inversionista y ponen a Colombia en la mira de los mercados ‘buitre’, usureros de ocasión. Las esperanzas del ministro Cárdenas de que la regla fiscal los espante y que sigan fluyendo dólares baratos a porrones, con los proyectos viales 4G como “tabla de salvación”, pueden desvanecerse… Que ojalá, de suceder, nos coja confesados.