EE.UU. se ha autoerigido en supremo juez mundial en materia de derechos humanos y a nombre de esta bandera ha enviado tropas a Kosovo, se preocupa por la guerra en Chechenia, critica a Saddam Hussein y Fidel Castro, arma al gobierno turco contra los kurdos, despedaza los Balcanes. Generalmente estas preocupaciones van acompañadas de intervenciones militares, bombardeos, sanciones económicas y otras medidas que han ocasionado miles de muertos y la destrucción de la infraestructura de regiones enteras. La política de globalización emprendida por el gobierno norteamericano ha sumido aun más en la pobreza y el desempleo a la mitad de la población mundial, privando a miles de personas de educación, servicios de salud y vivienda, los cuales se han convertido en negocios privados, atentando así gravemente contra los derechos económicos y sociales de los pueblos. En el caso de Colombia, su defensa de los «derechos humanos» es otro pretexto para intervenir en los asuntos internos, controlar las fuerzas armadas, reformar el aparato judicial, darle a las ONG la potestad de reemplazar a los movimientos sociales y sindicales, al tiempo que impone una política económica recesiva y antinacional. El presente artículo muestra cómo los «campeones de los derechos humanos» los violan diaria y sistemáticamente en su mismo territorio.
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