El modelo de globalización económica y política, que marcó la agenda internacional durante décadas, muestra signos de agotamiento. La promesa de un desarrollo universal se diluye en un contexto de nacionalismos renovados, fracturas en el comercio internacional y la caída de instituciones como la OMC. Mientras China y el bloque BRICS fortalecen su influencia, el dominio de Estados Unidos tambalea frente a tensiones económicas y geopolíticas. Este giro redefine las relaciones entre naciones y pone en jaque las premisas del modelo neoliberal que gobernó el mundo desde los años noventa.
La idea de que el libre comercio y la globalización marcarían el último y más alto nivel de desarrollo de la humanidad parece estar llegando a su fin. Francis Fukuyama anunció esta perspectiva en 1992, pero los acontecimientos recientes sugieren un cambio radical en el panorama mundial. Este concepto, que revolucionó la economía y la política internacional durante las últimas décadas, enfrenta una transformación inevitable.
El globalismo: éxito efímero de un modelo neoliberal
Es importante distinguir entre globalización y globalismo. Mientras que la primera alude a las crecientes interconexiones entre países, avances tecnológicos y el desarrollo de redes internacionales, el globalismo se refiere a la interpretación neoliberal que marcó el rumbo económico mundial desde los noventa. En esta época, Estados Unidos emergió como el principal beneficiario del modelo, consolidando su poder a través de la apertura de mercados y el debilitamiento de las barreras estatales.
Sin embargo, este enfoque enfrentó contradicciones evidentes. A pesar de promover la no intervención estatal, el complejo militar-industrial de Estados Unidos, uno de los pilares de su economía, depende profundamente de fondos públicos. Además, mientras abogaban por la eliminación de aranceles y subsidios, el nacionalismo económico resurgía silenciosamente en países clave.
La Organización Mundial del Comercio y el ocaso de su influencia
La Organización Mundial del Comercio (OMC) buscó liderar la globalización económica eliminando barreras comerciales y promoviendo flujos de capital. No obstante, sus objetivos no se cumplieron. Desde su fundación en 1994, las cumbres ministeriales han requerido inversiones millonarias, pero la organización hoy está paralizada. Incluso su mecanismo de solución de controversias permanece inoperante. Los tratados bilaterales de libre comercio sustituyeron los intentos de consenso multilateral, pero también enfrentaron limitaciones. Ejemplo de ello son los fracasos del Tratado Transatlántico de 2019 y el Tratado Transpácifico de 2017.
En este contexto, China ha adquirido un protagonismo que contrasta con el declive estadounidense. De ser un actor económico secundario en los noventa, ahora es el principal socio comercial de más de 140 países. Aunque Estados Unidos ha intentado contener su ascenso con sanciones y conflictos comerciales, estas medidas han expuesto las debilidades de su propio modelo neoliberal, como la deslocalización masiva de su manufactura.
El resurgimiento del nacionalismo y la resistencia al globalismo
El nacionalismo, declarado obsoleto por las corrientes neoliberales, ha vuelto con fuerza. Países como Rusia, India, China, Turquía e Irán han tomado medidas contundentes para proteger sus intereses y desafiar el orden establecido. Asimismo, en América Latina y el Sahel, se han observado movimientos que buscan liberarse de las agendas impuestas por potencias extranjeras.
Este resurgimiento también ha traído consigo un rechazo a la homogeneización cultural. Las culturas nacionales han comenzado a ser valoradas como elementos esenciales dentro del mosaico de la civilización universal. En contraste, el periodo neoliberal alentó divisiones territoriales, como ocurrió en Yugoslavia, donde la OTAN fomentó su fragmentación en múltiples estados.
A pesar de su diversidad ideológica, el nacionalismo contemporáneo ha coincidido en oponerse al globalismo. Sin embargo, la izquierda ha dejado un vacío que, en muchos casos, ha sido ocupado por corrientes ultraconservadoras.
Cambios en las cadenas de suministro y la integración regional
El comercio internacional no ha disminuido, pero sí se han acortado las cadenas de suministro. Cada vez más países priorizan acuerdos con socios cercanos y buscan fortalecer sus economías regionales. La promesa de que la liberalización total del comercio optimizaría la economía global no se materializó. En cambio, se profundizaron las desigualdades entre naciones dominantes y aquellas relegadas a la producción de materias primas.
La brecha entre los países productores de bienes y los exportadores de recursos primarios refleja un esquema que perpetúa relaciones neocoloniales. Ejemplos claros son los casos de Palestina y la República Árabe Saharaui, que aún enfrentan situaciones de ocupación y despojo.
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Estados Unidos y su estrategia de poder
En su intento por mantener la hegemonía, Estados Unidos ha recurrido a medidas extremas. La voladura del gasoducto Nord Stream II es un ejemplo de cómo la competencia económica ha cedido ante estrategias militares. Al destruir esta infraestructura, Washington buscó aislar a Europa de Rusia, consolidándose como proveedor principal de energía y alimentos en la región.
Mientras tanto, el bloque BRICS ha crecido en influencia, agrupando a países que representan la mayor parte de la población mundial. Este grupo está construyendo una estructura política y financiera alternativa al modelo occidental, desafiando el predominio estadounidense.
Un panorama incierto
La etapa más próspera de la globalización ha quedado atrás. Las tensiones actuales sugieren una transición hacia un orden internacional más fragmentado. Las guerras impulsadas por el Pentágono, como las de Ucrania y Siria, han causado estragos y amenazan con intensificarse. Estas acciones, lejos de resolver conflictos, han reafirmado la posición de Estados Unidos como un factor desestabilizador.
El modelo de globalización que dominó las últimas décadas enfrenta un declive evidente. El futuro inmediato dependerá de cómo las potencias emergentes y las economías regionales configuren nuevas formas de colaboración y resistencia frente al dominio occidental.