El 3 de noviembre de 1903, hace cien años, se consumó la separación de Panamá del territorio patrio a causa de la intervención de Estados Unidos. Un año antes de la secesión había concluido la Guerra de los Mil Días en la cual fue derrotado el partido liberal radical, esa fuerza política que desde mediados del siglo XIX se atrevió a abrir el camino de la revolución democrática en Colombia con las reformas anticoloniales que liberaron la fuerza de trabajo de la esclavitud, desestancaron los grandes latifundios de la Iglesia y los terratenientes iniciaron los ciclos de agroexportación del tabaco, la quina, el añil y el café, proclamaron la separación moderna entre la Iglesia y el Estado, y establecieron las más amplias libertades de pensamiento, creencias, imprenta, cátedra, movilización, producción e intercambio de bienes que jamás había conocido el país. Luego de los desastres militares de los radicales en las guerras de 1885 y 1895, era inevitable la derrota en la Guerra de los Mil Días, iniciada sin unidad de mando, sin los pertrechos básicos, sin un amplio respaldo de la población y en las circunstancias de una creciente intervención de Washington que necesitaba inaugurar su hegemonía mundial controlando el paso marítimo por el proyectado Canal de Panamá. A estas enormes desventajas se agregó el veleidoso caudillismo del general liberal Rafael Uribe Uribe quien un día se lanzaba a la aventura, otro día abandonaba las trincheras en plena batalla y al final, buscó lugar entre los socios locales del nuevo colonialismo agenciado desde la Casa Blanca. En este artículo se analizan las circunstancias y los factores que determinaron la derrota liberal radical, el triunfo de los herederos de la Regeneración y el cercenamiento del istmo panameño en aquella Colombia escindida y subastada a la nueva potencia imperial.
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