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La violencia de los ricos

Oct 30, 2013

Por: Editor Cedetrabajo
Por: Diego Otero Prada. Miembro de la Red por la Justicia Tributaria en Colombia. Acaba de salir en Francia el libro La Violencia  de los ricos (La Violence des riches)  de los sociólogos Michel Pincon y Monique Pincon-Charlot, que esperamos sea pronto traducido al español, que es un análisis de la  violencia de las  clases […]

Por: Diego Otero Prada. Miembro de la Red por la Justicia Tributaria en Colombia.

Acaba de salir en Francia el libro La Violencia  de los ricos (La Violence des riches)  de los sociólogos Michel Pincon y Monique Pincon-Charlot, que esperamos sea pronto traducido al español, que es un análisis de la  violencia de las  clases dominantes, no solamente la física, sino especialmente la simbólica (económica, social, cultural), que aunque tiene como referencia  en general a Francia, se aplica muy bien a Colombia.

Siempre me he preocupado por el problema de la dominación de las clases populares por los dominantes. Por qué estas aceptan la dominación, por qué les gusta, por qué no se rebelan. El libro da unas claves de esta situación que sirven para diseñar una política dirigida a las clases dominadas para que entiendan que están dominadas y qué hacer para superar esta tragedia.

La mejor síntesis del pensamiento de los autores es el capítulo final del libro El burguesismo y sus enemigos, que se presenta traducido a continuación.

“Con la fase del neoliberalismo, la clase dominante  intenta  por todos los medios, ideológicos, políticos y mediáticos, de transformar en enemigos a los agentes sociales más pobres, los más desestabilizados por la precarización del trabajo. No en tratarlos como adversarios de clase, en un  gran combate, como en la fase paternalista  del capitalismo industrial de los siglos XIX y XX, sino en supernumerarios, en parásitos nefastos al funcionamiento de la bella máquina capitalista. Haga lo que hagan, cualesquiera que sean sus voceros, los dominados tienen la culpa de todo. Las organizaciones sindicales y políticas, los militantes que denuncian las desigualdades son sistemáticamente tachados de populistas. Se  trata, para los dominantes, de marcar su secesión estigmatizando al pueblo, visto como  incompetente en el estadio del capitalismo mundializado y  supuesto que no puede pretender más a la democracia y la soberanía.

Este discurso permite a los ricos cuyos ingresos y patrimonios se cuentan en millones de euros, a los políticos que hacen  juego a los especuladores, para que vivan de  sus fechorías en total buena conciencia. Esta “fabricación del enemigo” se inscribe en la guerra sicológica  que deben llevar los poderosos para ganar la guerra de clases. Esta debe aparecer como legítima y obtener la etiqueta  de “democrática” detrás de la cual todas las violencias y las ilegalidades avanzan escondidas. “La fabricación de un enemigo puede afirmar la colectividad, puede ser una escapatoria para una autoridad en dificultad sobre el plan interior”, escribe Pierre Conesa. Es así que, en el corazón mismo de las clases populares, la perversión ideológica ha erigido al inmigrante en chivo expiatorio, al cual se le atribuye la responsabilidad de la reducción del  poder de compra, de la relegación en el espacio geográfico, de la degradación de los servicios públicos  y del empleo.

‘El enemigo es una opción, no es un hecho”. Se trata de hacer perder al enemigo de clase, su identidad social  para que él llegue a ser “defraudador” o  un “perezoso”, o un terrorista””  o un “rojo”. A Yannick Langrenez, antiguo delegado de la Confederación General del Trabajo de Francia -CGT  en Thome-Génot, se le rechazó un empleo, porque el patrón no quería dar de “comer a los rojos”.

Se lee una longitud de editoriales de denuncias de las derivas del “populismo”. En eso no se utiliza la misma energía para fijar su doble, más activo y bien establecido: el burguesismo del periódico Le Figaro, los  “ricos”de los cronistas de la Bolsa o el “oligarquismo”de Quien es Quien (Who’s Who). Con el lujo, la elegancia, los tabloides para el pueblo, las exhibiciones  caritativas y las exposiciones de obras de arte, los ricos se construyen una mascarada de benefactores sociales que a la humanidad les conviene alagar cuando  ellos no tienen más mérito que el de su nacimiento. El neologismo burguesismo  está adaptado a la guerra sicológica que no cesa de denunciar  con el populismo a un  pueblo que sería  alagado por ciertos políticos, cuando no merece tantos honores. Pero qué decir de las adulaciones ditirámbicas que inciensan a los ricos, de quienes se guarda bien  de desvelar el origen de sus fortunas.

La plata que a partir de ahora ocupa la parte delantera de la escena, es comprensible que los sociólogos especialistas de la clase dominante utilizan el término “ricos” en una suerte  de devolver el favor poniendo en su lugar a aquellos que,  en último análisis, deben lo esencial de su posición al trabajo de otros. La reflexión sobre las palabras es indispensable para contrarrestar la guerra ideológica que causa estragos en detrimento de los pueblos. Nuestra “democracia” es retenida y controlada por una aristocracia de la plata. Para los burgueses y los nobles, ahora reconciliados, que practican un burguesismo  sistemático. Ellos se persuaden mutuamente de sus inmensas cualidades, y no cesan de poner en evidencia su excelente educación, se muestran lo  mismo corteses hacia el personal. Se congratulan y se felicitan mutuamente de ser como son.

Una nueva aristocracia se ha constituido a partir del desbordamiento de la finanza. Los títulos de nobleza aseguraban antes la continuidad de la casta. Hoy, las fortunas visibles y la plata escondida en los paraísos fiscales  aseguran la sucesión en la cima de las generaciones dinásticas. Esta nobleza oligárquica ha tomado el control de lo esencial de las fuerzas políticas, de izquierda como de derecha.  El pensamiento único triunfa, más allá de las coqueterías, para divertir la galería y justificar la existencia de partidos que están de acuerdo sobre lo esencial: el mercado, la libre circulación de capital, menos Estado, cada uno para sí mismo. El cuadro  es increíblemente arcaico, volviendo  al régimen de las órdenes, incluso de las castas. El Tercer Estado comprendía la burguesía naciente. Hoy  en día, es a los intocables que los más desfavorecidos hacen pensar. Sin embargo, la máquina infernal del neoliberalismo conoce los primeros sobresaltos de su falla fatal.  Las crisis se suceden, el desempleo aumenta, el barco tomado en la tempestad ve sus estructuras gemir bajo los golpes de escándalos, de la puesta al día de la deshonestidad intrínseca de la bomba de hacer ganancias del capitalismo.

Al desmontar los  mecanismos de la violencia de los ricos a la hora de “su” mundialización y al desvelar su arbitrariedad, sus subterfugios económicos, políticos e ideológicos, hemos querido alertar sobre la fuerza y la determinación de una clase social movilizada para la defensa de sus intereses, poniendo en peligro las otras clases, aún el planeta mismo. La idea de un cambio radical puede dar miedo, pero sin razón.   Todo lo contrario,  puesto que el caos está ahora y se ha  instalado en una espiral infernal. No hay otra  solución que romper con un capitalismo que se ha vuelto irresponsable,  con el apetito de ganancia inmediata que hace perder el sentido de lo posible  y de la solidaridad. Es preciso dar razón a este sistema económico-político que ha tenido su día. Su  perpetuación solo podría conducir a una deflagración mundial donde  el sentido del interés colectivo dejaría el lugar a una regresión atroz con relación a las adquisiciones de la época de las Luces. Con  la obscuridad de la noche reaccionaria para algunos siglos.”

Hay que leer el libro La Violencia de los ricos.

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