Desde que hay conciencia del efecto de las actividades humanas en el calentamiento global, una de las premisas que se ha aceptado es distinguir el grado de responsabilidad, en las causas y en las soluciones, de cada uno de los actores mundiales. El Convenio Marco sobre Cambio Climático de la ONU en 1992 estableció que en este tema“los Estados tienen responsabilidades comunes pero diferenciadas”[1]. De ahí se desprendía que los países más contaminantes y más desarrollados debían llevar la iniciativa en la lucha contra el cambio climático, hacer los mayores esfuerzos por evitar la emisión de gases del efecto invernadero, proporcionar recursos financieros y transferir tecnología ambientalmente sana a los países en desarrollo.
Las ideas aprobadas por los líderes políticos en 1992 encontraron una respuesta en 2010 en la Cumbre de los Pueblos de Cochabamba, que se realizó en contraposición a la Cumbre de la ONU sobre Cambio Climático (COP) realizada ese mismo año en Copenhague[2]. De allí en adelante se realizaron cumbres sociales alternativas en todas las reuniones de la COP y en ellas hubo el denominador común de exigir a los países desarrollados: 1) disminuir sensiblemente las emisiones de GEI en la atmósfera; 2) asumir los costos de transferir la tecnología a los países en desarrollo; 3) hacerse responsables por los refugiados climáticos, lo que implica acabar las restricciones migratorias; 4) asumir los daños que causan las emisiones en los países no desarrollados.
A pesar de los acuerdos y del llamado de los pueblos, la deuda histórica no ha sido saldada, la emisión de GEI sigue siendo desigual entre países y los más desarrollados no han actuado de la manera necesaria para reducir las emisiones de GEI. Se calcula que Estados Unidos es responsable del 27% de los GEI arrojados a la atmósfera desde 1850, y Europa del 22%[3]. Para contribuir a reducir las causas del cambio climático en el sur global, que ha sido víctima en este tema, los países avanzados deben transferir recursos y tecnología a los países en desarrollo. Cosa que no ha sucedido. Los 34 Estados más ricos no han cumplido con las metas anuales de recaudo para financiar la mitigación y adaptación climáticas de los países más pobres. Y casi el 80% de los recursos han llegado en forma de préstamos y no de subvenciones[4]. La poca asistencia y transferencia de tecnología, por mantener la propiedad de las patentes y asegurar ventajas en el comercio mundial, explican que el ganado en América del Sur emita cinco veces más metano que el ganado de Estados Unidos.
Además de las culpas pasadas no saldadas, los países avanzados siguen siendo los causantes del problema. Los diez primeros países que más emiten suman el 67% de las emisiones totales mundiales. Durante todo el siglo Estados Unidos se ha mantenido por encima de los 6.000 millones de toneladas de CO2 y en la actualidad es el segundo emisor del mundo. Japón ha estado durante todo el siglo XXI oscilando alrededor de los 1.200 millones de toneladas, ubicándose entre los primeros cinco emisores[5]. Mientras Estados Unidos tiene una emisión per cápita de 15 toneladas al año, el promedio de África Subsahariana es de 1,6.
Parte de los gases emitidos por los países no desarrollados van a beneficiar a los países ricos o las personas más ricas de los países pobres. Precisamente, hay la tendencia de los países desarrollados a externalizar los procesos intensivos en recursos naturales. De esa forma los gases se producen en los países atrasados y también se quedan con los desechos y residuos que puedan causar daños ecológicos. Por ejemplo, se culpa a China por el aumento de sus emisiones de CO2, pero no se tiene en cuenta que China es el principal exportador mundial de bienes de consumo, con 902.271 millones de dólares en 2019, y su emisión per cápita es de 8 toneladas al año. En un contexto donde Estados Unidos tiene un consumo final per cápita 50 veces mayor al de Haití. De manera que los GEI los pueden producir en China o India, pero las mercancías se disfrutan en Norteamérica o Europa. A esta lógica no escapan los países pequeños o con pocas emisiones. Las exportaciones de Ecuador contienen cinco veces más emisiones de CO2 que las importaciones que recibe.
Vale la pena aclarar que no se puede exigir el mismo nivel de emisión de los países desarrollados para los no desarrollados. De hecho, si todo el mundo tuviese la huella ecológica per cápita de Estados Unidos, serían necesarios cinco planetas Tierra. Pero no se puede negar que el desarrollo implica consumo y contaminación: China ha usado más concreto en este siglo que Estados Unidos durante todo el siglo XX[6] -se calcula que en la producción de cada tonelada de concreto, se emite una tonelada de CO2-. Los países pobres tienen derecho a desarrollarse y sus emisiones seguramente aumentarán. En ese sentido, la mayor responsabilidad recae en los países ricos, que deben reducir sus emisiones per cápita. Las personas más ricas de cada país también deben reducir su huella ecológica.
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El actual desbalance en la emisión de GEI se sustenta en el modelo económico predominante de los últimos 30 años. La enorme concentración de la producción en oligopolios -por ejemplo, una sola empresa hace una de cada 3 cervezas que se producen en el mundo- ha permitido que los intereses del sector privado demoren las soluciones. Grandes empresas privadas han gastado alrededor de 500 millones de dólares en desprestigiar la ciencia sobre el cambio climático[7]. El modelo de globalización también es el que obliga a los países en desarrollo a abrirse a grandes corporaciones para que exploten sus recursos. Un sistema que persiste a pesar de ser ineficiente económica y energéticamente. Donde mejor se evidencia es en el sector de los alimentos. La agricultura sustentada en petróleo de los países desarrollados se da gracias a los enormes subsidios de los Estados para competir en el mercado internacional. Hay gasto de energía innecesaria, sobre todo en transporte, por el modelo globalizado que hace viajar mayor distancia cada alimento. Además, se acaban las economías de subsistencia y se concentra la producción de ciertos productos básicos, como maíz y trigo, en las economías desarrolladas.
El poco avance en la reducción de GEI se debe a la falta de voluntad política de los países más poderosos. Los múltiples acuerdos y tratados han servido para hacer publicidad pero no para solucionar los problemas. La propia proliferación de acuerdos es un problema porque segmenta los temas y ocasiona conflictos de prioridad. Además, se han caracterizado por la debilidad (o ausencia) de las sanciones a los que no cumplen los compromisos. En este tema sobresale de nuevo la actitud histórica de Estados Unidos. En su respectivo momento, la mayoría republicana del Senado de Estados Unidos no ratificó el Protocolo de Kioto y Trump se retiró del Acuerdo de París. En balance, los acuerdos han sido ineficaces y con poca implementación.
El debate del cambio climático debe tener en cuenta la estructura internacional tan desigual que existe. Países con PIB per cápita de 500 dólares anuales y otros que casi alcanzan los 100.000 dólares. El desarrollo de estos últimos se sustenta en buena medida en la contaminación de todo el planeta, donde se ven afectados con más fuerza los países pobres. Más recursos y mayor responsabilidad en la causa del problema, acarrea más responsabilidad de los países ricos en la solución. Las salidas recaen principalmente en los países desarrollados.
[1] ONU (1992) Convenio Marco sobre el Cambio Climático.
[2] Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático (2010) Acuerdo 22 de abril de 2010
[3] Lucas Chancel (2022) ¿Quién contamina realmente? El Grand Continent
[4] OXFAM (2020) Informe paralelo sobre financiación climática.
[5] Banco Mundial (2022) Emisiones de CO2. https://datos.bancomundial.org/indicator/EN.ATM.CO2E.KT
[6] Esther Trula (2019) China usó más cemento entre 2011 y 2013 que Estados Unidos durante todo el siglo XX.
[7] Manuel Rodríguez (2016) ¿Enemigos del planeta? El Tiempo.
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