Por: Juan Armando Sánchez*
El Tiempo, Bogotá D.C., 01 de julio de 2018
Recientemente, la revista ‘Biota Colombiana’ publicó la descripción de una nueva especie de bagre andino: ‘Trichomycterus rosablanca’. Este pez vive en ríos y quebradas en lo profundo de algunas cavernas de Santander y carece de ojos y de colores, una característica común entre los animales acuáticos que habitan las partes inundadas de cavernas y cuevas donde dichas particularidades resultan inútiles, en un mundo de oscuridad perpetua.
Lo interesante del hallazgo, que significa una nueva especie más para el redescubrimiento de la biodiversidad colombiana en tiempos de paz, es que demuestra que estos bagres ciegos son otro santo grial para el estudio de la frontera en evolución, una constante en todos los sistemas cavernosos del planeta.
En México, donde están algunos de los sistemas de cuevas más extensos, poblaciones de un pequeño pez del género ‘Astyanax’, emparentado con la cachama y la piraña, en un mismo río que tiene partes emergidas y subterráneas, tiene poblaciones con o sin ojos, dependiendo de si se encuentra en aguas que reciben luz o carecen de ella. Este santo grial para el estudio de la pérdida degenerativa de los ojos en cavernas ha llevado a quienes lo estudian a concluir que hay un proceso de aclimatación no genético antes de heredarse la pérdida del ojo.
Dicho mecanismo, publicado hace tan solo un mes en ‘Nature Ecology & Evolution’ por investigadores del National Institutes of Health de Estados Unidos, demuestra que la información ambiental almacenada durante la vida de un organismo-llamada técnicamente epigenética –puede pasarse entre generaciones y eventualmente influir en el cambio evolutivo. Este descubrimiento va un tanto en contravía de la concepción actual de la teoría de la evolución donde la premisa es que solo se hereda lo estrictamente genético.
Esta nueva dimensión del estudio evolutivo de las especies requiere de modelos de estudio como ‘Astyanax’. Para el descubrimiento de ‘Trichomycterus rosablanca’, investigadores del Instituto Humboldt y la Universidad Estadual Paulista en Brasil (Lina Mesa, Carlos A. Lasso, Luz Ochoa y Carlos DoNascimiento) compararon secuencias del ADN mitocondrial de la especie nueva con especies similares.
Sus resultados fueron sorprendentes: La especie más cercana a T. rosablanca fue el capitán de la sabana (‘Eremophilus mutisii’), un bagre muy colorido y para nada ciego. Lo anterior quiere decir que las especies ciegas y albinas de ‘Trichomycterus’ –que suman nueve en Suramérica– aparecieron en la historia evolutiva de este grupo de animales varias veces de forma independiente, quizás por un mecanismo similar al propuesto para ‘Astyanax’.
Estudiar el puente entre epigenética y evolución es una de las fronteras del conocimiento que prometen grandes aplicaciones en biología y medicina. Por lo tanto, ‘Trichomycterus’ y ‘Eremophilus’ son valiosos modelos de estudio cuya biodiversidad hasta ahora empieza a elucidarse. Estos peces ciegos son muy raros en otras zonas del mundo; en toda Europa, por ejemplo, donde hay extensas cavernas inundadas, tan solo el año pasado se descubrió por primera un pez ciego (Barbatula).
“En otras especies que he colectado en muchas cuevas he visto individuos con y sin ojos, con diferentes grados de desarrollo”, comenta con gran entusiasmo Carlos A. Lasso, uno de los autores del descubrimiento de la nueva especie que ha participado en la exploración de las cavernas de Santander.
El potencial de Colombia para el descubrimiento de peces ciegos es muy alto en regiones como Boyacá, Cundinamarca, Antioquia y Santander, donde el ambiente de estos peces, que son cuevas de origen calcáreo, es más abundante. Dentro de las expectativas de las iniciativas de proyectos como Colombia Bio, con participación de Colciencias y el Instituto Humboldt, entre otras instituciones, está conocer más de la fauna troglodita –como se conocen a los habitantes de las oscuridades perpetuas en las cavernas– de Colombia, en donde queda demostrado que las probabilidades de nuevos hallazgos para la ciencia son muy altas.
*Profesor titular, director del Laboratorio de Biología Molecular Marina (Biommar) Universidad de los Andes. En Twitter: @biommar