Introducción
Héctor-León Moncayo S .
Hace dos siglos Renan escribió que la nación es un plebiscito de todos los días y, desde entonces, la frase se hizo popular. Hoy podríamos aplicarla, con mucha mayor razón, al ser andino. Porque, aparte del accidente geográfico, la enorme cordillera de los andes que, bordeando el oeste de Suramérica, se extiende hasta los hielos de la Patagonia y que seguramente condiciona algunos rasgos culturales comunes, no hay ninguna unidad predeterminada y es necesario hacer un esfuerzo para aplicar este atributo al conjunto de los países. Venezuela, por ejemplo, se siente, a pesar de todo,
mucho más caribeña; probablemente por la fuerza de gravitación que ejerce Caracas, su capital. Lo mismo diría buena parte de la población colombiana –costeña– que, por cierto, ha hecho de ese sentimiento una oposición, similar a la que tradicionalmente se ha observado, en estos países, entre los habitantes de tierras bajas y los serranos; cambas y collas, como se denominan en Bolivia. El término plebiscito, utilizado aquí, significaría entonces, como debe ser, una decisión consciente de construcción política.
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