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Los tres chiflados

Nov 9, 2021

Piñera en Chile, Lasso en Ecuador, Duque en Colombia han afrontado protestas populares, viven la violencia, siguen al FMI y se apegan a dogmas mandados a recoger. Hay tres gobiernos en América Latina con similitudes sorprendentes, el de Sebastián Piñera en Chile, Guillermo Lasso en Ecuador y el de Iván Duque en Colombia, porque los […]

Piñera en Chile, Lasso en Ecuador, Duque en Colombia han afrontado protestas populares, viven la violencia, siguen al FMI y se apegan a dogmas mandados a recoger.

Hay tres gobiernos en América Latina con similitudes sorprendentes, el de Sebastián Piñera en Chile, Guillermo Lasso en Ecuador y el de Iván Duque en Colombia, porque los tres representan el intento de prolongar e incluso radicalizar las políticas de liberalización derivadas de las recomendaciones del FMI y el Banco Mundial. Los tres han afrontado fuertes movilizaciones populares como las que se vieron en Chile en 2019 y que se prolongaron durante varios meses y otra vez en 2021, recientemente, con motivo del segundo aniversario. En Colombia, desde abril de 2021 y, por varias semanas, se realizaron manifestaciones diarias a lo largo y ancho del país. Y hace pocos días, en Ecuador, el movimiento indígena llenó las calles en protesta contra un alza en los combustibles, episodios que están todavía en desarrollo.

En Chile las movilizaciones condujeron a la convocatoria de una Convención Constituyente que está redactando una nueva Constitución en reemplazo de la de Pinochet. En Colombia se cayó una reforma tributaria y se paralizó el trámite de las reformas laboral y pensional y Duque cayó a un mínimo en su aceptación por parte de la opinión. En Ecuador, en un recién iniciado mandato, ya ha bajado enormemente la aceptación del  gobierno y está por verse el desenlace.

Las autoridades acudieron en los tres países a la misma explicación de los hechos: fuerzas externas, movimientos políticos desestabilizadores y terrorismo organizado y adoptaron medidas similares, estados de excepción, autorización para la acción violenta de las fuerzas policiales y deslegitimación de la voz de quienes desde la protesta pacífica lideraban la protesta.

Todo este ambiente de efervescencia se unió a la publicación de documentos que probaban la existencia de cuentas en paraísos fiscales directamente por parte de los presidentes, en el caso de Chile y Ecuador, y de la vicepresidenta y dos expresidentes que forman parte de la coalición de gobierno en el caso de Colombia, a más de empresarios que lo apoyan. Las justificaciones han sido anecdóticas y superficiales y todas sobre la base de no es delito poseer cuentas en esta clase de jurisdicciones opacas que permiten la evasión y elusión de impuestos. La disculpa no oculta que una parte de la clase política y del empresariado tiene transacciones por lo menos sospechosas en materia financiera y deterioran la capacidad del Estado de generar ingresos tributarios.

En Chile las fuerza adictas al gobierno perdieron estruendosamente las elecciones a la Convención Constituyente. En Ecuador las primeras fuerza políticas la constituyen el correísmo y el movimiento indígena, ambos de oposición al gobierno. Y en Colombia, pese a que el gobierno controla el parlamento y este no ha dejado de aprobar a pupitrazos sus principales propuestas, predomina el ausentismo, la falta de entusiasmo de los congresistas afines al gobierno, los cuales temen que el desprestigio de Duque les cobre factura en las elecciones que se realizarán el año que viene, y de una forma u otra tienden a desmarcarse.

En lo político se vive en los tres países un ambiente de violencia, en Ecuador un auge de la delincuencia organizada  y hechos como la muerte de decenas de presos en las cárceles. En Colombia, la persistencia de las masacres y la multiplicación de acciones de grupos de delincuentes que representan todas las violencias de diversa índole, en las que se combinan quienes persisten en la demencia de la guerra, quienes se lucran del narcotráfico y la impotencia de un gobierno que sembró de dudas la implementación del acuerdo de paz con las Farc.

En Chile se vive una compleja situación de transición, pues mientras la Convención Constituyente sigue redactando la nueva Constitución, se avecinan unas elecciones que tendrán un resultado imprevisible, pero en las cuales no ganarán bajo ninguna circunstancia las fuerzas que han sido el sostén de Piñera. El debate sobre los retiros de dineros de los fondos de pensiones para estimular el consumo, el aumento de la inflación y de las migraciones y la violencia en territorio mapuche han caldeado el ambiente.

Los tres gobiernos y las fuerzas que los sustentan han coincidido en apoyar el cadavérico Grupo de Lima, que pretendía aislar  a Venezuela, en reemplazo de la acción de la OEA, cuyos países miembros no pudieron unificarse en este propósito. Le apuestan a la Alianza del Pacífico, que también ha fracasado en su esfuerzo de acercarse al mercado asiático. Y Prosur, una organización que intentó sustituir a Unasur, no pasa de ser un grupo de Whatsapp.

Los tres son absolutamente leales a Washington, que los recompensa con migajas

Los tres siguen incondicionalmente las orientaciones de los organismos de crédito y se esfuerzan en mantener una agenda que está siendo cuestionada a escala global. Y son absolutamente leales a Washington, que los recompensa con migajas.

Pero el mundo cambia, y cada vez más clases sociales y grupos de población exigen atender las necesidades de la ciudadanía y de la producción local y no las de unos cuantos supermillonarios y multinacionales. En una época de cambios vertiginosos, los tres se  apegan a dogmas ya mandados a recoger y, parecen chiflados.

Nota original publicada en Las 2 Orillas

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