Guillermo Guevara Pardo, leído en Tribuna Magisterial, marzo 24 de 2011
En 1996 el físico norteamericano Alan Sokal(1) envió a la revista de estudios culturales Social Text, publicación reconocida por su abierta simpatía con las ideas del llamado pensamiento posmoderno, un artículo con el pomposo título de “Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica”. Según el autor dicho texto era “una mezcla de verdades, medias verdades, cuartos de verdad, falsedades, saltos ilógicos y frases sintácticamente correctas que carecen por completo de sentido”. Los editores de Social Text no captaron la parodia que tenían en sus manos y lo publicaron en el número de primavera/verano, dedicado a la supuesta “guerra de las ciencias”, de ese mismo año; el mencionado artículo citaba a los más encumbrados representantes del pensamiento filosófico del posmodernismo como Jacques Derrida, Jacques Lacan, Bruno Latour, Luce Irigaray, Sandra Harding y otros, adobado con referencias de los más importantes científicos que contribuyeron al desarrollo de la mecánica cuántica: Niels Bohr y Werner Heisenberg.
“Transgredir las fronteras” pretendía ser un mentís del supuesto dogma impuesto al pensamiento occidental, herencia de la Ilustración, de que el mundo tiene una existencia independiente de cualquier ser humano y que la ciencia es la mejor opción para poder conocer las propiedades de ese mundo. Apoyándose en las críticas feministas y del postestructuralismo el mencionado texto defendía las tesis de que la realidad física y la realidad social, son en el fondo una construcción lingüística y social; que el conocimiento científico no puede ser objetivo, pues en últimas es un mero reflejo de las ideologías dominantes y de las relaciones de poder que predominan en el seno del contexto social donde dicho conocimiento se ha generado; y que otras narrativas acerca del mundo, como los mitos, tienen tanto valor como el propio discurso científico.
Semanas más tarde Sokal destapó sus cartas y reveló la verdadera naturaleza de su ingenioso engaño poniendo en evidencia la irracionalidad de la crítica posmodernista contra el pensamiento científico. El escándalo no se hizo esperar y hasta los más importantes periódicos del mundo se ocuparon de amplificar el asunto. Posteriormente, junto con el físico teórico belga Jean Bricmont, publicó “Imposturas intelectuales”, un sesudo análisis que mostraba palmariamente que el discurso posmodernista y constructivista de sus más destacados defensores era solo bazofia intelectual. Sokal lo ha resumido sin tapujos: “Lacan es un chiflado erudito, desde luego, pero chiflado al fin y al cabo”.
Está en las librerías colombianas el libro de Alan Sokal, “Más allá de las imposturas intelectuales”, publicado por Ediciones Paidós en marzo de 2010. Un texto que debería ser leído por todos aquellos que se interesan en los asuntos filosóficos relacionados con las ciencias naturales. Las tres partes del texto son en el fondo un alegato en pro de la necesidad para que la humanidad del siglo XXI adquiera una visión científica del mundo, visión que implica claridad en el pensamiento y respeto por la evidencia. Piensa Sokal que “la verdad, la razón y la objetividad son valores dignos de ser defendidos”, aún más por quienes profesamos una ideología de izquierda pues “sin ellos, nuestra crítica pierde toda su fuerza”.
(1) Alan Sokal es profesor de Física en la Universidad de Nueva York y profesor de Matemáticas en el University College de Londres. Sus investigaciones se centran en la mecánica estadística y la teoría cuántica de campos.