José Gordon
Nos encontramos en el corazón del detector Alice en el colisionador de partículas del CERN en Ginebra, Suiza. Éste es uno de los cuatro detectores que estudian los choques de partículas a velocidades cercanas a la luz en el anillo de 27 kilómetros diseñado por la Organización Europea de Investigación Nuclear. Alice es el único detector en estas instalaciones donde hay dispositivos hechos en México. El físico Gerardo Herrera, autor del libro El Higgs, el universo líquido y el Gran Colisionador de Hadrones, de próxima aparición (FCE), es coordinador de un talentoso equipo mexicano en el CERN des de hace más de 19 años.
En el marco de una visita que hicimos al CERN para la grabación de unos programas de La Oveja Eléctrica en Canal 22, me habla de unas observaciones que podrían tener implicaciones revolucionarias en nuestro entendimiento del universo.
Hoy que Peter Higgs y François Englert obtuvieron el Premio Nobel de Física 2013, por los planteamientos teóricos que llevaron al hallazgo del bosón de Higgs (2012), conversamos sobre las nuevas fronteras que se abren en la física. Tienen que ver con diversas preguntas: ¿Cuáles son las características más detalladas del bosón de Higgs?
¿Se podrán descubrir partículas supersimétricas? ¿Por qué el universo está hecho de materia y no de antimateria? ¿Por qué el 96 por ciento del universo no se ve? La interrogante que obsesiona a Gerardo Herrera se centra en un extraño fenómeno que sucede en el universo temprano. ¿Hacia dónde marcha la investigación que se realiza en un espacio como éste? Una pregunta que se plantea de manera específica al experimento Alice tiene que ver con las condiciones iniciales del universo. Las estructuras que vemos aquí normalmente están cerradas una vez que está funcionando. Ahora están abiertas porque estamos trabajando en la actualización de los dispositivos. Esto nos permite ver las entrañas de Alice en toda su magnitud. En el centro de toda esa maraña de aparatos y de cables ocurre la colisión de iones de plomo. Son los iones más pesados que hemos podido acelerar. Esto hace posible producir condiciones extremas de la materia. La llevamos a una temperatura de 5.5 billones de grados centígrados; es la temperatura más alta que se ha logrado en un laboratorio de manera controlada.
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