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Minería y medio ambiente

Ago 5, 2010

José Fernando Isaza, El Espectador, julio 21 de 2010. Leído en Tribuna Magisterial, agosto 1 de 2010 El alza de los combustibles y de los minerales ha determinado un auge en la inversión minera y petrolera de Colombia. En pocos años el precio del oro pasó de US$400 la onza a más de US$1.000; el […]

José Fernando Isaza, El Espectador, julio 21 de 2010. Leído en Tribuna Magisterial, agosto 1 de 2010

El alza de los combustibles y de los minerales ha determinado un auge en la inversión minera y petrolera de Colombia.

En pocos años el precio del oro pasó de US$400 la onza a más de US$1.000; el petróleo se mantiene por encima de US$70 el barril. El desastre de la B.P. en el Golfo de México aplazará proyectos fuera de la costa en altas profundidades, por lo que se espera que los precios se sostengan o se eleven. Por otra parte, el precio del níquel se mantiene alrededor de US$20.000 la tonelada, cifra similar a las cotizaciones alcanzadas antes de la quiebra de Lehman Brothers. Además, se están prospectando áreas para la minería del coltan. Todo esto sugiere que Colombia vive una bonanza minera; y la reasignación de las regalías hacia el sector central podría aplazar más la reforma tributaria. El sistema de incentivos fiscales a la inversión en minería, sumado a la falta de mecanismos que capten mayor proporción de las utilidades para el Estado cuando los precios suban sustancialmente, unido a la dificultad de que el Congreso acceda a transferir rentas regionales para aliviar el déficit del sector central, hacen mirar con escepticismo. De no tomar decisiones, la bonanza minera puede convertirse en una fiscal.

Un aspecto preocupante con las explotaciones auríferas es el daño ambiental que están causando. Algunas minas están localizadas en páramos y estos ecosistemas son altamente vulnerables. A lo anterior se agrega la contaminación con mercurio que afecta los ríos y los suelos. Se estima que anualmente entre 50 y 100 toneladas de mercurio entran a las corrientes acuíferas, produciendo niveles de contaminación que superan 500 veces los niveles aceptados por la Organización Mundial de la Salud, de acuerdo con un estudio realizado por M Veiga, consultor de la ONUDI. Uno de los efectos nocivos del mercurio es la contaminación de la pesca. En muchas partes del mundo ha sido necesario establecer veda de pesca. El efecto del mercurio en el pescado es más pronunciado en las mujeres embarazadas y en los niños, cuando su sistema neurológico no está maduro.

El bajo consumo de pescado en Colombia, 5,9 kilos por persona y por año, permite que la norma 0,5 microgramos de mercurio por kilo de pescado sea más laxa que las internacionales: 0,1 a 0,25. Un estudio realizado por la Universidad Jorge Tadeo Lozano encontró que el bagre rayado tiene un contenido de mercurio que se acerca al límite tolerable de 0,41 microgramos por kilo, muy superior al hallado en la tilapia, en el bocachico, en el pargo rojo y el camarón.

La razón de este alto contenido de mercurio en el bagre se explica por el uso de este metal en la poco vigilada producción aurífera. Ésta se localiza en las cuencas del Magdalena y del Cauca. El mercurio es conducido por los acuíferos a esos ríos. La zona de desembocadura del Cauca en el Magdalena es un conjunto de ciénagas de poca profundidad y baja velocidad de transporte, lugares ideales para el desarrollo del bagre, pero a la vez, zona donde se deposita el mercurio. Se están poniendo en peligro la salud y la actividad pesquera.

Hace pocos días un gerente de una empresa aurífera extranjera, que pretende obtener (o ya obtuvo) concesiones en zonas de páramos, al ser preguntado sobre la compatibilidad de la explotación minera en zonas tan vulnerables, sólo dijo que la altura de los páramos no estaba bien definida y que allí también había ganadería. La poca sensibilidad ambiental lo hace merecedor de una posición en la B.P.

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