Está de moda criticar a Andrés Pastrana; es apenas lógico. Un frívolo mandatario, cuyo único éxito en tres años ha sido la realización de la Copa América de Fútbol, es un plato servido; el que salga a defenderlo arriesga su futuro político. Todos los candidatos presidenciales le encuentran peros a su gestión y, en la iniciación de la campaña electoral, se han lanzado a proponer un variado surtido de «programas sociales» y a aprovechar el descrédito del primer mandatario, cuya popularidad está en su nivel más bajo, a un año de culminar su gobierno. Este desprestigio no ha sido causado por un mal manejo de imagen; no hay maquillaje que sea capaz de ocultar la gravedad de la situación y ahora lo que corresponde es determinar qué ha ocasionado el desastre.
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