Un mes después de haberse difundido ampliamente en Washington, no se conoce en el país el texto del «Plan Colombia» con el cual el gobierno de Pastrana cumplió la exigencia norteamericana de presentar una estrategia «única, clara y coherente» para resolver los problemas de la nación. El plan fue elaborado a marchas forzadas, con la activa intervención de decenas de emisarios norteamericanos, comenzando con la del señor Thomas Pickering, subsecretario para asuntos políticos del Departamento de Estado quien, después de un año de posesionado el gobierno colombiano, afirmó que era necesario hacer un plan. No importó que Pastrana hubiera inaugurado su mandato con una pomposa «política integral de paz», ni que el país hubiera rechazado en calles y plazas el plan de desarrollo gubernamental, ni que se estuviera firmando mientras tanto una carta de intención con el FMI. Fue necesario elaborar otro plan, llevarlo a Washington, hacer genuflexiones, recibir regaños, consejos y desplantes de los funcionarios y políticos estadounidenses y regresar con la promesa de nuevas ayudas para combatir el narcotráfico, otras promesas de unos cuantos dólares para hacer asistencialismo con los más pobres de los pobres y el compromiso adquirido de seguir a pie juntillas todas las exigencias del FMI en materia económica.
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