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¿Quién se queda con el tiempo de las mujeres?

Nov 26, 2022

Por Helen Alexa Montenegro Rojas – asistente de Investigaciones y asuntos de Género de Cedetrabajo. De acuerdo con las estadísticas del Departamento Administrativo Nacional de Estadística DANE (2022), las mujeres pasaron de ocupar 6 horas y 52 minutos diarios de su tiempo en actividades de cuidado durante el 2020, cifra que se elevó a 7 horas […]

Por Helen Alexa Montenegro Rojas – asistente de Investigaciones y asuntos de Género de Cedetrabajo.

De acuerdo con las estadísticas del Departamento Administrativo Nacional de Estadística DANE (2022), las mujeres pasaron de ocupar 6 horas y 52 minutos diarios de su tiempo en actividades de cuidado durante el 2020, cifra que se elevó a 7 horas y 44 minutos en 2022, tiempo equivalente a una jornada laboral. Este panorama muestra una crisis que afrontan las mujeres en la actualidad en dos vías: en primer lugar, la pobreza de tiempo, que se traduce en la división sexual del trabajo, dado que para los hombres este tiempo se reduce considerablemente a 3 horas y 6 minutos; por otro lado, un mercado laboral que desconoce las necesidades sociales del cuidado y que ha asumido que, ante el desempleo femenino, muchas mujeres son relegadas a faenas domésticas a trabajos precarios.

El adagio popular de las abuelas que dice “el tiempo es oro”, principales damnificadas por la ausencia de una política social por parte del Estado en materia de guarderías, comedores, atención a adultos mayores, políticas preferentes para las mujeres, suministros accesibles de servicios públicos entre otros y desigualdad en materia salarial aun en los casos en los cuales las mujeres reciben alguna remuneración.

En la separación del trabajo remunerado y no remunerado las mujeres han asumido mayoritariamente -hasta exclusivamente en algunos contextos- las tareas vinculadas con el cuidado no remunerado, aspecto que ha incidido considerablemente en su baja participación en el mercado laboral, tomando forma en la brecha salarial y la segregación ocupacional que sufren. Aunque las cifras revelan que la brecha salarial de género ha disminuido de 18,2% en 2013 a 5,8% en 2020, las mujeres siguen percibiendo menos ingresos pues por cada $100 pesos que recibió un hombre por su trabajo, las mujeres recibieron $94,2 DANE (2022). A esto se suma que en muchas ocasiones las mujeres se ven obligadas a ceder su autonomía económica o limitar sus ingresos ante la imposibilidad de conciliar el trabajo remunerado con el trabajo de cuidado.

Ahora bien, ¿qué han hecho las entidades territoriales para atender esta problemática? Bogotá, por ejemplo, es una de las ciudades de América Latina que ha venido avanzando con el despliegue de las Manzanas de cuidado ubicadas en localidades vulnerables de la ciudad, con el objetivo de aliviar la carga de tiempo que las mujeres dedican a estas actividades de cuidado no remuneradas, apostando además por un cambio de paradigma sobre la atención de estas mismas.  Políticas públicas como estas están en sintonía con agendas internacionales comunes como a la que se llegó en la XIII Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, en la cual los países de la región coinciden en llamar a atender esta problemática, evidenciando fenómenos persistentes como la desigualdad socioeconómica; la pobreza; los patrones culturales patriarcales discriminatorios y violentos; la división sexual del trabajo y la injusta organización social del cuidado.

Sin embargo, cuando el enfoque de género está ausente de las políticas macroeconómicas -en especial de las fiscales-, las intervenciones en políticas públicas locales no son suficientes para responder a la situación de desigualdad multisectorial en contra de las mujeres, siendo estas quienes deben atender los efectos de las crisis en áreas relacionadas con la educación, alimentación y salud. Claro ejemplo de esto es la problemática que se presentó en el Concejo de Bogotá por parte del concejal Manuel Sarmiento sobre la salud, donde se evidenció que se han cerrado más de 600 servicios de relacionados con la promoción, prevención y detección temprana de enfermedades y condiciones médicas propias de las mujeres tales como alteraciones de embarazo, cáncer de cuello uterino y cáncer de seno. Son muchas las razones que tenemos para arrojarnos a las calles de nuevo este 25 de noviembre, entre otras la falta de autonomía y libertad sobre el uso del tiempo. Las mujeres no debemos seguir atendiendo asuntos que son responsabilidad del Estado como la educación o la salud. No podemos seguir condenadas a desempeñarnos en la esfera de lo privado y romantizar ese hecho, basados en interpretaciones sobre la naturaleza de nuestra condición biológica. Un primer gran paso que evidencie esta voluntad política podría materializarse en la idea de un Sistema Nacional de Cuidado, robustecido y articulado al Ministerio del Trabajo, en el cual se favorezcan condiciones salariales dignas para las mujeres vinculadas a estos procesos. Es decir, este 25N nos recuerda que es legítima nuestra reclamación por la libertad de decidir sobre el uso del tiempo, siendo este un campo de disputa en el que aún tenemos muchos logros pendientes.

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