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Scorsese retrata a un lobo hambriento

Feb 10, 2014

Claudia Rojas Arbeláez* Gaceta, febrero 2 de 2014 Leonardo Di Caprio vuelve a ser el protagonista de la última película de Martin Scorsese. “El lobo de Wall Street” está basada en un libro autobiográfico y se convierte en otra de esas producciones que señalan de manera directa los excesos y la ambición del mundo capitalista. […]

Claudia Rojas Arbeláez*

Gaceta, febrero 2 de 2014

Leonardo Di Caprio vuelve a ser el protagonista de la última película de Martin Scorsese. “El lobo de Wall Street” está basada en un libro autobiográfico y se convierte en otra de esas producciones que señalan de manera directa los excesos y la ambición del mundo capitalista.

Martin Scorsese es un director que está por encima del bien y del mal. No solo por su extensa cinematografía, que llega casi a las cincuenta películas, sino por el rigor con el que hace las cosas. En sus trabajos dos elementos quedan siempre expuestos: una, su oficio cinematográfico en el que explora con secuencias, iluminación y montaje, y dos, el gran conocimiento que alcanza de los universos que narra. Con estas fortalezas se ha aventurado en géneros, historias y formatos saliendo siempre avante ante sus seguidores y gran parte de la crítica. Después de todo, es uno de los directores más queridos y respetados del medio, prestigio que se ha ganado gracias al compromiso que le imprime a su trabajo sin subirse en un pedestal.

El buen ‘Marty’, como lo llaman sus allegados, ha sido un hombre de afectos y amores probados con sus temas, sus orígenes y con sus actores. Pero también ha sido un hombre con olfato, un lobo al acecho de aquellos temas que tal vez muchos han visto pero que pocos han cazado de la manera como él lo ha hecho.

Un director newyorkino que no ha temido adentrarse “selva adentro” de los mundos más oscuros y subterráneos que subsisten en la sociedad norteamericana. Por sus manos han pasado gánsters, inmigrantes, cantantes, jóvenes soñadores, apostadores y dementes, y a todos los ha conocido a profundidad.

Transmitiendo a sus espectadores la certeza del que conoce no solo a su personaje sino al universo en que se mueve, enamorándonos con protagonistas tan complejos como encantadores. ¿Cómo olvidar a Travis Bickle (‘Taxi driver’), a Jack La Motta (‘Toro salvaje’) y a Howard Hughes (‘El aviador’)?

La lista podría continuar, pero debemos aterrizar pronto en el tema que hoy nos convoca. Se trata de su última producción ‘El lobo de Wall Street’ y llega dos años después de ‘Hugo’, aquella película animada con la que Scorsese rindió homenaje a uno de los pioneros del cine.

‘El lobo de Wall Street’ está basada en un libro autobiográfico escrito por Jordan Belfort, un corredor de bolsa de Nueva York que se convirtió en uno de los más exitosos y polémicos al descubrir que el verdadero negocio estaba en las estafas y el fraude. Belfort, a quien la revista ‘Forbes’ apodó como ‘El lobo de Wall Street’ es interpretado por Leonardo DiCaprio que, con este proyecto, llega a cinco películas bajo la dirección de Martin Scorsese.

Como es de esperarse, en ‘El lobo de Wall Street’, el director vuela por instrumentos, cosechando un poco de aquí y otro tanto de allá. El narrador en off, el mismo que ya tuvimos en sus ‘Buenos muchachos’ (1990) y la pequeña sociedad con su propio código de honor, lo que antes fueron bandidos y pandillas, ahora son corredores de bolsa tramposos pero fieles a sí mismos. Esta vez un elemento diferente, un protagonista que rompe la diégesis y habla a los espectadores como aquella voz narrativa de la novela.

Sin embargo, lo que convierte a esta película en la pieza que es, va más allá de la apuesta verídica que narra con detalle el ascenso del ambicioso corredor. Algo que tiene que ver con la manera directa y vertiginosa con la que Scorsese decide narrar. El ritmo narrativo tiene que ver con la música pero también con las fiestas, los excesos y la cocaína.

La puesta en escena de la extravagancia y la celebración nos recuerda un poco a la última versión de ‘El gran Gatsby’ (Baz Luhrmann), también protagonizada por DiCaprio, en la que las fiestas y las coreografías iban de la mano de la música y el montaje.

Pero si hay fiestas, también hay humor negro, secuencias grotescas y sin término medio, que incomodan a quien las mira, pero que resultan ser la parte más tímida del desenfreno.

Esto es algo que pronto se supera, concentrándonos en el ascenso y la decadencia de un personaje que termina siendo blanco de miradas de la ley que quiere desenmascarar un negocio. Una película extensa sin duda (dura poco más de tres horas), pero que es llevada a su punto por cuenta del guionista Terence Winter, también escritor de las series ‘Los Soprano’ y ‘Boarwalk Empire’.

Así, despojado de toda timidez, el director se convierte también en ese lobo que merodea a su presa con sevicia y la ataca sin consideración.

Pronto, la película, que empieza con una narración similar a un comercial, se adentra en las intimidades sórdidas de un personaje adicto y ambicioso. Sin velos, ni sugerencias, Scorsese se lanza a contar una historia de manera acelerada y cruda.

La sorpresa salta a la vista, ¿es en serio que el elegante director quede en los planos secuencias que vimos en ‘La edad de la inocencia’? ¿Dónde están la técnica y la tensión dramática de ‘La isla siniestra’?

Las preguntas bien podrían quedar resueltas si entendemos que ahora este lobo, que es Scorsese, se anima a mostrarnos el mundo de la bolsa sin glamour ni velos. Acompañado por un DiCaprio extraordinario y maduro en su actuación. Una película que aunque puede no ser una de las mejores del neoyorkino tampoco pasará inadvertida por su público ni la crítica.
*Docente Universidad Autónoma de Occidente

 

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