Miguel G. Corral / El Mundo, Madrid, octubre 10 de 2014
El hallazgo fue algo casual. Era el verano del año 2008, cuando un buscador de huesos y colmillos de mamut andaba husmeando en la orilla del río Irtysh, cerca de la población de Ust’-Ishim, en Siberia oriental, a la caza de alguna pieza que poder vender. De pronto, en un depósito aluvial se topó con un extraño -y diminuto, comparado con lo que estaba rastreando- pedazo de hueso. El fósil no entraba dentro de sus objetivos, pero guardó el hallazgo en su zurrón. Después de pasar por las manos de varios investigadores rusos -uno de ellos de criminalística- la caña (diáfisis) casi completa de un fémur humano llegó al laboratorio de Svante Pääbo en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania), quien no dudó en analizar el fósil. Y casi seis años después de aquello, se ha convertido en una de las piezas clave de la historia evolutiva del ser humano moderno.
El equipo de Pääbo, junto con el potente grupo del Broad Institute del MIT y la Universidad de Harvard (EEUU) dirigido por David Reich, han datado la pieza y han logrado descifrar la secuencia completa de ADN -el genoma- de aquel individuo, un humano moderno, un Homo sapiens, de hace 45.000 años. Es decir, han obtenido el genoma más antiguo de un humano moderno, del primer ancestro del hombre actual en suelo europeo. El hallazgo, publicado hoy en la revista Nature, pone a disposición de la comunidad investigadora el patrimonio genético de un individuo que vivió en un momento en el que los neandertales todavía deambulaban por Europa y parte de Asia.
De hecho, el trabajo ha permitido determinar con mucha más precisión que hasta ahora el momento en el que ocurrió la ya conocida hibridación entre los neandertales (Homo neanderthalensis) y los humanos modernos. «Hemos visto que la cantidad de ADN neandertal en este hombre de Ust’-Ishim es muy similar a la que aún conservamos los humanos actuales», explica a EL MUNDO Janet Kelso, investigadora del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva y una de las principales autoras del trabajo. Pero el material genético heredado de aquellos milenios de encuentros entre ambas especies no es un paquete único, sino que son secuencias repartidas por todo el genoma de los humanos modernos. Y precisamente son esos fragmentos los que utilizan los investigadores como reloj para calcular cuándo ocurrió la hibridación.
«La longitud de las secuencias de ADN neandertal en el genoma de este individuo son mucho más largas que las que hay en los humanos actuales», aclara Kelso. Esto ocurre porque este individuo está mucho más cercano en el tiempo al momento en el que ambas especies hibridaron, así que los segmentos genéticos del neandertal no tuvieron tiempo de reducirse con el paso de las generaciones. «Hemos podido estimar que los ancestros de este individuo se mezclaron con los neandertales aproximadamente entre 7.000 y 13.000 años antes del momento en el que vivió este pariente humano, es decir, hace entre 50.000 y 60.000 años», asegura la investigadora.