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Verdad absoluta y verdad relativa

Feb 25, 2010

Guillermo Guevara Pardo, Tribuna Magisterial, Bogotá, febrero 28 de 2010. ¿Son las teorías científicas una descripción aproximadamente fiel de la realidad material? ¿Existe la verdad objetiva? ¿Qué se quiere decir cuando se afirma que la verdad es absoluta y relativa? ¿Es cierto que no existen verdades absolutas? La respuesta que demos a estas preguntas definen […]

Guillermo Guevara Pardo, Tribuna Magisterial, Bogotá, febrero 28 de 2010.

¿Son las teorías científicas una descripción aproximadamente fiel de la realidad material? ¿Existe la verdad objetiva? ¿Qué se quiere decir cuando se afirma que la verdad es absoluta y relativa? ¿Es cierto que no existen verdades absolutas? La respuesta que demos a estas preguntas definen los límites entre dos concepciones filosóficas irreconciliables: el idealismo y el materialismo. El materialismo reconoce el carácter objetivo de la verdad, es decir, independiente del hombre y aprehendida a través de los órganos de los sentidos; reconocer la verdad objetiva, significa admitir de una u otra manera la verdad absoluta. Por el contrario, para el idealismo: “No existe algo llamado verdad objetiva. Nosotros mismos hacemos nuestra propia verdad. No existe una realidad objetiva. Nosotros hacemos nuestra propia realidad. Somos incapaces de adquirir conocimiento de la verdadera naturaleza de la realidad”, palabras que hacen parte del credo de ese oscuro movimiento seudoreligioso conocido como New Age o Nueva Era y que está en consonancia con las concepciones filosóficas de reconocidos pedagogos constructivistas como Evon Guba e Ivonne Lincoln para quienes “si no hay una realidad objetiva… entonces no hay leyes naturales, por lo tanto, las atribuciones de causa-efecto no son más que eso: imputaciones mentales”, lo que los lleva a concluir que la verdad “es simplemente la construcción más informada y sofisticada sobre la cual hay consenso entre los individuos más competentes… para formar tal construcción”. Para los epistemólogos idealistas los científicos no descubren verdades, lo que los hombres de ciencia hacen es sólo construir modelos y conjeturas, negando de paso la posibilidad de conocer el mundo de un modo completo.

Para el materialismo la verdad es el reflejo de las cosas del mundo exterior en la conciencia del hombre. La verdad no es la propia realidad, sino el contenido objetivo de los resultados de la actividad científica. Las teorías científicas, cuando son verdaderas, son una representación de los fenómenos que ocurren en la naturaleza. Es verdadero todo aquello que se corresponde con la realidad; la verdad se alcanza a través de la investigación en el mundo real. Lo que existe no es ni falso ni verdadero, simplemente existe, es. Lo que resulta ser falso o verdadero son las teorías que se elaboran acerca de lo que existe, pero no la propia realidad: los modelos de la organización interna del Sol son los que deben ser sometidos a contrastación, no el hecho que el Sol, y todo tipo de estrella, tiene una organización interna. Para el idealismo la verdad no tiene carácter objetivo pues ese sistema filosófico niega la objetividad del mundo material. Con el materialismo sucede todo lo contrario: para este modo de pensamiento filosófico es básico el reconocimiento del carácter objetivo de la verdad.

Para el idealismo la verdad es subjetiva, pues como son los seres humanos los que con sus investigaciones logran el conocimiento científico y, puesto que la verdad no existe sin el hombre, entonces la verdad objetiva no existe, ésta siempre será de naturaleza subjetiva. Aunque es cierto que es el hombre quien enuncia verdades, su contenido no depende de la existencia de la humanidad; la verdad surge del mundo real, el hombre no la crea, la enuncia; ella es el reflejo de lo que sucede en la realidad objetiva: “las células eucarióticas son aquellas que tienen un núcleo claramente diferenciado del citoplasma que lo rodea”. Esa es una verdad de la biología. Este hecho existe desde miles de millones de años antes que los biólogos del siglo XIX observaran el núcleo en distintos tipos de células y plantearan una generalización. La verdad tampoco depende de lo que aceptan los hombres o del “consenso de los que más saben”; tampoco es una forma organizadora de la experiencia humana, pues de ser cierto, entonces no habría manera de verificar la existencia del mundo antes de la existencia de los seres humanos.

La verdad, como unidad dialéctica de contrarios, tiene dos aspectos: el absoluto y el relativo. En un sentido amplio la verdad absoluta es el conocimiento exhaustivo, fiel, del mundo en su totalidad, conocimiento que se constituye en un ideal al que la humanidad tiende. La verdad relativa es la representación correcta, pero incompleta, de la realidad, que se profundiza y puntualiza con cada avance parcial de la ciencia. En cada verdad relativa hay elementos de la verdad absoluta; negar el aspecto absoluto de la verdad es negar la existencia de la verdad relativa, así como negar el carácter objetivo de la verdad conduce al agnosticismo y el subjetivismo. La verdad absoluta se constituye de verdades relativas, así como una serie infinita está formada por elementos finitos: todo lo que actualmente se sabe sobre la estructura y función de la molécula del ácido desoxirribonucleico (ADN) constituye una verdad absoluta, que se ha alcanzado por la acumulación de verdades relativas logradas a través de la Historia. Decir que la velocidad de la luz es de 300.000 kilómetros por segundo es una verdad absoluta, pero no eterna, acabada; tiene su aspecto relativo como lo han demostrado científicos de la Universidad de Harvard quienes en 1999 lograron frenar la luz hasta una velocidad de 17 metros por segundo y luego en 2001 detenerla completamente y volverla a poner en marcha.

La concepción materialista de la verdad presupone que no existe una separación radical entre los aspectos absoluto y relativo de la verdad, como lo pretende el pensamiento metafísico. La ley de Boyle es una demostración de ello: según esta ley el volumen de un gas, a temperatura constante, varía de manera inversa con la presión aplicada. Así, si un gas ocupa un volumen de 1 litro a una presión de 4 atmósferas, ocupará 4 litros a una atmósfera. La ley de Boyle mantiene su carácter absoluto a presiones moderadas, pero deja de serlo a presiones elevadas.

El conocimiento que el hombre va adquiriendo del mundo exterior, es absoluto y relativo: la teoría atómica de Demócrito era relativa, pero también contenía un aspecto de verdad absoluta. Era relativa porque el pensador griego creía que los átomos eran indivisibles; hoy sabemos que el átomo es completamente divisible y que inclusive los protones y los neutrones no son elementales pues están formados por otros componentes llamados quarks; y absoluta, pues toda forma de organización de la materia que conocemos es atómica.

La contradicción entre los aspectos relativo y absoluto del conocimiento científico está en la base del progreso de la ciencia, noción contra la cual se manifiestan los defensores del concepto del relativismo científico del posmodernismo “que proclama que no hay verdadero progreso en el conocimiento objetivo sino teorías que ganan y teorías que pierden prestigio en un momento y en una sociedad determinada por razones que no tienen mucho que ver con los datos empíricos”, apunta con acierto Juan Luis Arsuaga paleontólogo de la Universidad Complutense de Madrid.

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