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El imperio bajo Obama: las guerras secretas de Estados Unidos en más de 100 países alrededor del mundo

Dic 4, 2013

Andrew Gavin Marshall, investigador y escritor en Montreal, Canadá. Director del proyecto The People´s Book Proyect en la División de Geopolítica del Hampton Institute, noviembre de 2013 Obama lleva a cabo una campaña de terror global. No solamente con un programa de “drones”—aviones no pilotados—para asesinar, sino, cada vez más, mediante las fuerzas de Operaciones […]

Andrew Gavin Marshall, investigador y escritor en Montreal, Canadá. Director del proyecto The People´s Book Proyect en la División de Geopolítica del Hampton Institute, noviembre de 2013

Obama lleva a cabo una campaña de terror global. No solamente con un programa de “drones”—aviones no pilotados—para asesinar, sino, cada vez más, mediante las fuerzas de Operaciones Especiales alrededor del mundo, según se deduce de los informes provenientes de entre 70 y 120 países. Mientras Obama ha tratado de disminuir las invasiones a gran escala (como las que llevó a cabo Bush en Afganistán e Irán), lo que ha aumentado en el mundo es una ´guerra encubierta´, sin el conocimiento del Congreso y del público. Una de las más importantes agencias en esta ´guerra secreta´ global es el Comando Conjunto de Operaciones Especiales—JSOC.

El Comando Conjunto—JOSC—se fundó en 1980 después de que fallara el rescate de los rehenes en la embajada de Estados Unidos en Irán, calificado por la revista Atlantic como “un ángulo oscuro y secreto de la jerarquía militar”. Experimentó un rápido crecimiento en el gobierno de Bush, y después del arribo de Obama al poder, “todo indica que está jugando un papel cada vez más prominente en la seguridad nacional” y en “antiterrorismo” donde tradicionalmente cubría la CIA. Una de las más importantes diferencias entre estas acciones de la guerra encubierta dirigida por el Comando Conjunto y no por la CIA es que la CIA tiene que informarle al Congreso, en cambio el Comando Conjunto solamente le informa sus actividades más importantes al Consejo de Seguridad Nacional del Presidente.

Durante el gobierno de Bush, el Comando Conjunto le informaba directamente al vicepresidente, Dick Cheney, según el periodista Seymour Hersh, de la revista New Yorker, ganador de varios premios por sus investigaciones periodísticas, quien explicó que “se trata esencialmente de un anillo de ejecuciones, y es algo que sigue y sigue.” Y añadió: “Con la autoridad del Presidente Bush, han entrado a los países, sin hablar con el embajador o con la CIA, buscan la gente en una lista y las ejecutan y abandonan. Esto ha sucedido en nombre de todos nosotros.”

En 2005 Dick Cheney se refirió a las Fuerzas Especiales de Estados Unidos como “los profesionales silentes” que representan “el tipo de fuerza que queremos formar para el futuro, una fuerza más ligera, más adaptable, más ágil, y más letal en sus accionar.” Y sin un atisbo de ironía, Cheney manifestó: “Ninguno de nosotros quiere entregarle el futuro de la humanidad a grupúsculos de fanáticos empeñados en cometer asesinatos indiscriminados y confabulados en el terror a gran escala.” Por supuesto, no, a menos que estos “fanáticos” sean los que utilicen uniformes militares de Estados Unidos, en cuyo caso, no es ningún problema que “cometan asesinatos indiscriminados y maquinen terror a gran escala.”

El comandante del Comando Especial durante el gobierno Bush—cuando sirvió como el “círculo de asesinato ejecutivo”—fue el general Stanley McChristal, al que Obama nombró como el más alto comandante militar en Afganistán. No es de sorprender que fue en ese momento cuando el Comando comenzó a jugar un papel mucho más amplio, tanto en Afganistán como en Pakistán. A principios de 2009, el nuevo jefe del Comando, vicealmirante William H. McRaven ordenó un “cese” de dos semanas de las misiones de Operaciones Especiales en Afganistán, después de que varias incursiones del Comando durante los meses anteriores mataran a mujeres y niños, que se añadieron a excesos crecientes dentro de Afganistán por muerte de civiles causados por las incursiones y bombardeos de Estados Unidos en la oleada de muertes de civiles en 2008.

El Comando Especial también ha estado involucrado en llevar a cabo una “guerra secreta” en Pakistán, que comenzó en 2006 pero se aceleró rápidamente en el gobierno de Obama. La “guerra secreta” se adelantó con la cooperación de la CIA y del infame contratista militar privado Blackwater, que se hizo famoso por su masacre de civiles iraquíes debido a la cual le fue prohibida toda clase de operación en el país.

El fundador de Blackwater, Erik Prince, fue contratado como un elemento muy valioso de la CIA en 2004, y en los años siguientes obtuvo contratos por más de mil quinientos millones de dólares del Pentágono y de la CIA, en cuya dirección incluyó algunos de los más altos ex oficiales de la CIA. Blackwater, que inicialmente contrató soldados que han servido como Fuerzas Especiales, han funcionado sobre todo “como una guardia pretoriana en ultramar para los funcionarios de la CIA y del Departamento de Estado”, que estaban también “ayudando a crear, financiar y ejecutar operaciones militares,” incluyendo “la organización de equipos de tiro”, por fuera de cualquier vigilancia del Congreso o del público (puesto que técnicamente se trata de una empresa privada).

La CIA contrató a Blackwater para ayudar en un programa de asesinatos que le fue escondido al Congreso por varios años. Estas operaciones deberían ser cubiertas por el personal de la CIA y de las Fuerzas Especiales. También se ha contratado a Blackwater para equipar drones en las bases secretas de Afganistán y Pakistán destinados al programa de Obama para los asesinatos, supervisado por la CIA. Se han borrado las líneas que dividen los militares, la CIA y Blackwater, como lo comentó un ex oficial de la CIA, “se ha vuelto una relación muy fraternal…existe la sensación de que Blackwater se ha vuelto finalmente una extensión de la agencia.”

La guerra secreta en Pakistán puede haber comenzado con Bush, pero se ha ampliado en los años siguientes con el gobierno de Obama. Los cables de Wikileaks confirmaron la operación de las fuerzas del Comando Especial en Pakistán, cuando el Primer Ministro Yousaf Raza Gillani le dijo a la embajadora en su país, Anne Patterson (que sería nombrada posteriormente embajadora en Egipto) que “no me preocupa lo que hagan mientras sea con la gente que toca. Protestaremos en el Congreso y después lo olvidaremos.”

En los primeros cinco meses de la presidencia de Obama en 2009, él autorizó “una expansión masiva de operaciones militares y de inteligencia en todo el mundo,” y les otorgó a los comandantes regionales en combate “una significativa nueva autoridad” sobre estas operaciones encubiertas. La directiva provino del general Petraeus, comandante del CENTECOM, que autorizaba el envío de soldados de las Fuerzas Especiales a “las naciones amigas y hostiles en el Medio Oriente, Asia Central y el Cuerno de África.” El envío de asesinos altamente entrenados a docenas de países debía ser “sistémico y a largo plazo”, designado para “penetrar, desestabilizar, derrotar o destruir” a enemigos del Estado, por fuera de las normas legales, no sometido a proceso o pretensión de vigilancia. También “preparan el ambiente” para ataques más amplios que pueden ser planeados por Estados Unidos o los Estados de la OTAN. Diferente a los de la CIA, estas operaciones no se informan al Congreso y ni siquiera se exige “la aprobación del Presidente.” Pero para los grandes operativos, se obtiene la aprobación del Consejo Nacional de Seguridad (NSC), el cual incluye al Presidente y a la mayoría del gabinete ministerial, de la CIA, del Pentágono y del Departamento de Estado.

Las nuevas instrucciones les confirieron a los comandantes regionales—por ejemplo a Petraeus que dirigía CENTECOM o al general Ward del recientemente creado Comando de África (AFRICOM)—autoridad sobre las fuerzas de operaciones especiales en el área de su dominio, volviendo institucional la autoridad para enviar asesinos a docenas de países alrededor del mundo y llevar a cabo operaciones sin omisión alguna; esta nueva “autoridad” le fue otorgada a gran cantidad de altos oficiales militares llegados a lo más alto de una institución con características absolutamente “no democráticas”. Independientemente de quién sea el presidente, esta “autoridad” permanece institucionalizada en los “comandos combatientes”.

Los comandos de guerra incluyen: AFRICOM sobre África (2007), CENTICOM sobre el Medio Oriente y Asia Central (1983), EUCOM sobre Europa (1947), NORTHCOM sobre Norteamérica (2002), PACOM sobre la costa del Pacífico y Asia (1947), SOUTHCOM sobre Centroamérica y América del Sur (1963), SOCOM el Comando de Operaciones Especiales (1987), STRATCOM el Comando Estratégico sobre operaciones militares en el espacio exterior, inteligencia y armamento (1992) y TRANSCOM que maneja todo lo relacionado con el transporte para el Departamento de Defensa. Al Departamento de Defensa se le dio el “encargo” de autorizar operaciones desde cada embajada, precisamente para estar seguro de que todo el mundo estuviera bajo la lupa, diferente a lo que pasaba durante el gobierno de Bush que salía de la oficina de Cheney sin que nadie lo supiera.

En 2010 el Washington Post informó que Estados Unidos había extendido las operaciones de sus Fuerzas Especiales por todo el mundo, de 60 países en donde estaban actuando en el gobierno de Bush, hasta cerca de 75 en 2010 en el gobierno de Obama, en sitios de entrenamiento tan notables como Filipinas y Colombia, también en Yemen, en todo el Medio Oriente, África y Asia Central. La extensión a nivel global de las Fuerzas Especiales—además del programa de la CIA de guerra con drones—constituyeron dos facetas de “la doctrina de seguridad nacional de compromiso global y de valores domésticos”, en palabras del Washington Post, si bien el artículo no es claro en qué aspectos la operación de “guerras secretas” en 75 países conforman los “valores” de Obama. Los comandantes de las fuerzas de Operaciones Especiales han comenzado a tener “una presencia mucho más regular en la Casa Blanca” con Obama que con Bush, como lo comenta uno de los comandantes: “tenemos un mayor acceso…hablan mucho menos en público pero están actuando mucho más. Quieren volverse agresivos mucho más rápido”. Esta utilización de las fuerzas de Operaciones Especiales “van mucho más allá que los golpes unilaterales e incluyen el entrenamiento de fuerzas locales antiterroristas y operaciones conjuntas con ellos.”

Entonces las fuerzas de Estados Unidos no sólo están llevando a cabo guerras secretas en docenas de países alrededor del mundo, sino que están entrenando las fuerzas militares de muchos de estos países para acometer guerras secretas internas en favor de los intereses del Imperio Mafioso Estadounidense.

Un oficial militar incluso “formó una red” de empresas militares privadas que contrataron operaciones de las Fuerzas Especiales y de la CIA para recoger informes de inteligencia y llevar a cabo operaciones secretas en el extranjero y apoyar una “acción letal”: una ´responsabilidad´ privatizada subsidiada por el Estado. Esta red se consideró “generalmente ilegal” y “financiada en forma abusiva”. Cuando se conocieron las noticias de estas redes, el Pentágono declaró que las había suprimido y había abierto una “investigación criminal”. Continuó y no encontraron nada “criminal”, porque dos meses después las operaciones seguían y se habían convertido “en una importante fuente de inteligencia”. Las redes de las empresas encubiertas estaban siendo “manejadas” por Lockheed Martin, uno de los más grandes contratistas militares en el mundo, supervisadas por el Comando de Operaciones Especiales del Pentágono.

El almirante Eric T. Olson ha sido la cabeza del Comando Especial de Operaciones desde 2007 hasta el 2011, y en ese año Olson dirigió una iniciativa exitosa—respaldada por Mike Mullen, Jefe del Comando Conjunto y el Secretario de Defensa Robert Gates—para propiciar la promoción de oficiales de operaciones altamente especiales a altas posiciones bajo la dirección del que sería enseguida Secretario de Defensa, Leon Panetta, anteriormente director de la CIA de 2009 a 2011. Cuando Olson dejó su posición como jefe del Comando de Operaciones Especiales, fue reemplazado por el Almirante William McRaven, quien sirviera como jefe del Comando Especial de 2008 a 2011, después de Stanley McChrystall.

En enero de 2012, Obama seguía buscando cómo apartarse cada vez más de las guerras de gran escala como las de Iraq y Afganistán para enfocarse en “unas fuerzas más pequeñas y más ágiles a lo largo de Asia, el Pacífico y el Medio Oriente.” Rodeado de los Jefes del Comando Conjunto con uniformes de gala y toda su medallería, acompañado con otros altos oficiales del Pentágono, el Presidente Obama ofreció una corta rueda de prensa en el Pentágono, en la que dijo que “nuestro ejército será menos numeroso, pero el mundo sabrá que Estados Unidos va a mantener su superioridad militar.” Las prioridades en esta nueva estrategia consistiría en “financiar la defensa y la ofensiva en el espacio cibernético, en las fuerzas de Operaciones Especiales y en el área amplia de inteligencia, observación y reconocimiento.”

En febrero de 2012 el almirante William H. McRaven, jefe del Comando de Operaciones Especiales, estaba “ejerciendo presión para que sus unidades élites que habían operado tradicionalmente en sitios oscuros de la política exterior de Estados Unidos jugaran un papel más amplio,” invocando un plan que “le daría más autonomía para localizar sus fuerzas y su equipo de guerra allí donde la inteligencia y los acontecimientos globales indicaran que fueran más necesarios,” con la mente puesta en la expansión hacia Asia, África y América Latina. McRaven manifestó que “no se trata de que SOCOM se dedique a la guerra global contra el terrorismo…Considero que no estamos listos para ello. De lo que se trata es de cómo apoyo yo mejor las estructuras más importantes del comando militar regional.”

En la década anterior, un 80% de las fuerzas de Operaciones Especiales de Estados Unidos fueron enviadas al Medio Oriente, pero McRaven buscaba expandirlas a otras regiones y, al mismo tiempo, intentar “mover sus unidades rápidamente hacia sitios de conflictos potenciales sin tener que pasar por los procesos convencionales del Pentágono que manejaban los desplazamientos en el extranjero.” El Comando de Operaciones Especiales contaba con casi 66.000 efectivos, el doble de las de 2001, y su presupuesto había alcanzado 10.500 millones de dólares, comparado con los 4.200 de 2001.

En marzo de 2012, el almirante McRaven ya desarrolló planes para expandir las unidades de operaciones especiales, convirtiéndolas en “la fuerza de choque” contra las “amenazas nuevas” para la siguiente década. En un documento que circuló en el Pentágono señalaba: “estamos en una guerra generacional…En un futuro próximo, Estados Unidos tendrán que enfrentar distintas manifestaciones de un enardecido extremismo violento. Para dirigir unas operaciones ininterrumpidas alrededor del mundo, tienen que adaptarse a las nuevas condiciones.” McRaven añadió que las Fuerzas Especiales estaban operando en 71 países alrededor del mundo.

La expansión global de las operaciones de las fuerzas especiales se debió en gran parte a una reacción frente al difícil desafío de ubicar las fuerzas militares alrededor del mundo y de llevar a cabo guerras y ocupaciones en gran escala, frente a las cuales existe hoy muy poco apoyo del público adentro y fuera del país. En 2013 el Comando de Operaciones Especiales tenía fuerzas operando en 92 países alrededor del mundo, y en el Congreso se acusó a McRaven de estar comprometido en “una construcción de imperio”. La presencia cada vez más expandida de estas operaciones es un factor importante que está contribuyendo a la “desestabilización” del mundo, especialmente en zonas de guerra como Pakistán.

En 2013 el Comando de Operaciones Especiales de McRaven obtuvo nuevas autorizaciones y un aumento de presupuesto, y McRaven testificó en el Comité de Servicios Armados del Senado que “en cualquier día del año se encontrarían fuerzas especiales entre 70 y 90 países alrededor del mundo.” En 2012 se había informado que esas fuerzas iban a estar al final del año en 120 países.

En diciembre de 2012 se anunció que Estados Unidos estaba enviando 4.000 soldados a 35 países de África como “parte de un esfuerzo intensivo del Pentágono para entrenar los países en la lucha contra los extremistas y garantizarle a Estados Unidos una fuerza capacitada que pueda enviar a África en caso de que la crisis requiera el ingreso de los militares estadounidenses”, dependientes de APRICOM, el más reciente comando regional del Pentágono, establecido en 2007.

En septiembre de 2013 las fuerzas militares de Estados Unidos se habían involucrado en distintas actividades en Algeria, Angola, Benin, Botswana, Burkina Faso, Burundi, Camerún, Islas del Cabo Verde, Senegal, Togo, Túnez, Uganda y Zambia, entre otros, en la construcción de bases, y en “compromisos de seguridad, ejercicios de entrenamiento, desplazamientos de asesoría, misiones de operaciones especiales y en una red creciente de suministros logísticos.”

En conclusión, la ´guerra global de terror´ de Obama se ha extendido a casi 100 países del mundo, dejando a un lado las invasiones y ocupaciones de gran escala como las de Afganistán e Irán, e incrementando las operaciones bélicas de “agarre y captura” de las Fuerzas Especiales, pasando por encima de las normas y las leyes, al margen de la intervención del Congreso y del conocimiento del público, conduciendo operaciones relámpagos, entrenando las fuerzas militares represivas en naciones gobernadas por dictadores para llevar a cabo sus propias actividades bélicas en nombre del “Padrino Global”.

No hay que equivocarse: se trata de una guerra global. Imagínense por un momento la protesta internacional que resultaría de unas noticias de que China y Rusia dirigen operaciones bélicas en casi 100 países alrededor del mundo. Pero cuando Estados Unidos lo hace, no aparece ni una mención, excepto algunos comentarios en The New York Times o en el Washington Post en los que se describe una campaña global de terror sin precedentes indicativa de los “valores” de Obama. Sí, representa ciertamente los valores de Obama, en realidad porque él no tiene ninguno.

Ciertamente, Estados Unidos hace tiempo es el Padrino Global, aplicándole el apelativo de los “Principios de la Mafia” a las relaciones internacionales, junto con países como Gran Bretaña y Francia, sus lacayos occidentales del crimen ´Capo´. No obstante, bajo Obama, el Presidente que ha ganado premios de la industria de relaciones públicas por su campaña presidencial de una bien manejada propaganda de “esperanza” y “cambio”, el imperio se ha visto envuelto en guerras en casi cien naciones, en una campaña de terror global sin precedentes, con más abusos de derechos humanos, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, todo bajo el amparo de un ganador del Premio Nobel de paz, Barack Obama.

No importa si el presidente es Clinton, Bush u Obama, la recompensa por el Imperio del Terror en su campaña de dominación y subyugación, en detrimento de toda la humanidad, rescata esos intereses que se encuentran en lo más alto de la estructurada jerarquía global. Es por los intereses de una élite dominante por la que Estados Unidos protege y proyecta sus propósitos imperiales a nivel global. Pero, entonces, es en interés de toda la humanidad oponerse a ese Imperio, no importa quién esté en la presidencia, ni importa quién posea el título de “alto sacerdote de la hipocresía” (también conocido como el Presidente de los Estados Unidos). Es el Imperio el que dirige, y el Imperio el que destruye, y es el Imperio el que debe ser derruido.

Es todo el mundo—desde el Medio Oriente, África, Asia hasta América Latina—el que sufre la tribulación causada por el sistema imperial de una Mafia Occidental: pobreza enquistada, explotación, degradación ambiental, guerra y destrucción. La lucha contra el Imperio no puede ser emprendida y ganarse solamente desde fuera. El resto del mundo ha estado luchando por décadas para sobrevivir contra el Imperio Occidental y, en verdad, cientos de años. Para que triunfe la lucha (y puede triunfar), se tiene que desarrollar un movimiento anti Imperio adentro de los mismos poderes imperiales, y muy especialmente dentro de Estados Unidos. De ello depende el futuro de la humanidad.

O…podemos seguir hacienda compras y mirando televisión, beatíficamente ciegos ante la campaña global de terror y guerra que se está llevando a cabo en nuestro nombre en todo el mundo. En verdad, esta opción puede que nos atraiga, pero en último término, las guerras de afuera llegan a sentirse en casa. Es como George Orwell escribió una vez: “La guerra no se pensó para ganarla, sino para que fuera continua. La sociedad jerárquica es solamente posible sobre la base de la pobreza y la ignorancia. Esta nueva versión es el pasado y ningún pasado puede haber jamás existido. En principio el esfuerzo de una guerra siempre se planifica para mantener la sociedad en el límite de la inanición. El grupo dominante emprende una guerra contra su propia gente y su propósito no es la victoria sobre Eurasia o Asia Oriental, sino mantener intacta la estructura de la sociedad.”

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