Los retos de la política social en Colombia
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La política social de Petro para enfrentar la desigualdad
Introducción
Colombia sufre un inmenso retraso productivo con una tendencia al decaimiento de la producción agraria e industrial, si a esto se le suma un sistema político basado en el clientelismo y la corrupción, las consecuencias sociales en materia de desigualdad, pobreza y discriminación son notorias.
Desde los noventa se adoptó una política económica basada en las privatizaciones, la disminución del papel del Estado, la apertura comercial, la eliminación de subsidios y el predominio del mercado.
Estas políticas han tenido como consecuencia el desmantelamiento o debilitamiento de numerosas instituciones y programas que tenían impacto sobre la situación social de la población: la flexibilización laboral, la práctica desaparición de los mecanismos de crédito agrario subsidiado y de regulación del almacenamiento de cosechas, la eliminación de subsidios a productos de primera necesidad, la eliminación de mataderos municipales y de los controles de precios
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La política social del Estado se reemplazó por la llamada focalización, para dar algunos subsidios a la población pobre y vulnerable. Por ejemplo, ya no se garantizaba la oferta en la educación superior, sino que se le da un apoyo a los jóvenes para que paguen su matrícula. La distribución de estos subsidios depende de la capacidad financiera del Estado que sufre un recurrente déficit fiscal y comercial, que sumados al creciente servicio de la deuda, han ocasionado un desempleo y pobreza estructurales.
En medio de esta situación Colombia se ha vuelto muy vulnerable a las fluctuaciones de la economía mundial y ocasionalmente se ha beneficiado de situaciones como el aumento de los precios de las materias primas y los vaivenes del mercado de capitales, pero carece de una dinámica de desarrollo endógeno y su desarrollo industrial, científico y tecnológico se encuentra muy atrás de los requerimientos modernos.
Esta situación ha afectado particularmente a las mujeres, los jóvenes y a la población en circunstancias precarias en los territorios apartados: pueblos indígenas, afrodescendientes y raizales.
Vamos a hacer una radiografía de la pobreza y desigualdad que enfrenta el actual gobierno, los retos que están planteados y las políticas públicas que se han propuesto para superar esta situación compleja. Finalmente haremos algunas propuestas de políticas públicas.
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Pobreza y desigualdad y la política social de Petro
Pobreza y desigualdad
Según Amartya Sen (1992), los fenómenos de pobreza y desigualdad no deben ser abordados como problemas independientes entre sí; en cambio, son situaciones estrechamente interconectadas.
La falta de oportunidades para las poblaciones más excluidas de las dinámicas sociales y económicas puede generar un círculo vicioso que perpetúa la desigualdad y la pobreza. Estos dos conceptos, aunque a menudo se entrelazan, son distintos en su naturaleza y manifestaciones.
Aunque la definición de pobreza depende de la escuela de pensamiento desde la cual se analice, es un concepto que permite agrupar a una parte de la población que no encuentra posibilidad para insertarse en la vida económica, social y política del país (Reyes, 2008).
En la mayoría de los estudios económicos, la pobreza se define como la carencia o insuficiencia de ciertas condiciones o la obtención de ingresos por debajo de un límite establecido.
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De manera más técnica, para la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), se refiere a “la carencia de ingresos suficientes con respecto al umbral de ingreso absoluto, o línea de pobreza, que corresponde al costo de una canasta de consumo básico”.
El concepto de desigualdad económica ha sido objeto de numerosos debates y controversias desde su origen, y sigue generando fuertes desacuerdos en la actualidad.
En términos generales, la desigualdad se refiere a la concentración de ingresos, riqueza y oportunidades en manos de unos pocos, lo que puede socavar tanto el bienestar como el rendimiento económico y la cohesión social de una sociedad.
Para Ruales y Benavides (2022), se refiere a “la distancia que existe entre la población de un país o un territorio en específico, en términos de distribución inequitativa tanto de recursos como de oportunidades, al interior de una sociedad que ha sido catalogada como homogénea”.
Es importante destacar que la desigualdad no está necesariamente ligada a la presencia de pobreza. De hecho, la desigualdad puede aumentar incluso en períodos de fuerte crecimiento económico.
Es concebible que exista desigualdad sin que necesariamente haya pobreza, y a su vez, puede existir pobreza sin que haya un nivel significativo de desigualdad, ya que este último concepto se refiere a las disparidades en los estándares de vida de la población, independientemente de si dicha población está en situación de pobreza o no.
Gráfica 1. Comportamiento de la desigualdad y la pobreza en Colombia
Como resultado de más de 3 décadas de aplicación de las políticas de liberalización económica, Colombia se posiciona como uno de los territorios de América Latina con peor desempeño en materia de pobreza (Gráfica 1) y desigualdad (Gráfica 2).
Gráfica 2. Porcentaje de población bajo línea de pobreza 2022
Tabla 1. Índice de Gini 2021
Pobreza en Colombia
Como se señaló anteriormente, el concepto de pobreza se refiere a la condición en la que las personas o familias no tienen acceso a los recursos necesarios para cubrir sus necesidades básicas, como alimentación, vivienda, atención médica y educación.
Se presenta en dos dimensiones principales, la monetaria y la multidimensional; La monetaria representa una falta de recursos, bienes y servicios mínimos necesarios para una vida digna. La pobreza multidimensional, por otro lado, abarca una gama más amplia de carencias, que van más allá de los ingresos, incluyendo aspectos como la salud, la educación, la vivienda y la participación social.
Pobreza monetaria
En cuanto a la pobreza como producto de factores económicos la medición de ella, en términos monetarios, se basa en variables comunes, pero su definición depende de cómo se mide el nivel mínimo necesario para una vida digna, conocido como la «línea de pobreza».
La CEPAL señala que los diferentes organismos utilizan umbrales diferentes, lo que complica la comparación de tasas de pobreza entre países debido a las diferencias en los métodos de medición y supuestos subyacentes. En general, la incidencia de la pobreza monetaria se entiende como el porcentaje de población cuyos ingresos son menores al dinero que necesita para adquirir una canasta básica de alimentos, servicios y otros bienes mínimos para vivir en el mes.
Durante el presente siglo, en Colombia la reducción de la pobreza se ralentizó. Entre 2002 y 2010 la tasa de incidencia de la pobreza monetaria se redujo en promedio a razón de 5% por año, en contraste con el periodo 2011 y 2019, en el cual la pobreza se redujo en promedio un 3% por año.
Mientras que en la primera década de este siglo (2000-2010) salieron de la pobreza 3.5 millones personas, en la segunda (2011-2019) lo hicieron 2.6 millones aproximadamente (Tabla 2.).
Tabla 2. Personas que salieron de la línea de pobreza en Colombia
La pandemia del COVID 19 golpeó en un momento de retroceso en materia de pobreza, desde 2018 los indicadores empezaron a retroceder. Entre 2018 y 2019 la pobreza monetaria creció un 3% y la pobreza monetaria extrema un 17%.
En 2020, la pandemia expulsó a la pobreza a 3.6 millones de personas y a la pobreza extrema a 2.8 millones de personas. Esto representa un 60% de las personas que habían logrado salir de la pobreza y un 80% de las que salieron de la pobreza extrema en las últimas dos décadas (PNUD, 2022).
En 2022, la pobreza monetaria en Colombia se redujo al 36.6%, disminuyendo en 3.1 puntos porcentuales respecto a 2021. La pobreza en áreas urbanas también disminuyó al 33.8%, mientras que en zonas rurales y centros poblados se situó en el 45.9%.
Esto resultó en una disminución en el número total de personas en pobreza monetaria en el país, con 1,302,469 personas saliendo de esta condición.
En cuanto a la pobreza extrema, en 2022, el 13.8% de la población estaba en esta situación a nivel nacional. En las áreas urbanas, la tasa de pobreza extrema fue del 11.0%, mientras que en las zonas rurales y centros poblados fue del 23.3%, siendo aproximadamente 2.1 veces mayor que en las áreas urbanas. Además, 130,907 personas ingresaron a la pobreza extrema en 2022 en comparación con 2021.
En 2022, las tasas de pobreza monetaria en diferentes ciudades colombianas variaron significativamente. Quibdó tuvo la tasa más alta con un 62.3%, seguida de Sincelejo con un 49.5%. Por otro lado, el área metropolitana de Manizales y Cali tuvieron tasas más bajas, con un 20.6% y un 24.0%, respectivamente.
En cuanto a la pobreza monetaria extrema en 2022, Manizales (Área Metropolitana) presentó la tasa más baja, con un 4.0%, seguida de Medellín con un 5.3%. En contraste, Quibdó tuvo la mayor incidencia de pobreza monetaria extrema, con un 31.7%, seguida de cerca por Riohacha, con un 23.3%. Entre 2012 y 2022, Quibdó, Popayán, Florencia y Riohacha fueron las ciudades con mayor incidencia de pobreza monetaria y monetaria extrema.
Pobreza multidimensional
No fue sino hasta la década de los 80 cuando se empezó a considerar la pobreza como un fenómeno multidimensional. Esto implica que su comprensión no se limita únicamente a la cantidad de ingresos o renta de una persona, sino que también abarca aspectos como el acceso a la educación, el estado de salud y otras necesidades básicas para la subsistencia.
Sin embargo, no fue hasta 1997 que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en su informe anual sobre Desarrollo Humano, dio un paso significativo al romper con la concepción previa de pobreza y establecer una nueva definición multidimensional que abarca la capacidad de llevar una vida larga y saludable, el acceso a la educación y la posibilidad de disfrutar de un nivel de vida decente. (Correa Henao, 2021)
La pobreza multidimensional se ha reducido a mayor velocidad que la pobreza monetaria. Durante el período entre 2011 y 2016, hubo una disminución en la pobreza multidimensional promedio de 8,3% al año, mientras que en el período entre 2017 y 2022, se experimentó un estancamiento con avances muy limitados en la reducción de la pobreza, pues la reducción promedio anual fue de 4,6% (Tabla 3). Esto implicó la salida de 6.3 millones de personas de este indicador de pobreza (DANE, 2023).
Tabla 3.Tasa de disminución de la pobreza multidimensional
Para el año 2022, las tasas más elevadas de pobreza multidimensional se registraron en las regiones del Caribe y Pacífica (sin incluir Valle del Cauca), con un 21.4% y un 20.7% respectivamente. En tercer lugar, se encuentra la región Central con un 11.7%. Las tasas más bajas de pobreza multidimensional se observaron en Bogotá, con un 3.8%, seguida por Valle del Cauca con un 9.7%, y finalmente, las regiones Oriental y Antioquia con un índice de incidencia del 10.7% (Tabla 3). A nivel nacional, la dimensión que más contribuyó a la pobreza multidimensional fue la educación, representando el 35.0%, seguida por las dimensiones del trabajo con el 29.7%, niñez y juventud con el 13.4%, condiciones de vivienda con el 13.4% y salud con el 8.5%. (DANE, 2023)
Tabla 4. Pobreza multidimensional en Colombia por regiones en 2022
La incidencia de la pobreza multidimensional es más alta en los hogares encabezados por mujeres como jefe de hogar. De manera similar, en todas las regiones, la incidencia de la pobreza multidimensional en personas que forman parte de hogares con jefatura femenina supera a la de personas en hogares con jefatura masculina.
En el año 2022, a nivel nacional, el 14.1% de las personas que vivían en hogares encabezados por una mujer como jefa de hogar estaban en situación de pobreza multidimensional, lo que representó una disminución de 3.5 puntos porcentuales en comparación con el año 2021. Mientras tanto, el 12.0% de las personas que residían en hogares con un hombre como jefe de hogar se encontraban en pobreza multidimensional en 2022, lo que marcó una disminución de 2.7 puntos porcentuales con relación al año 2021. (DANE, 2023).
Gráfica 3. Índice de Gini por país
América Latina es la región más desigual del mundo. La desigualdad se manifiesta en diversas formas, incluyendo la desigualdad de ingresos, la desigualdad en el acceso a servicios básicos como salud y educación, y la desigualdad entre diferentes grupos étnicos, regiones del país y de género (Otero-Bahamón et al., 2022). En la región, en 2020, el índice de Gini fue de 0.46, para el área urbana fue de 0.44 y para el área rural fue de 0.43.
La desigualdad en Colombia también se presenta en diferentes dimensiones además de la económica. En otros tipos de desigualdades se encuentran niveles incluso mayores, según Fedesarrollo (2022) la desigualdad en la distribución de activos, bienes y acceso a servicios básicos en el hogar es 0.14 p.p. mayor que la desigualdad de ingresos totales de los hogares y del ingreso laboral. Por lo que este fenómeno debe abordarse desde diferentes perspectivas.
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Por ingresos, Colombia enfrenta una marcada desigualdad. En 2020, el índice de Gini fue de 0.55, para el área urbana fue de 0.54 y para el área rural fue de 0.46. El 10% más rico de la población concentra 35% de los ingresos, mientras que el 10% más pobre concentra tan solo el 1.7% (CEPAL, 2022). Esta disparidad en los ingresos es un problema estructural que ha persistido durante décadas y ha contribuido a la brecha económica y la polarización de los ingresos.
El análisis de desigualdad en el mercado laboral en Colombia revela una serie de tendencias y brechas significativas. Entre 2010 y 2015, el país experimentó un aumento en la ocupación laboral debido al auge económico y la bonanza en la industria minero-energética, lo que resultó en tasas de desempleo más bajas. Sin embargo, esta mejora se concentró principalmente en áreas urbanas y benefició a la participación de las mujeres en el mercado laboral, aunque persisten brechas de género, especialmente para jóvenes y personas con mayor educación (Gráfica 4. ). A partir de 2016, el desempleo aumentó nuevamente, llegando al 15.9% en 2020.
Gráfica 4. Desempleo en Colombia por género 2010-2021
Las desigualdades de ingresos se reflejaron en el mercado laboral, con el acceso diferencial al empleo perjudicando a los más vulnerables. Las diferencias entre los quintiles de ingreso familiar son notables, ya que el 20% más rico tiene tasas de ocupación más altas y tasas de desempleo más bajas en comparación con el 20% de menores ingresos.
Las brechas de género en términos de participación y ocupación laboral son más pronunciadas en los diferentes niveles educativos. Además, las tasas de desempleo son más altas para las personas con mayor educación, especialmente para las mujeres. Las disparidades en ingresos laborales se acentúan aún más, con una brecha significativa entre las personas con educación superior y aquellas sin ningún nivel educativo.
En cuanto a la calidad del empleo, la informalidad disminuyó entre 2010 y 2018, pero los niveles siguen siendo altos, superando el 45%. Se observan diferencias notables entre ciudades principales, géneros y niveles de educación, con trabajadores por cuenta propia en niveles educativos más bajos y empleados asalariados en niveles educativos más altos. Estas disparidades se acentúan con el tiempo.
La concentración de activos y servicios en los hogares es muy alta, con un índice de Gini cercano a 0.7 a nivel nacional en 2019, siendo aún más pronunciada en áreas urbanas y entre hogares con jefatura masculina y niveles educativos más altos. Esta concentración ha aumentado desde 2010, con un incremento de aproximadamente 0.06 p.p. en el índice Gini.
En cuanto a la riqueza, según cálculos de Fedesarrollo (2022) con datos de propiedades y avalúos registrados en el IGAC, así como información sobre depósitos y activos financieros. Se observa un aumento significativo en el número de propietarios y propiedades urbanas entre 2000 y 2015. Sin embargo, el tamaño promedio de cada propiedad disminuyó en ese período. El coeficiente de Gini para avalúos por departamentos varía, siendo mayor en Nariño, Bolívar y Boyacá.
En el ámbito de los depósitos, se destaca una alta desigualdad, con el 10% de los accionistas más ricos acumulando cerca del 99% del saldo valorizado en acciones en 2014, y un índice Gini de 0.89. Además, el 1% de los colombianos más ricos concentra una parte significativa de la riqueza nacional, con un aumento en su participación en el ingreso bruto nacional de 7% en 2005 a 13% en 2013.
En Colombia, la desigualdad también se manifiesta en la disparidad de acceso y calidad en educación, salud y servicios básicos. La desigualdad en el acceso a la educación y la salud restringe las oportunidades y afecta negativamente la generación de ingresos. Otros ejemplos de desigualdad incluyen la accesibilidad al agua potable, la conectividad a Internet y la vivienda adecuada. Las personas más vulnerables sufren consecuencias negativas en términos de salud, ingresos, productividad y acceso a servicios básicos.
Las diferencias en la calidad de la educación están influenciadas por factores socioeconómicos, y se observan brechas en el desempeño académico entre estudiantes de escuelas públicas y privadas. La cobertura en educación secundaria y media ha aumentado, pero las disparidades persisten, especialmente entre zonas urbanas y rurales.
En términos de salud, el acceso al Sistema General de Seguridad Social en Salud ha mejorado, pero existe una relación positiva entre el nivel de ingreso y la afiliación. De manera que los grupos sociales con mayores ingresos son los que tienen mejores porcentajes de afiliación.
En cuanto a la conectividad a Internet, se ha incrementado, especialmente en áreas urbanas, pero la desigualdad sigue siendo evidente, con tasas más altas en quintiles de ingresos más altos. Además, el acceso al agua potable y la calidad de los servicios de agua también están relacionados con el nivel de ingreso. La propiedad de viviendas, la calidad de los pisos y la eliminación de residuos también muestran disparidades en función del nivel de ingreso.
Las disparidades en el desarrollo y la calidad de vida entre las diferentes regiones de Colombia son notables. Las zonas urbanas, como Bogotá y Medellín, tienden a tener un mayor acceso a oportunidades, servicios y empleo, mientras que las áreas rurales enfrentan mayores dificultades económicas y sociales. La falta de inversión y desarrollo en las zonas rurales ha perpetuado la desigualdad regional (Galvis-Aponte & Meisel-Roca, 2010).
Colombia tiene una población diversa, con una gran presencia de grupos étnicos indígenas y afrodescendientes. Estos grupos han enfrentado históricamente la discriminación y la exclusión social, lo que ha contribuido a la desigualdad étnica en el acceso a la educación, el empleo y otros servicios básicos (Ortiz & Núñez, 2021).
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Las desigualdades de género son transversales a las facetas del desarrollo sostenible. Estas brechas de género se manifiestan en múltiples dimensiones, incluyendo el mercado laboral, el trabajo no remunerado, el acceso a oportunidades económicas y el poder de toma de decisiones. En el ámbito laboral, las mujeres enfrentan brechas en tasas de participación y ocupación laboral, que se amplían a medida que aumenta su nivel educativo.
En 2021, en promedio la tasa de ocupación de hombres fue del 65%, mientras que para las mujeres fue de 40%. Para el mismo año, por cada 100 hombres, sólo 62 mujeres se encontraban vinculadas al mercado laboral. En términos de ingresos laborales. El quintil (20%) de mujeres más pobres recibió el 0,8% de los ingresos laborales, mientras el quintil más rico recibió el 22,8%. Para los hombres, el quintil más pobre recibió el 2,2% de los ingresos laborales, mientras el quintil más rico recibió el 32,8% (CEPAL, 2022).
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El trabajo no remunerado, en particular trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, sigue recayendo de manera desigual en las mujeres, lo que limita su autonomía económica. La pandemia de COVID-19 exacerbó estas desigualdades, llevando a más mujeres a la inactividad económica y afectando su participación en el mercado laboral. Además, las mujeres jóvenes en inactividad tienden a estudiar menos que los hombres de su misma edad.
La desigualdad no se limita solo al ingreso de los hogares. También se refleja en la desigualdad empresarial, donde las pequeñas y medianas empresas (MiPymes), se estima que el coeficiente de Gini se encuentra entre 0.72 y 0.95, esto es superior incluso a la desigualdad entre personas.
La desigualdad en Colombia es un problema complejo y multifacético que abarca múltiples dimensiones, desde la distribución del ingreso hasta la disparidad en el acceso a servicios y oportunidades (Otero-Bahamón, 2021). A pesar de los avances, la desigualdad persiste y requiere un enfoque más amplio y políticas públicas efectivas que aborden sus causas fundamentales.
Sectores vulnerables
La pobreza no tiene un impacto uniforme en todos los grupos de la población de un país. En América Latina, es evidente que estos fenómenos afectan de manera desigual a las personas que viven en áreas urbanas en comparación con las que residen en zonas rurales, así como a grupos específicos, como mujeres, indígenas, afrodescendientes, personas mayores, niños y personas con niveles más bajos de educación.
De acuerdo con el Censo Nacional de Población y Vivienda (CNPV) de 2018, la población indígena es más prominente en el Amazonas colombiano, especialmente en los departamentos de Amazonas, Guainía, Vaupés y Vichada, donde más del 50% de los habitantes pertenecen a esta comunidad.
Por otro lado, los afrodescendientes se distribuyen en varios departamentos del país, pero en proporciones más bajas, siendo Chocó (74%) y San Andrés (57%) los lugares donde más del 20% de la población se identifica como afrodescendiente.
La Costa Atlántica y la región Pacífica albergan la mayor parte de la población étnica, con departamentos en los que se produce un solapamiento significativo entre población indígena y afrodescendiente, especialmente en La Guajira, Cauca, Chocó y Nariño. En contraste, en Boyacá, Cundinamarca y Norte de Santander, menos del 1% de la población se considera afrodescendiente o indígena.
Tabla 5. Condiciones de vivienda del hogar por grupo étnico
Los resultados muestran que el acceso a Internet es el atributo con mayores niveles de privación a nivel nacional en áreas urbanas para los tres grupos étnicos. Un 77,07% de indígenas, un 63,16% de afrodescendientes y un 44,49% de no étnicos carecen de este servicio, especialmente en departamentos como Amazonas y Vaupés. La falta de Internet tiene un impacto significativo en la capacidad de interactuar con otras comunidades y acceder a la información.
En contraste, el atributo con menores privaciones a nivel nacional es el suministro de energía eléctrica, con tasas de privación del 4,97% para los indígenas, 1,61% para los afrodescendientes y 0,67% para los no étnicos. Aunque cabe destacar las carencias significativas en el acceso a energía eléctrica para los indígenas en departamentos como Chocó (31,63%) y Vichada (28,57%).
En relación a las características de la vivienda, los indígenas y afrodescendientes experimentan mayores privaciones a nivel nacional en aspectos como alcantarillado, acceso a agua para cocinar y suministro de acueducto, todos relacionados con el acceso al agua. Esto sugiere la vital importancia del acceso al agua y su tratamiento para estos grupos.
Los departamentos con los mayores niveles de privación para las comunidades étnicas en el país son Chocó, Guainía y Vichada. En general, las mayores carencias se encuentran en los departamentos periféricos, lo que los hace más vulnerables y contribuye al rezago, la segregación y la polarización.
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Las poblaciones étnicas, indígenas y afrodescendientes, han enfrentado un notorio abandono y falta de apoyo por parte del Estado y las instituciones. Esta problemática se traduce en desafíos relacionados con la nutrición, el empleo, la insuficiencia de vivienda y limitaciones en el acceso a servicios de salud, educación y, en términos generales, al sistema de protección social. Estas condiciones se ven agravadas por la presencia de violencia y el conflicto armado que afecta sus territorios. (DANE, 2022)
Las comunidades indígenas enfrentan desafíos educativos significativos, tanto en jóvenes como en adultos, lo que se refleja en las estadísticas educativas de personas mayores de 24 años. Estas cifras subrayan la desigualdad, segregación y exclusión en el sistema educativo que afecta a estos grupos. En comparación, los afrodescendientes muestran un panorama educativo más favorable que los indígenas, especialmente en niveles de educación secundaria en adelante.
En cuanto a la ocupación de la población, se observa una menor proporción de personas empleadas en los grupos étnicos, lo que puede deberse a diversas circunstancias, como la composición demográfica, barreras en el acceso al empleo y diferentes concepciones del trabajo.
Factores como la falta de oportunidades laborales, la pérdida de tierras, el conflicto armado y la violencia han llevado a la migración y el desplazamiento de estas comunidades hacia las ciudades, lo que ha generado desafíos laborales. Además, es posible que la categoría estadística de «trabajo» no coincida con las percepciones de trabajo en los hogares de grupos étnicos.
Se destaca la participación significativa de los indígenas adultos en actividades domésticas, lo que puede influir en la percepción de las actividades laborales en estas comunidades. También se observa una baja proporción de personas inactivas debido a la jubilación, posiblemente relacionada con la falta de acceso a la seguridad social.
Los afrodescendientes tienen una mayor tasa de desempleo, posiblemente debido a la escasez de oportunidades laborales y la discriminación laboral, y una menor proporción de individuos con educación superior. La educación se considera cada vez más relevante para la posición laboral y la remuneración, lo que a su vez resalta la importancia de abordar la desigualdad educativa para mejorar la inserción laboral.
En cuanto a la estructura de los hogares, se observa que un alto porcentaje de hogares afrodescendientes tienen mujeres como jefas de familia, lo que destaca el papel de las mujeres en estas comunidades. Esta tendencia puede estar influenciada por la migración hacia las ciudades, así como por el impacto del conflicto armado y la violencia en la disminución de la población masculina en estas comunidades.
Los niveles educativos en las comunidades indígenas presentan notables deficiencias, con tasas de no asistencia escolar de niños de 5 a 14 años que duplican las de las comunidades afrodescendientes y triplican las de los no étnicos. Esto subraya una marcada disparidad en las oportunidades de educación para los indígenas, lo que resulta en rezago educativo y una barrera para el desarrollo del capital humano. Además, la educación oficial a menudo no se alinea con la identidad y la economía indígena, lo que dificulta el acceso de estas poblaciones a la educación.
Aunque en menor medida que los indígenas, los afrodescendientes tienen una tasa de asistencia escolar considerablemente más baja que los no étnicos, posiblemente debido a la baja calidad de la educación y obstáculos en el acceso, lo que puede llevar a problemas como el analfabetismo y el rezago socioeconómico.
En cuanto al trabajo infantil, la proporción de hogares con niños de 10 a 14 años que lo practican es más alta en las comunidades indígenas, seguida de las afrodescendientes y, finalmente, las no étnicas. Esta tendencia está estrechamente relacionada con los problemas educativos mencionados anteriormente, ya que la falta de asistencia escolar a menudo se traduce en trabajo infantil. Además, es importante tener en cuenta que las cifras pueden estar subestimadas debido a problemas en la medición y recopilación de datos.
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En resumen, se observa una clara tendencia a nivel departamental, donde las poblaciones en la periferia enfrentan niveles de bienestar más bajos. En áreas con una alta concentración de población indígena, como los departamentos de Amazonas, Guainía, Vaupés y Vichada, y en comunidades afrodescendientes, como Chocó, Nariño y Putumayo, se encuentran niveles educativos más bajos y condiciones laborales menos favorables en comparación con la población no étnica.
El departamento del Chocó es un ejemplo destacado, ya que los tres grupos étnicos muestran cifras preocupantes. Esto indica que las áreas con una fuerte presencia de comunidades étnicas experimentan condiciones de vida precarias, sistemas educativos y laborales deficientes, y desafíos socioeconómicos persistentes a lo largo del tiempo.
Mujeres
Así como hay diferencias entre mujeres y hombres, hay diferencias entre las mujeres de la ciudad y las que viven en la ruralidad. Para poner el caso de Bogotá, en la actualidad, el 30 % de las mujeres en Bogotá, se dedican a trabajos de cuidado no remunerados, como el cuidado de niños, niñas, personas mayores y personas con discapacidad. Este trabajo, que representa una actividad esencial para el funcionamiento de la sociedad, no es reconocido como un trabajo productivo por el Departamento Nacional de Estadística (DANE).
En Bogotá, las mujeres que asumen responsabilidades de cuidado enfrentan una serie de desafíos que afectan su salud, bienestar y crecimiento personal. Según datos del DANE, en promedio, las mujeres dedican tres horas al día a tareas de cuidado no remunerado. Además, es importante señalar que mientras el 90% de las mujeres realiza algún tipo de trabajo de cuidado no remunerado, esta cifra disminuye a un 60% en el caso de los hombres.
Esta situación se agrava aún más para las mujeres en áreas rurales, como lo indican los datos del Departamento Nacional de Estadística (DANE). En promedio, una mujer rural trabaja alrededor de 14 horas al día, pero solo recibe remuneración por aproximadamente cinco horas y media de ese tiempo.
Además, es importante resaltar que el 93% de las mujeres rurales se involucran en actividades de trabajo no remunerado, mientras que su tasa de empleo apenas alcanza el 30,6%. Como resultado, sus ingresos promedio son un 28.4% inferiores a los de los hombres que residen en áreas rurales.
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En lo que respecta a la eliminación de la violencia dirigida a mujeres y niñas, a pesar de los progresos alcanzados en términos de marco legal, atención y medidas punitivas, los datos proporcionados por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, muestran que:
En el año 2023, se documentaron 146 casos de homicidios de mujeres que tenían edades entre 20 y 24 años y, se reportaron 155 casos en la franja etaria de 25 a 29 años, y 132 casos en el intervalo de edad de 30 a 34 años. Estos datos resaltan que las fases de mayor productividad y reproducción en la vida de las mujeres presentan las tasas más altas.
Gráfica 5. Presuntos homicidios contra mujeres en Colombia en 2023
Mientras que, en el 2022, se registraron 1.021 casos de homicidios de mujeres en Colombia, de estos, 614 se tipificaron como feminicidios y del total de los casos en 134, el presunto autor del crimen fue identificado como su pareja o expareja.
Con relación a la violencia sexual entre los años 2004 y 2008, el Sistema Médico Legal evaluó a 87.360 víctimas de presuntos delitos sexuales, de los cuales el 75% (48.021) fueron catalogados como abuso sexual y el 15% (10.211 casos) como asalto sexual. Asimismo, en el año 2022, se registraron 26.105 exámenes medicolegales por presuntos delitos sexuales, de los cuales 23.046 fueron contra mujeres, según Medicina Legal.
A pesar de contar con un mayor nivel de educación, las mujeres se enfrentan a una menor participación en el mercado laboral. Aunque en promedio poseen una escolaridad superior a la de los hombres, solo el 54% de las mujeres se involucra en el mercado laboral, en contraste con el 74% de los hombres.
Previo a la pandemia en 2019, la participación laboral fue del 74% en hombres y 54% en mujeres, no obstante, después de los confinamientos y la reactivación económica en 2021, la tasa de participación masculina ascendió al 76% mientras que la femenina cayó al 49%, ampliando aún más la brecha.
Durante 2021, Colombia mostró índices de recuperación con un crecimiento del 10,6% en el PIB; la revitalización se centró en el comercio y el turismo, sin embargo, al regresar al empleo persisten las disparidades de género y se revela la tendencia a abandonarlo para abocarse a actividades de cuidado no remuneradas como el cuidado de niños, la cocina y tareas domésticas.
A pesar de representar el 52% de la población en Colombia, las mujeres ocupan únicamente el 19,7% de los escaños en el Congreso y tienen una presencia del 17% en asambleas departamentales, 18% en concejos municipales, 12% en alcaldías y 15% en gobernaciones a nivel local. Esta desigualdad es llamativa considerando que hay más mujeres que hombres graduándose de educación superior.
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Los alcances y límites de las políticas públicas en Colombia
Políticas públicas
A lo largo de las últimas décadas, Colombia ha sido testigo de una transformación significativa en sus esfuerzos por reducir la desigualdad y la pobreza a través de sus políticas públicas. No obstante, esta evolución ha destacado una brecha notoria entre las ambiciosas metas delineadas en los Planes Nacionales de Desarrollo (PND) y la realidad de su implementación.
Esta disparidad subraya la vital importancia de comprender que la política social está intrínsecamente ligada al modelo de desarrollo del país, pues la capacidad del gobierno para llevar a cabo estas políticas de manera efectiva, transparente y sostenible se encuentra sujeta a las limitaciones presupuestales, de endeudamiento y de obsesión por la Regla Fiscal.
Estas políticas sociales dependen de aspectos macroeconómicos fundamentales, como el servicio de la deuda, que restringe el espacio presupuestario para cuestiones sociales, el déficit fiscal, la asignación presupuestaria, la distribución de responsabilidades entre el gobierno central y las autoridades regionales, así como la provisión de bienes y servicios, ya sea a nivel público o privado.
Con la apertura económica de la década de los 90, los PND buscaron cerrar las brechas de desigualdad a través de programas de generación de empleo y la reducción de disparidades en educación y salud, con un enfoque especial en la familia, la niñez y la nutrición. Esto se realizó para corregir los desequilibrios en la demanda laboral y la regresividad del gasto público social en diversos sectores de la economía. En los gobiernos del siglo XXI, la política social se ha centrado en la focalización de transferencias monetarias y programas de asistencia.
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Sin embargo, en los últimos cuatro planes de desarrollo, no se ha observado una evolución significativa en las políticas diseñadas para afrontar estos desafíos, ya que continúan enfocándose principalmente en la focalización social, dejando de lado un enfoque más integral que abarque el crecimiento económico, la transformación productiva y la inclusión social.
En este contexto, resulta crucial comparar las políticas públicas implementadas por el presidente Iván Duque durante su mandato entre 2018 y 2022, que representaron una continuidad de la política de asistencia tradicional, con las propuestas de política presentadas por el presidente Gustavo Petro desde su toma de posesión. Este análisis se centrará exclusivamente en los temas directamente relacionados con la erradicación de la pobreza y la reducción de la desigualdad, examinando tanto los puntos comunes como las diferencias entre las propuestas de ambos presidentes.
Aspectos macroeconómicos
Una de las apuestas transversales de Petro es la descarbonización de la economía, lo cual se plantea desde tres ejes: transición energética, electrificar movilidad y quitar los combustibles fósiles de la producción. Duque arrancó la instalación de fuentes de energía renovable en 190 proyectos. Petro, además de continuar los proyectos que inició Duque, propone “las comunidades energéticas”, en las cuales las personas y las comunidades producen energía a baja escala.
Duque priorizó la gran minería, pero dejó de lado al pequeño minero. Petro anunció la presentación de un proyecto de ley para establecer una alianza entre el pequeño minero y el Estado, dónde se respete el agua. La propuesta es pasar “del extractivismo a la producción”. La premisa es que el mundo productivo genera trabajo y riqueza. Así que hay que reactivar la industria, la agricultura y el turismo.
La Inversión Extranjera Directa (IED) ha sido uno de los pilares de la política económica de los últimos presidentes. El Gobierno de Duque continuó esa senda priorizando la IED en el sector minero-energético. Petro plantea dar un viraje en ese enfoque y la Política de Comercio Exterior y la Política de Reindustrialización lanzadas en su periodo buscan atraer IED para las energías renovables y los sectores que aseguren la sostenibilidad ambiental.
Las dos políticas también enfatizan que la IED debe garantizar la transferencia de tecnología; fomentar la colaboración entre las empresas, la academia y el Estado; integrar a Colombia en las cadenas globales de valor; e impulsar el desarrollo de las MiPymes.
En el campo de las relaciones internacionales el Gobierno de Petro pone un énfasis en el “Sur global”. Lo que implica estrechar y promover las relaciones con Suramérica y con los países de África y Asia. Para Petro, las nuevas relaciones internacionales también deben contribuir a fomentar el turismo. De ahí que la apertura de embajada en Catar, el compromiso de abrir embajada en Etiopía y la eventual embajada en Arabia Saudita sirva para atraer turistas de nuevas partes del globo.
En el tema del manejo de la deuda pública Petro ha hablado de canjear deuda por acción climática. Sin embargo, el ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, dice que la idea precisa es la de buscar nuevas fuentes de financiamiento. Se trata de emitir bonos con objetivos precisos, que en este caso sería combatir la deforestación y tomar medidas con impacto ambiental y social.
Los ministros de Hacienda de Gustavo Petro, José Antonio Ocampo y Ricardo Bonilla, también han sido defensores de cumplir la regla fiscal y de mantener contentas a las calificadoras de riesgo. Esa visión es lo que explica que se siga destinando a la deuda el 18,8% del presupuesto (como está planteado en el presupuesto del 2024), el afán del Ministerio de Hacienda para prorrogar parte de la misma y el aumento del precio de los combustibles para sanear el Fondo de Estabilización.
Una de las grandes promesas del actual gobierno es la industrialización y el desarrollo productivo. Uno de los prerrequisitos es la reforma agraria.
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Para aumentar la capacidad productiva del país se debe impulsar la educación y la competencia. Petro ha sostenido que esta última no se da si hay monopolio sobre la tierra, si cinco empresas controlan la generación de energía, etc. El aumento de la productividad en el campo se logrará con la reforma agraria y con crédito más barato. En este sentido, se creó la estrategia de inclusión crediticia de la economía popular, CREO. La educación será impulsada con un aumento presupuestal del 34% en el 2024 en comparación con el 2023.
Petro habla de titulación y distribución de la tierra. La titulación de la tierra no significa cambiar la propiedad, sino reconocer a los propietarios. Durante su mandato ya se ha hecho en 750 mil hectáreas de los indígenas, 170 mil hectáreas de campesinos y 140 mil hectáreas a negritudes. Aunque un informe de la revista Cambio dice que la mayoría de esos predios ya venían en el proceso de titulación desde el Gobierno anterior.
Duque repartió 13.000 hectáreas en 4 años, Petro anunció que lleva 30.000 hectáreas, casi todas compradas, la obligación es llegar a los 3 millones qué dice el Acuerdo Final.
Provisión de bienes y servicios públicos
La provisión de bienes públicos tiene un impacto redistributivo. En general, favorecen más a la población de menores ingresos. De manera que reducir la desigualdad requiere más y mejores bienes públicos. Tanto Iván Duque como Gustavo Petro reconocen la necesidad de avanzar en la oferta de bienes públicos. En el Plan Nacional de Desarrollo de Duque se habla de mejorar los hospitales públicos, crear infraestructura de salud en el área rural por medio de “incentivos con entidades territoriales y sector privado” y “megaproyectos de asociación público privada (APP) relacionados con infraestructura y dotación integral en salud”.
En el sector rural el PND de Duque planteó asignar al menos el 50% de la inversión sectorial para la provisión de bienes y servicios públicos, lo que incluía infraestructura vial, conectividad digital y vivienda rural. Para ese objetivo “se fomentará la participación del sector privado y la ciudadanía”.
Estos dos ejemplos muestran un hecho que se repite en todo lo referente a la provisión de bienes públicos, la política pública de Duque le da un papel importante al sector privado y al mercado. En el Plan de Desarrollo se afirma que la política social del gobierno está conectada al mercado porque “en su implementación tiene en cuenta las diferentes posibilidades de provisión pública y privada dependiendo de las características del territorio y del grado de consolidación de los mercados de operadores de servicios sociales”.
El PND de Gustavo Petro propone la provisión de bienes y servicios públicos para atender las necesidades de las personas mayores en condición de vulnerabilidad, los habitantes de calle, alcanzar la convergencia regional y el desarrollo de las mismas, la atención primaria en salud y hospitalaria y garantizar la oferta educativa. Aquí no se contempla la participación privada explícitamente ni el enfoque hacia el mercado. La financiación provendrá del Presupuesto General de la Nación, el Sistema General de Participaciones, los recursos propios de las entidades territoriales, las empresas públicas y la cooperación internacional.
Subsidios sociales del Estado
Cuando Iván Duque llegó al mandato en 2018, afirmaba en su Plan de Desarrollo que “actualmente, no hay un inventario único de los subsidios sociales del Estado, por lo cual no existe un costeo del gasto total destinado a ellos” .
Juan Camilo Restrepo, exministro de Hacienda y Crédito Público también se pronunció en ese sentido en 2021 cuando recordó que «la última vez que Planeación Nacional hizo un cálculo completo del costo de los subsidios fue en 2015». Para él, la situación no se había modificado mucho en el tercer año del gobierno de Duque, por lo cual consideraba que los subsidios equivalían a cerca del 9% del PIB y que «los subsidios de carácter social equivalen al 40% del presupuesto nacional”.
Los subsidios sociales son ayudas que da el Estado para garantizar los derechos de la población. Pueden ser monetarios, en servicios (cómo créditos, capacitaciones, por ejemplo) o en bienes (ropa, alimentos, entre otros). El ideal es que sirvan para reducir la pobreza y la desigualdad. Sin embargo, en Colombia hay subsidios regresivos. Uno de los ejemplos más claros es el de las pensiones, dónde «el quintil más alto recibe el 50,8 por ciento del total de los subsidios que se canalizan hacia las pensiones, al paso que el quintil más bajo de la población recibe apenas el 4,3%”. Subsidio que se mantuvo durante el periodo de Iván Duque.
Dentro de los subsidios sociales, uno de los mecanismos que más fuerza tuvo en los gobiernos que precedieron a Duque fue el de las transferencias monetarias. La razón para que se hayan mantenido en diferentes mandatos es porque las transferencias de dinero son una de las principales herramientas para combatir la pobreza en el corto plazo. Pueden ser condicionadas, cuando su desembolso exige alguna contraprestación o un uso específico, o no condicionadas, si no exige ningún requisito adicional al de ser beneficiario por el mecanismo de focalización utilizado.
Duque reconoció la necesidad de continuar con los programas de transferencias condicionadas de Familias en Acción y Jóvenes en Acción y con las transferencias no condicionadas de Colombia Mayor. Además de esos 3 programas, el Gobierno de Duque implementó la Devolución del IVA para los hogares en situación de pobreza y el Ingreso Solidario como una medida para enfrentar la pandemia (por lo cual su vigencia iba hasta diciembre de 2022). Estos últimos son de transferencias no condicionadas.
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Una de las apuestas de Duque fue mejorar la eficiencia y la calidad de esas transferencias. Lo que significaba encontrar herramientas para mejorar la focalización de los recursos públicos. En el Plan de Desarrollo se estableció el paso del Sisben III al IV, una forma más sofisticada para medir las condiciones de vulnerabilidad de los hogares, con lo cual también se modificó la focalización.
En las transferencias monetarias, aparte de los rediseños en la focalización, se planteó cambiar el programa Familias en Acción para que garantizara el beneficio de la totalidad de familias con menores de edad. También estableció ampliar las opciones de transferencias monetarias para cobijar a los hogares pobres que no estaban beneficiados.
El Plan de Desarrollo del presidente Gustavo Petro planteó que las transferencias monetarias y las transferencias en especie se deberían manejar bajo los principios de integralidad, efectividad y eficiencia. En ese sentido, la propuesta es establecer un sistema de transferencias que comprenda diversas “políticas, programas, planes, proyectos y agentes”.
El cambio más significativo en las transferencias monetarias sería unificar los diferentes programas en uno solo denominado «Renta Ciudadana», que debe cobijar tanto las condicionadas como las no condicionadas. Ese nuevo programa debe tener “como ejes el hogar, el ciclo de vida de cada uno de sus integrantes, y un enfoque de género y diferencial que brinde prioridad a la población con discapacidad, víctima del conflicto y con enfoque étnico”.
El nuevo programa incluye un componente transversal de bienestar comunitario cuyo objetivo será mejorar las capacidades tanto individuales como colectivas de los hogares beneficiarios. En cuanto al monto de las transferencias, los factores para definirlos son el número de miembros en el hogar, la clasificación socioeconómica del hogar, la ubicación geográfica y el ciclo de vida.
Es importante resaltar que en el segundo año de gobierno de Duque apareció la pandemia del COVID 19, razón por la cual se fortalecieron los subsidios sociales, en general, y las transferencias monetarias, en particular.
Entre los subsidios sociales que se destacan están los apoyos a las empresas para mantener el empleo, las facilidades a las empresas para obtener créditos, apoyos a las entidades territoriales, apoyos a los estudiantes a través del ICETEX y de las universidades públicas y facilidades para responder por las obligaciones tributarias (Torres, 2023). En cuanto a las transferencias monetarias, el principal impulso se dio a través de expandir el Ingreso Solidario.
Se calcula que, al final del periodo de Duque, las transferencias de dinero cobijaron al 70% de la población en situación de pobreza y llegaron a “representar un costo anual de 1,13% del Producto Interno Bruto (PIB), 3,9% del Presupuesto General de la Nación (PGN) y 4,9% del PGN sin deuda.
Para Fedesarrollo las medidas tomadas en materia de transferencias sirvieron para que la “la pobreza total bajara del 46,6% al 44,1%, lo cual amortigua cerca del 30% de los implacables efectos de la crisis” y en lo referente a la pobreza extrema, “la indigencia se reduce de 17,4% al 12,1%, lo cual amortigua cerca del 60% del efecto de la crisis” (Fedesarrollo, 2021). Sin embargo, un estudio del BID concluye que la actuación de Duque durante la pandemia, en lo que se refiere a las transferencias monetarias, estuvo por debajo de lo que hicieron otros países de la región.
Mientras que en el promedio de Latinoamérica las transferencias cobijaron al 50% de las personas en pobreza extrema y al 42% de los que estaban en pobreza moderada, en Colombia solo llegó al 37% y el 29%, respectivamente.
El programa de Renta Ciudadana, que inició su aplicación en 2023 con una primera versión que todavía no integra Jóvenes en Acción ni Adulto Mayor, entrega hasta un millón de pesos cada dos meses a las cabezas de hogar con niños menores de edad. El programa de Ingreso Solidario daba solo 180.000 pesos cada dos meses. Lo que significa un aumento de más del 500% en el monto asignado para los beneficiarios que reciban el máximo en la Renta Ciudadana.
En el 2023 el programa les transfiere dinero a 2,2 millones de familias vulnerables, según el Departamento de Prosperidad Social. La cobertura del programa ya ha despertado críticas, pues Familias en Acción cubría 1,9 millones de hogares e Ingreso Solidario, 3,9 millones.
El 2024 será el año en que arranque oficialmente el programa Renta Ciudadana, solo en ese momento se podrá evaluar realmente cuáles son los cambios de fondo entre la política de transferencias de Petro y lo que venía de los Gobiernos anteriores.
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Una de las promesas es que se depurará y perfeccionará la lista de los beneficiados. Otro elemento en el que ya hay diferencias es en la forma de entrar las transferencias. El programa de Familias en Acción adelantaba un proceso competitivo en Colombia Compra Eficiente, que es el ente rector de la contratación pública en el país, donde participaban entidades financieras y operadores postales de pago.
En el último año de la presidencia de Iván Duque la tarifa que se llevaba el sector privado por cada transferencia de Familias en Acción era de 1.500 pesos para las personas bancarizadas y de 2.500 para las no bancarizadas.
En Ingreso Solidario las 22 entidades financieras que hacían la transferencia cobraban 1.000 pesos para los bancarizados y 2.300 pesos para los no bancarizados, según Nicolás Salazar, exdirector de transferencias monetarias de Prosperidad Social. Con la iniciativa de Petro, las transferencias de Renta Ciudadana en 2023 se han centralizado en su totalidad en el Banco Agrario, un banco estatal colombiano.
El Plan Nacional de Desarrollo de Gustavo Petro incluye un esquema de protección al desempleo. En ese punto se propone “la exploración de nuevas formas de financiamiento para quienes no acceden a la oferta del Sistema de Subsidio Familiar”. El Plan también propone un Programa Nacional Jóvenes en Paz, el cual va dirigido a las juventudes “en condición de pobreza, vulnerabilidad y en riesgo de vincularse a dinámicas de violencia y criminalidad”.
Parte de esta iniciativa ya fue materializada en el Decreto 1649 del 2023 del Ministerio de la Igualdad, el cual le transfiere hasta 1 millón de pesos a los jóvenes que cumplan alguna de las siguientes condiciones:
- Estar en pobreza extrema, pobreza o vulnerabilidad en términos monetarios.
- Tener residencia habitual en zonas rurales.
- Ser, haber sido o tener riesgo de ser víctima de explotación sexual.
- Estar o tener riesgo de estar vinculado o vinculada a dinámicas de criminalidad, violencia o reclutamiento forzado.
- Estar en vulnerabilidad por tener residencia habitual en territorios afectados por la violencia o el conflicto armado.
Varios de los programas del gobierno de Petro apenas están comenzando o en periodo de diseño, el presupuesto de la nación para el año 2024 apenas recién fue aprobado y hay fuertes restricciones presupuestales. Sus resultados apenas podrán ser evaluados seriamente a finales del 2024.
Política tributaria
Uno de los objetivos de la política fiscal es redistribuir la riqueza; en otras palabras, bien utilizada es un mecanismo para reducir la desigualdad. Sin embargo, un informe publicado por el BID en 2021 explica que en Latinoamérica «la política tributaria vigente no ha contribuido significativamente a reducir la desigualdad». Esto se debe a qué no son sistemas progresivos ni equitativos.
En el caso de Colombia, Iván Duque recibió una estructura tributaria en la cual el 51,8% del recaudo eran impuestos indirectos, que gravan a todos por igual; la progresividad en los impuestos directos era mínima; existían múltiples beneficios tributarios e incentivos para la evasión.
El presidente Duque hizo poco por revertir esa situación. Como concluyen Garay y Espitia (2021), la reforma tributaria de 2021 “no modifica ni altera la estructura tributaria prevaleciente tradicionalmente en el país, que incumple abiertamente los principios constitucionales de equidad, progresividad, eficiencia y transparencia, sin ser redistributiva del ingreso” (p. 106).
La última reforma tributaria que realizó Iván Duque durante su periodo fue la Ley 2155 de 2021. Poco contribuyó para combatir la evasión. El Artículo 2 creó un impuesto de normalización tributaria del 17% para los contribuyentes que tuvieran activos omitidos, lo que implicaba una tarifa menor a la del 30% que estaba vigente y es un incentivo para no pagar a tiempo ni declarar todos los activos.
El Artículo 51 otorgó beneficios de auditoría a los declarantes que aumentaran su impuesto neto de renta en al menos el 25%. Tampoco acabó los 250 beneficios tributarios que había identificado la DIAN (Torres, 2023). El único beneficio que se redujo fue el descuento tributario en el impuesto a la renta de los impuestos de industria y comercio, avisos y tableros pagados en los municipios, que pasó del 100% al 50%.
Otra fuente de evasión que se mantuvo fue la falta de inspección, lo cual siguió permitiendo que “más de un 20% de las personas jurídicas inscritas ante la DIAN no declaren ingresos gravables, pero buen número de ellas sí reciben, entre otros, cuantiosos dividendos no constitutivos de renta”. Otra muestra de la falta de voluntad política es que en el trámite se quitó el artículo que buscaba reducir la brecha entre los avalúos catastrales y los valores comerciales de los bienes inmuebles.
Gustavo Petro apenas llegó a la presidencia impulsó como primera medida importante su propia reforma tributaria, que fue concretada en la Ley 2277 de 2022. En el balance general, tampoco fue “una reforma estructural que cambie sustancialmente quiénes, cuántos impuestos y de qué tipo se pagan”.
Después de esa reforma se mantuvo el predominio de los impuestos indirectos sobre los directos. De hecho, en el Artículo 54 se incluye un impuesto a las bebidas azucaradas y a las comidas ultraprocesadas, lo que significa más impuestos indirectos.
El impuesto a los plásticos de un solo uso también termina afectando a todos los consumidores sin importar sus ingresos. En lo que sí avanzó la reforma impulsada por Petro fue en tomar medidas contra la evasión.
En primer lugar, no extendió los impuestos de normalización que se estaban convirtiendo en una mala costumbre del sistema tributario colombiano. En segundo lugar, hubo un aumento en la planta de personal de la DIAN, con lo cual se mejora la capacidad de vigilancia y fiscalización. Empero, al igual que Duque, no acabó con los beneficios tributarios, lo que mantiene la ineficiencia del sistema.
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La falta de progresividad de los impuestos directos es otro mal del sistema tributario colombiano. La política tributaria de Iván Duque fue cuidadosa en no gravar a las personas pertenecientes al uno por ciento y al uno por mil más rico del país. Con la reforma tributaria de Petro se dieron avances en ese sentido, pero de una manera muy tímida.
Aunque se dirigió en la dirección correcta, la progresividad fue muy limitada y se mantuvo la generosidad con el uno por mil más rico. Ninguna de las dos reformas puso una tarifa progresiva a las sucesiones, las donaciones y las ganancias ocasionales, sino que mantuvieron una tarifa plana independientemente del monto.
También tienen en común las dos reformas que no incluyeron una tarifa progresiva del impuesto de renta para las personas jurídicas. Las microempresas y las grandes empresas pagan una misma tarifa sin tener en cuenta las gigantescas disparidades en las ganancias. La última reforma tributaria que hizo Duque tuvo un significativo avance al definir el criterio del “beneficiario final”.
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Política laboral y pensional
El Gobierno de Iván Duque intentó una reforma laboral que no fue aprobada. Fue impulsada por uno de los principales referentes ideológicos del partido del mandatario: el expresidente y, en ese momento, senador Álvaro Uribe. El proyecto de ley iba destinado a «reducir la jornada ordinaria de trabajo» y «regular el trabajo a tiempo parcial».
La iniciativa buscaba reducir las horas laborales y otorgar a los empresarios la facultad de contratar «a tiempo parcial» a jóvenes de entre 18 y 28 años. Según Duque, la contratación por horas podría aumentar la generación de empleo y aumentar el número de cotizantes. Lo que sí aprobó fue la Ley 2101 de 2022 que reduce de manera gradual la jornada laboral sin disminuir el salario.
La Reforma Laboral presentada por Gustavo Petro busca que los contratos a término fijo no puedan superar los tres años, ni en un solo contrato ni después de las prórrogas.
Se entiende que si una misma labor dura más de ese tiempo, no es una necesidad temporal del empleador, sino que es algo permanente y debe ser contratado a término indefinido. De igual forma, busca especificar los contratos de obra o labor para que no sea una forma de camuflar contratos con relación laboral.
Así que, si el empleador pone funciones por fuera de la labor o sigue pidiendo servicios luego de concluir la labor determinada, se entenderá que es un contrato indefinido. Una de las grandes preocupaciones de la reforma laboral propuesta por Petro es que sigue permitiendo la tercerización, lo que permite que una empresa no contrate directamente a sus trabajadores, sino que contrate a otra empresa y que está última sea la que vincula a los trabajadores.
En cuanto a la reforma pensional, existió la intención de eliminar el régimen de prima media y aumentar gradualmente la tasa de cotización. Según el Ministerio de Hacienda, la edad de jubilación no se modificaría. Lo que sí proponía era aumentar las contribuciones mensuales de los cotizantes, incrementando así los aportes a la pensión.
La propuesta buscaba establecer un sistema de pensiones único y eliminar los subsidios para las personas de estratos socioeconómicos más altos. Colpensiones no desaparecería, pero operaría de manera similar a los fondos privados, es decir, bajo el régimen de ahorro individual.
En la Reforma Pensional propuesta por Gustavo Petro Colpensiones se reduciría únicamente a las pensiones de menos de tres salarios mínimos y sería el componente de prima media. Los trabajadores que coticen más de tres salarios entrarían al componente complementario de ahorro individual, manejado por los fondos privados.
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En los dos casos harían parte del pilar contributivo. Quienes coticen, pero no alcancen a cumplir los requisitos de pensión, entrarán en un pilar semicontributivo y recibirán un beneficio económico financiado con recursos de la Nación.
También se crea un pilar solidario para las personas mayores de 65 años que estén en pobreza, pobreza extrema y vulnerabilidad. En este caso se les dará un dinero mensual que es menos de una cuarta parte de un salario mínimo, por lo cual puede ser más relacionado con una transferencia monetaria no remunerada.
La suerte de las reformas pensional y laboral están dependiendo de debates en el Congreso, que no tienen el camino despejado dada la pérdida de gobernabilidad producto de los resultados de las elecciones municipales y de las discordias en la coalición de gobierno.
Es importante precisar que tradicionalmente en Colombia unos son los postulados de los planes de desarrollo y otras son las realizaciones. Concretar los propósitos de los planes implica una capacidad de gestión institucional, destinar los recursos adecuados y contar con la gobernabilidad que lo permita. Hasta el momento no parece que el gobierno de Petro no cuenta con esos factores.
Por: Helen Rojas Montenegro
Coordinadora de Asuntos de Género
genero@cedetrabajo.org
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La política de género
En las últimas décadas, Colombia ha avanzado en la promoción de la equidad de género y la protección de los derechos de las mujeres. Sin embargo, persisten desafíos en la implementación y cumplimiento de las leyes, así como en la transformación de las estructuras sociales y culturales que perpetúan la desigualdad de género.
Las leyes destinadas a proteger los derechos de las mujeres en Colombia conforman un conjunto de medidas diseñadas para promover la equidad de género, eliminar la discriminación y garantizar los derechos fundamentales. Esta legislación abarca una amplia variedad de temas, como la participación política, la prevención de la violencia de género, el acceso equitativo a la justicia, la igualdad salarial y la protección de los derechos reproductivos, así como la implementación de medidas punitivas para combatir la Violencia física.
En la actualidad, se encuentran en vigor 43 leyes orientadas a la protección de los derechos femeninos, además de 15 proyectos de ley con un enfoque de género. Resalta una preocupación por detener la violencia física que afecta a las mujeres, fortalecer las políticas vinculadas a los derechos sexuales y reproductivos, así como fomentar la participación política y el reconocimiento a las labores de cuidado.
A pesar de los esfuerzos legislativos por abordar la violencia física y psicológica de género, que incluyen programas educativos y medidas punitivas dirigidas a los agresores, la introducción del delito de feminicidio no ha logrado impactar de manera significativa en las cifras de los asesinatos de mujeres.
Aunque se han implementado medidas preventivas y sanciones más severas, sigue siendo apremiante la necesidad de aproximarse más a las raíces profundas de la violencia de género y de continuar trabajando en la transformación cultural y social que perpetúa esta problemática.
En el ámbito laboral, Colombia ha promovido la igualdad de género a través de la Ley 581 de 2000, que busca garantizar el acceso y la participación equitativa de las mujeres en el empleo y la protección de sus derechos laborales. También existe la Ley 1257 de 2008, mencionada anteriormente, que prohíbe la discriminación de género en el ámbito laboral y establece sanciones para aquellos que la violen.
Históricamente, la presencia de las mujeres en el mercado laboral ha sido menor en comparación con la de los hombres. Sin embargo, durante la pandemia, se mostró un fenómeno preocupante: las mujeres mostraron una tendencia a abandonar de forma persistente sus empleos remunerados, mientras que los hombres, por el contrario, experimentaron un incremento.
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Todavía existen retos importantes en materia de igualdad de género en el ámbito laboral en Colombia. Por ejemplo, las mujeres colombianas siguen estando mayoritariamente representadas en ocupaciones de baja remuneración y con poca autonomía. Además, las mujeres colombianas siguen siendo más propensas a sufrir violencia laboral que los hombres.
En cuanto a la participación política, Colombia ha implementado medidas para fomentar la representación equitativa de mujeres en los cargos de elección popular.
Establece que al menos el 30% de los candidatos en las listas electorales deben ser mujeres. Además, el país ha promovido la creación de mecanismos para garantizar la participación activa de las mujeres en la toma de decisiones políticas, implementando las listas paritarias.
Manzanas de cuidado
En los últimos años, ha surgido un aumento en el reconocimiento de las actividades de cuidado que las mujeres desempeñan en Colombia. Estas tareas de cuidado, que abarcan desde el cuidado de niños y ancianos hasta las labores domésticas, han adquirido una relevancia notable.
Según el DANE, estas responsabilidades tienen un impacto considerable en la economía del país. Se estima que, en el año actual, las mujeres aportarán aproximadamente 230 billones de pesos, lo que equivale al 20% del Producto Interno Bruto (PIB) colombiano. Sorprendentemente, esta contribución económica derivada del trabajo de cuidado se posiciona como el segundo sector más importante en la economía nacional.
Las Manzanas del Cuidado son parte del Sistema Distrital de Cuidado en Bogotá y concentran, con un criterio de proximidad, servicios de cuidado, tanto nuevos como existentes, garantizando el acceso en un radio de 20 minutos. Su propósito es brindar servicios cercanos a las viviendas de quienes cuidan y necesitan cuidado, permitiendo la prestación simultánea: mientras el cuidador accede a formación o respiro, la persona que requiere cuidado disfruta de espacios de bienestar y desarrollo de capacidades.
El Acuerdo 151 de 2023 institucionalizó el Sistema Distrital de Cuidado en Bogotá, que era un programa de gobierno de la actual alcaldía. Esto lo convierte en parte de la política pública de los asuntos de género de la ciudad.
Los servicios ofrecidos por las Manzanas de Cuidado han beneficiado a cerca de 400.000 mujeres durante los tres años de su implementación. Si bien representan un avance en la promoción de los derechos de las mujeres, es importante destacar que su alcance sigue siendo limitado en relación con el número de personas que se dedican a trabajos de cuidado no remunerados en Bogotá.
Se estima que alrededor de 1.2 millones de mujeres en la ciudad están involucradas en estas tareas de cuidado, lo que significa que la cobertura de las Manzanas de Cuidado todavía no alcanza a una parte significativa de la población que podría beneficiarse de estos servicios. Aunque representan un avance, se reconoce que hay un camino por recorrer para lograr un mayor impacto y llegar a un número mayor de personas que requieren apoyo en este aspecto.
Para lograr un mayor alcance y beneficio, es esencial fortalecer la financiación de esta política, permitiendo así que un número creciente de mujeres en la ciudad se vean beneficiadas por estas iniciativas.
Ministerio de la Igualdad
Según la CEPAL en 2023, el 44% de los países de América Latina, incluyendo a Colombia, cuentan con ministerios dedicados a promover la igualdad de género y la equidad en todos los ámbitos de la sociedad, como el recién creado Ministerio de la Igualdad en Colombia.
Sin embargo, el presupuesto asignado a estos ministerios suele ser limitado, lo que puede dificultar el cumplimiento de sus objetivos. Además, la burocracia puede ralentizar la implementación de las políticas y programas.
Por ejemplo, el presupuesto anual del Ministerio de la Igualdad de Colombia asciende a aproximadamente $500.000 millones de pesos colombianos, lo que equivale al 0,9% del presupuesto gubernamental total. En comparación, este monto es notablemente menor que el asignado a otros ministerios, como el Ministerio de Educación, que tiene un presupuesto anual de aproximadamente $54,8 billones de pesos colombianos.
Financiación y producción en los retos de la política social
Propuestas
Dado que todavía se encuentra en un estado germinal, es difícil evaluar la política pública de Gustavo Petro. Lo que sí es posible es señalar algunos elementos sin los cuales estaría destinada al fracaso. Un punto crucial es la financiación. Para garantizar la provisión de bienes públicos, las transferencias monetarias y los subsidios de su propuesta pensional, se requieren importantes recursos nuevos. De lo contrario, lo único posible es redirigir los recursos estatales que son insuficientes para todas las necesidades del país.
Eso ya quedó evidenciado con el poco presupuesto destinado para el Ministerio de Ciencia en el presupuesto de 2024, muy por debajo, proporcionalmente a la población, de los países desarrollados. Con los mismos recursos, si se le sube a un sector, necesariamente se le está quitando a otro. Sin el desarrollo productivo del país no será fácil erradicar la pobreza y una eventual igualdad se daría entre las carencias.
La ausencia de una suficiente progresividad en los impuestos, especialmente en los altos ingresos, y la falta de un impuesto progresivo en el terreno empresarial limitó enormemente el recaudo en la pasada reforma tributaria. Se requiere una reforma tributaria y del gasto que promueva la generación de riqueza. También se deben eliminar los beneficios tributarios.
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Otra tarea para liberar recursos es tomar medidas frente al servicio de la deuda para la disminución de este rubro en el presupuesto, lo cual incluye desde una auditoría de la deuda, una renegociación para alargar los plazos de pago, la diversificación en las fuentes de financiamiento, entre otras medidas.
Hacer grandes cambios en el sistema pensional y cambiar el enfoque en la provisión de servicios públicos implica apartarse de los poderes económicos y de la clase política tradicional, con la cual (al menos una parte de esta) ganó las elecciones y la mantiene en altos cargos públicos.
La continuidad en la preponderancia que se le da a las transferencias monetarias se explica por la urgencia de garantizar en lo inmediato la comida de los pobres, la educación de los jóvenes y las necesidades de los adultos mayores. Sin embargo, el horizonte debe ser garantizar empleo, universidades públicas y la pensión para los mayores. Es decir, el objetivo debe ser garantizar la oferta de los bienes y servicios públicos y no subsidiar la demanda de los usuarios. Lo cual nuevamente se ata con el primer punto sobre la financiación y creación de riqueza.
El clientelismo y la corrupción han sido funcionales a la implementación del modelo económico que se ha impulsado en Colombia en las últimas tres décadas. A la par, Se deben tomar serias medidas para acabar con la corrupción y el clientelismo que son fuente de disminución de los recursos públicos.
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Créditos
Los Retos de la Política Social en Colombia
Este documento fue elaborado por el Centro de Estudios del Trabajo – Cedetrabajo, con el apoyo de OXFAM Colombia.
Autores:
- Miguel Ángel Rodríguez – Director de Investigaciones
- Helen Rojas – Coordinadora de Asuntos de Género
- Rafael Torres – Asistente de investigaciones
Edición:
Flor Morales – Coordinadora de Comunicaciones
Centro de Estudios del Trabajo – Cedetrabajo
cedetrabajo.org
comunicaciones@cedetrabajo.org
Tel: 601 7034876 – 314 2701896
Dirección: Calle 51 No. 9-69, Oficina 401, Bogotá D.C.
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Todos los derechos reservados
Cite este documento así:
Rodríguez, M. Á., Rojas, H., & Torres, R. (2023). Los retos de la política social en Colombia. Centro de Estudios del Trabajo – Cedetrabajo, con el apoyo de OXFAM.